Opinión

Gilgamesh y el diluvio (Despertar Poético)

Gilgamesh y el diluvio

La historia de la divinidad se pierde en el tiempo. Lo que no se pierde es el mensaje, lo que no se pierde es el mito. Todas las culturas tienen su olimpo, que a su vez desciende de un cielo universal. Todos los mitos se pierden en un mismo origen, eso hace que las religiones nuevas o más cercanas a nosotros sean meros remedos de una más grande. Todas las historias tienen “coincidencias”, o tienen una misma raíz, un solo creador de dioses, el inefable, el Zeus redivivo, el gran abuelo, al Aba, el que reina sobre los demás dioses, en un fragmento Hitita, que contiene 11 columnas y entre la 11 y la 1 se desprende el origen del mito existencial de Gilgamesh.

Señala que varios dioses participaron en la formación de Gilgamesh, al que dotaron de talla sobrehumana y su llegada a Uruk (ciudad sumeria que floreció entre el 4,000 y 3,200 A.C.), ciudad fundada en el año 5,000 A.C., en la ciudad de Uruk Gilgamesh, reina con mano dura, fiel a su formación, semidiós lujuriosos y fuerte, exige derecho de pernada a sus súbditos, dada su complexión y fuerza no había humano que lo retase a luchar, por ello los habitantes de Uruk desesperados por las acciones injustas de su rey solicitaron a sus dioses su intervención. Debido a eso crearon a Enkidu, un ser fuerte y animoso, fuerte oponente para Gilgamesh y lo dejaron al cuidado de las bestias.

Cuando llegó a oídos de Gilgamesh la existencia de un ser tan poderoso como él, antes de enfrentarle atendió los consejos de sus cercanos, le mandó una hetaira, para que calmase sus energías y lo sometiera mediante los encantos de la sensualidad. Ésta lo esperó en la vaguada donde abrevaban los animales y que indefectiblemente Enkidu bajaría a tomar agua seguido de sus animales. Cuando éste llegó, la mujer utilizó sus conocimientos para yacer con Enkidu, cuando hubo yacido una semana, le dijo que existía un hombre igual de fuerte que él y que quería confrontarlo. Enkidu prefirió regresar con sus animales, más estos ya no lo reconocieron, por lo que decidió ir a enfrentar a Gilgamesh. La pelea fue brutal, más nadie ganó la batalla, entonces decidieron dejarlo en empate y se hicieron amigos.

Esto no gustó a los dioses, que decidieron dar muerte a ambos, y les mandaron pruebas que desafiaron juntos, sin encontrar la muerte, hasta que decidieron asesinar a uno y fue Enkidu el que murió, Gilgamesh guardo duelo por su amigo, y fue tanto el dolor que decidió ir a las mismas puertas del inframundo para visitar a su amigo.

Caminó mucho, por lugares desconocidos, buscando el fin del mundo, cuando llegó ante El lejano llamado Utnapishtim, se reconoció en él, le recriminó que no fuese un soldado dispuesto a la batalla, sino más bien un ser indolente, recostado sobre su dorso, y le preguntó ¿Cómo se sumó alguien como tú a la asamblea de los dioses? El Lejano le respondió: Te revelaré una materia oculta y un secreto de los dioses, Suruppak, ciudad que tú conoces que está situada en las riberas del Éufrates, esa ciudad era antigua, al igual que los dioses en su interior, más sus corazones impulsaron a los dioses a suscitar el diluvio, allí estaban Anu, su padre el valiente Enlil, su consejero Ninurta, su asistente Ennuge y su irrigador Ninigiku-Ea.

Sus palabras repite a la choza de cañas; Hombre de Suruppak, hijo de Ubar-Tutu, demuele esta casa y construye una nave, renuncia a las posesiones, bucea la vida, desiste de bienes mundanos y mantén el alma viva. A bordo de la nave lleva la simiente de todas las cosas vivas, entendí y durante siete días se construyó la nave que contenía la vida existente y los dioses Anunnaki lloraron con la diosa Istar que había solicitado castigo al hombre, los dioses lloran humildemente con los labios apretados, y durante siete días y siete noches sopla el viento y el diluvio, mientras la tormenta barre la tierra, los tripulantes de la nave ven como la humanidad se volvió de barro, y al terminar la tormenta empezaron a emerger los montes, y en uno de ellos de nombre Nisir se detuvo la nave, y una vez encontrada tierra donde posicionarse, hicieron su primer sacrificio, con caña, cedro y mirra, queridos por los dioses, que pronto se arremolinaron ante la dulzura.

Cuando el gran dios Enlil descubrió que habían sobrevivido algunos hombres al diluvio montó en cólera, Ninurta le dijo a Enlil, solo Ea conoce ese designio, Enlil subió al barco y nos tocó la frente a mi mujer y a mí para bendecirnos, y dijo: hasta ahora Utnapishtim fue tan solo humano, en adelante Utnapishtim y su mujer serán como nosotros, y residirán lejos en la boca de los ríos, así fue como me tomaron y me hicieron residir lejos. En la visita al Lejano, Gilgamesh es recompensado con la planta de la eterna juventud, la cual es arrebatada por una serpiente.

La semejanza con la leyenda del diluvio es mucha, la semejanza con el barquero de Siddhartha es mucha, la semejanza de lo escrito antes con lo nuevo es mucha, somos esencia de un mismo origen, y somos la luz que se unirá en una misma linterna, cinco mil años hace de la leyenda de Gilgamesh, un héroe muy humano, que conocía ciudades que ya eran antiguas de por sí, demostrando que la humanidad es una especie que eternizará en la tierra, pues así lo quieren sus genes, porque sus pasajeros son los que necesitan la planta de la eterna juventud, porque los diluvios existen en la leyenda de Gilgamesh está el salvado Utnapishtim.

En la biblia cristiana está Noé, en la versión Hindú, está Manú, la inundación de los hombre de arcilla de los Mayas, los sesenta días del diluvio andino, la Mujer Araña de los Hopi, y así podemos ir adentrándonos para llegar al origen de una misma sociedad que fue dividida en pequeños pueblos después de la gran inundación, pronto perdieron la identidad, y pronto encontraron una nueva, que se ha ido conformando nuevamente en una universal para volver a esperar el ciclo de iniciar nuevos pueblos, con nuevos héroes, y con nuevas leyendas. En esa universalidad somos hermanos.

“Apreciaré tu luz interna única, te comportes o no de la manera que considero deberías, aunque creas en cosas que yo no creo. Entiendo que eres verdaderamente mi hermano y mi hermana, aunque puede que hayas nacido en un lugar diferente y creas en diferentes ideales. El amor que siento es por absolutamente todo lo que es. Fragmento del poema Amor incondicional de la cultura Hopi.

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