El hombre tiene esperanza de vivir la paz

Por: P. Celis

La vida del hombre es contradictoria: por una parte lleva dentro de sí un intenso y fortísimo afán de felicidad; pero por otra parte sus luchas parecen no llegar al éxito que busca. El mundo no llega a cambiar mucho a pesar de tantos esfuerzos y luchas, la muerte lo asecha, pareciera que el hombre nunca alcanzará lo que desea su corazón con grande ardor. Ante esta condición suya el hombre sigue ordinariamente uno de dos caminos: el de la esperanza, o el del esfuerzo.

Por una parte están los que viven en la resignación, los que no esperan nada, los que no creen que puedan cambiar las cosas y piensan que “así es la vida”. Si algo o alguien viene de fuera a cambiar las cosas, será bienvenido; pero si no viene, lo mejor que se puede hacer es aguantarse, hasta que llegue la muerte. Así vemos el gran número de los que saben que tienen un mal carácter o un vicio, que los domina y,  como no sienten que puedan cambiarse así mismos, sobre todo algunos que han hecho esfuerzos por cambiar y no lo han logrado, han perdido la esperanza de cambiar y por eso viven “soportándose a sí mismos” y exigiendo a los demás que “los acepten como son”.

Muchos más numerosos son los que no están satisfechos con la sociedad en que viven, pero a lo largo de la vida se han dado cuenta que poco logran sus esfuerzos por hacer mejor la sociedad: se inventan nuevos sistemas de organizarla, y ven que todos ellos tienen algo malo que echa a perder la convivencia humana; por eso han dejado toda esperanza de cambio y aguanta a la sociedad como es.

Por otra parte están los hombres que piensan que pueden esforzarse por ser mejores, que pueden luchar para mejorar el mundo. Por eso buscan con su inteligencia y voluntad nuevas formas de hacer las cosas. Y van logrando comprenderse a sí mismo un poco mejor y van mejorando las técnicas o maneras de hacer las cosas. El hombre, dicen, no puede quedarse aguardando, a que le lleguen tiempos mejores, lo que no haga por sí mismo no lo hará nadie por él. Así luchan toda la vida, en una presión interior, que poco se parece a la felicidad, y al final de la vida no logran ver que llegue la verdadera felicidad a la tierra. Las diversas investigaciones que ayudan a modificar las actitudes psicológicas y morales personales, los esfuerzos de las ideologías y de los sistemas económico-sociales para mejorar la convivencia de los hombres en el mundo, los adelantos técnicos para mejorar la producción de bienes y servicios necesarios para el hombre, y otros esfuerzos humanos más, han querido mejorar la vida del hombre. Sin embargo, no logran dar con la clave del cambio total, de la felicidad perfecta.

El hombre, si no vive en el ambiente para el cual está hecho, no llega a entenderse plenamente a sí mismo. Mientras que la fe subraya el aspecto del conocimiento, en el acto de adhesión y de confianza a Dios, la esperanza señala, en este mismo acto, el aspecto de espera de los bienes prometidos y de paciencia.

La esperanza nos hace vivir con alegría y optimismo, para el que espera con paciencia, no hay motivos para vivir tristes, y vive triste el que ha perdido la alegría de vivir, por eso, por lo único que hay que llorar, es por los hombres que no saben ni lo que esperan, ni lo que buscan, ni lo que quieren.

La esperanza en el hombre es audacia y atrevimiento, para idear cosas que lo otros no se atreven a pensar, la audacia y la intrepidez, son propias del hombre que vive en esperanza. Su audacia no se basa en imaginaciones, ni en deseos de grandeza, sino en su discernimiento de luchar por hacer el bien a los demás.

La esperanza ama la virtud, y el esfuerzo hace todo lo necesario, para ayudar al hombre a llegar a su destino final. Los hombres que viven con esperanza, no deben esconderla, sino la deben poner al servicio de los demás, para ir cambiando la estructura de la vida, renovando los ambientes aun en el “forcejeo” con los dominadores de este mundo. Cuando la esperanza es firme tiene una influencia poderosa, con los que construyen este mundo y crean estructuras llenas de valores.

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