Opinión

Con memoria histórica y esperanza

En la historia de la humanidad, podemos contemplar el recuerdo  de los acontecimientos que se quedan grabados en la memoria de las personas. En la memoria de los adultos encontramos el antídoto a los populismos actuales que surgen del odio de algunos y que se esparcen rápidamente en la humanidad por las redes sociales. El mercado de la hipocresía alimentado por la cultura de descarte, en el que por muchos aspectos se denigra o se desvalora la dignidad de la persona; en ocasiones porque son discriminadas las personas, pero también por la soberbia fruto del egocentrismo en una cultura donde el hombre se siente dueño de sí.

Un fenómeno actual, son las serie de peregrinaciones de esperanza, que motivan a las masas humanas a salir huyendo de la pobreza y la marginación de sus países, haciendo cementerios por las calles, las fronteras y los mares. Todo esto nos hace pensar que hay memoria y que las familias se cansan de esperar mejores situaciones económicas para los suyos, y que bajo el cansancio de ser denigrados y sometidos a estándares económicos salen de sus hogares en protesta a la pobreza, la violencia y la marginación.

Es un mensaje de esperanza, el que emerge del dialogo intergeneracional, los abuelos le cuentan a los padres, los padres a los hijos y así se trasmite la memoria cultural de generación en generación. De la voz de los más desprotegidos se escucha el clamor, de la garganta de los más grandes se escucha el reclamo, del llanto de las madres se escucha la proclama del cansancio de sus manos y sus cuerpos fatigados que reclaman “ya basta”.

La sabiduría del tiempo, nos revela el pensamiento de las generaciones pasadas y nos deja conocer la fragilidad del ser humano que se ha confiado a sus propias reflexiones y decisiones anulando el valor o la sabiduría de los más grandes. Todo esto nos ha llevado a pensar en estas generaciones actuales que pretenden ser felices creando relaciones falsas, carentes de autenticidad en este mundo falso y plástico, siempre en competición. Pudiéramos nombrar a esta sociedad, la cultura del maquillaje, como lo ha llamado el Papa Francisco, donde se viven de apariencias y del egocentrismo centrado en el éxito personal.

Son generaciones, que viven en una cultura cerrada, donde parece imposible dialogar. Una cultura que anula los sentimientos de la persona, que no quiere ensuciarse, pero que termina viviendo en un vacío existencial, donde no hay valores, donde predomina el placer y donde se dicen dueños de su cuerpo y dueños su vida. Sin pretender arriesgarse y donde predomina la inmadurez.

En estas condiciones actuales, lo único que tiene efecto es el dialecto del familiar del amor, el mensaje de la amistad y la cercanía. Debemos enfrentar esta realidad sin asustarnos, acompañando y aconsejando en el silencio, aun a pesar de la incoherencia de los padres y de los que manejan las masas humanas. A pesar de la mentira de los que pretender jugar a ser Dios y del mal testimonio de las personas que debieran ser una referencia en los valores, hoy tenemos que seguir proponiendo la mansedumbre, paciencia, comprensión y hasta donde sea posible hablar de Dios.

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