El Pozo Meléndez

Texto inédito de Viliulfo Gaspar Avellaneda
Viliulfo Gaspar Avellaneda nació el 16 de noviembre de 1942 en el pueblo de San Lucas, Michoacán y murió el 8 de diciembre de 2019 en la ciudad de México. Publicó su primer libro Relatos y leyendas de San Lucas en 1999 (libro que en edición definitiva se convertiría en Relatos y leyendas de Tierra Caliente publicado en 2006), y a partir de aquel año comenzó su prolífica carrera. Escribió la biografía de Xavier López Ferrer: un sanluquense ilustre(2002). Le siguió La virgen de San Lucas (2003), Relatos y leyendas de Tierra Caliente, ya mencionado arriba, Dichos y comodijos de Tierra Caliente del Balsas (2010), El Zopilote y los bandidos de Malpaso (2011), El Partido de los pobres (2017) y su libro póstumo El pupilo de Fú Manchú: Adolfo Valle Valdés, el mago más brillante que ha tenido Tierra Caliente (2020).
Escribió, en palabras suyas, “reportaje anecdótico”, donde se propuso rescatar aquellos sucesos extraordinarios que se han quedado grabados en la memoria popular. Por medio de la antropología y la sociología llegó para escribir textos literarios de primer nivel. Sus relatos y El Zopilote alcanzan los aires de la universalidad. Algo de lo que aspira el arte.Además de creador e investigador, al mismo tiempo que publicaba su obra, bajo su sello editorial Garabato, fue editor de obras tales como El Gallero y El rebozo de Soledad de Xavier López Ferrer, Revolución de 1910 en Guerrero y Michoacán de Jesús Millán Nava, entre otros tantos títulos que llegaron a enriquecer la conversación de la asolada región de Tierra Caliente y aun de México.
A continuación, presentamos uno de dos textos inéditos que El Despertar cuenta del autor que nació en San Lucas,Tiripécuaro, como él le gustaba llamarlo.
“Mal comienza la semana, para el que lo ahorcan en lunes”, sentencia un viejo decir. Aquel día lunes 18 de junio de 1984 fue detenido J. Jesús Borja Cárdenas, ¡el famoso Chuche Borja!, en el restoran Los Arcos, de Riva Palacio, ciudad sólo separada de Ciudad Altamirano por el río Cutzamala. El martes siguiente los periódicos locales gritaban: ¡Aprendieron a Chuche Borja! ¡Espectacular golpe de la policía contra el hampa! La noticia describía que junto con Chuche también había caído su “estado mayor, ¡completo!”, y mencionaban los nombres de sus “lugartenientes”.
Buscando mayor sensación e intriga, las notas ofrecían la versión de “un sexto integrante de ese grupo en Los Arcos que milagrosamente se alcanzó a escapar, y daban su nombre, agregando que, después al que logró salvarse, no se le podía conseguir: “ni en sesiones espiritistas”. El resultado final era que a 13 días de la aprehensión la madre y esposa de Chuche nada sabían sobre su paradero. No lo presentaron a la cárcel, como a los demás detenidos.
El escapista era hijo de un acaudalado agiotista local, quien antes de lo sucedido jamás perdía la oportunidad para presumir los triunfos logrados por su vástago, diciendo: “¡este muchacho cambia de carro como cambiar de calcetines!”, pero después de aquel golpe policíaco dejó de hacerlo y en su lugar, el victorioso junior, antes de huir desfalcó a su padre con diez millones de pesos que retiró del banco, falsificándole la firma.
Cuando tomaron preso a Borja contó un testigo: “sucedió por mero accidente o ‘porque ya le tocaba’, pues al entrar esa vez a Los Arcos dio la casualidad que en el interior del restoran estaban comiendo, vestidos de civil, el coronel, nuevo comandante del 40 Batallón de Infantería, acompañado de un teniente coronel, y al ver a Chuche llamaron por teléfono a la policía judicial”. Esta misma persona detalló que ese coronel apenas había llegado, hacía un mes, en mayo, y lo hizo cumpliendo órdenes superiores para relevar al comandante anterior, también coronel, acusado de dedicarse al negocio de la droga, pues se había vuelto del conocimiento público que este militar tenía cincuenta hectáreas sembradas de amapola, en el cerro de El Venado, allá cerca de Arcelia, y las autoridades se dieron cuenta debido a que un avión de la PGR, en rutina de trabajo, pasó tomando fotografías y en ellas apareció el plantío; luego, al investigar, encontraron que el plantío era propiedad del comandante del 40 Batallón de Infantería estacionado en Ciudad Altamirano.
El testigo del Restoran siguió con sus comentarios y hasta se atrevió a criticar: “Cómo son las cosas, tanto que revisan los soldados en las carreteras a los carros que pasan. En todas partes les abren la cajuela pero resulta que su jefe cultivaba la amapola”. Otra versión sobre la llamada telefónica a la Policía judicial por los militares en el restoran aseguró que Francisco Yáñez -Chico Tucuruato– del mismo negocio, fue quien denunció a Chuche Borja. Un testimonio más, de interés para el momento, fue el aportado por un pariente cercano a Chuche, primo de él, quien en plática de mucha confianza señaló conocer que la protección verdadera ante las autoridades judiciales locales se la daba un general del Ejército que radicaba en la ciudad de México, pero debido a que el militar cayó en problemas ya no lo pudo sostener.
Genoveva Toribio Cárdenas, su madre (¿Toribio Cárdenas?, entonces el nombre del personaje sería J. Jesús Borja Toribio y no Borja Cárdenas como aparece al principio del texto), y Salomé Liera Maldonado, esposa, después de más de tres meses de andar buscando, angustiosamente, el paradero de Chuche, hicieron público a los medios locales un escrito amplio, dirigido al gobernador de Guerrero,Alejandro Cervantes Delgado, al Procurador General de la República, y al Secretario de la Defensa Nacional, solicitando informes sobre el lugar donde la justicia tenía confinado a su familiar. Debido a la indiferencia oficial, a que no hubo respuesta.
Desde que trascendió, a pocos días de la detención del narcotraficante, que éste no llegó al penal de Iguala, junto con los demás apresados en Los Arcos, el rumor entre conocedores de lo que fue la guerra sucia entre fines de 1960 y 1970, no se dejó esperar, aseverando que, a éste, para abreviar problemas, lo desaparecieron aventándolo al Pozo Meléndez.
El Pozo Meléndez, de Iguala ―aunque se le ubica entre Iguala y Taxco― se volvió famoso como lugar de aventar en él a disidentes del gobierno, tanto de Guerrero como de la Federación. Según la leyenda, este pozo “no tiene fondo”, y en él fueron desaparecidos muchos luchadores sociales, particularmente en los movimientos encabezados por Lucio Cabañas y Genaro Vázquez. Pero, la pregunta: ¿existe el Pozo Meléndez? En la Internet, al aplicar el buscador con este nombre, aparece un socavón tenebroso, un hoyo profundo, mostrando la mancha de agua a quince o veinte metros de profundidad.
Notas de Noé Israel Borja.