HISTORIAS DEL BALSAS
HISTORIAS DEL BALSAS
¡SUCEDIÓ HACE APENAS…75 AÑOS!
(10 de Octubre de 1948)
Ángel Ramírez Ortuño –Cronista
Todo estaba calculado para que aquel parto sucediera el 4 de octubre de 1948 en la región de la Costa Chica guerrerense, justo en Jalapa del Carmen, Mpio; de San Marcos, Gro.
Pero uno propone, y Dios dispone. Había tanta seguridad de tal fecha que los padres de aquel niño lo iban a bautizar con el nombre de Francisco, pero también se barajeaba el nombre de Paulino, y la citada parturienta, Feliciana Ortuño Ortuño, (Chanita) esposa del profesor del pueblo, José Ramírez Maldonado, recién egresado de la Escuela Normal de Maestros Raúl Isidro Burgos de Ayotzinapa, Gro.
Aparte de Chanita, había otra parturienta vecina en aquella remota zona montañosa de Costa Chica, y se hacían apuestas de quien alumbraría primero, y el negro destino dispuso que para el 3 de octubre aquella mujer falleciera, y aunque se pretendió ocultar la noticia a la vecina embarazada, los llantos, el duelo, las campanadas y la música fúnebre de chilenas la puso en alerta roja, y en consecuencia bloquearía sus sentidos y entraría en postración los siguientes días y el peligro de muerte merodeaba entre la madre y la criatura esperada ese pospuesto 4 de octubre.
Y de eso forma llegaría el cinco, seis, siete y ocho de octubre y no hubo poder humano entre las atribuladas parteras del pueblo para traer al mundo al niño “atorado” en el vientre de su madre, y como era costumbre, todas las noches el futuro angustiado padre ofrecía chocolate y “calientitos” al vecindario que se solidarizaba con la familia Ramírez Ortuño, originaria de la lejana Tierra Caliente del Balsas, y en aquellas circunstancias, llegó el momento en que exclamó el maestro normalista rural…¡Se terminó el chocolate!
La partera responsable de traer al mundo aquella criatura, a sabiendas de que no estaba en sus manos resolver el asunto, aconsejó al profesor acudir por una famosa partera vecina de Tecoanapa para que a cualquier precio acudiera a prestar sus servicios y tratar de salvar, cuando menos a la madre, y al instante se contrató a un mensajero que a mata caballo fue por aquella mujer que podría resolver el complicado dilema del Angustioso alumbramiento.
Cerca de la media noche arribo a Jalapa del Carmen la partera contratada, y para el amanecer del día 9 de octubre, tras auscultar y revisar a “Chanita”, con pesar diagnosticó que no podía nacer aquella ya amoratada criatura, porque la madre se encontraba… “En pecado mortal”.
La información tomo por sorpresa al profesor rural, poco creyente de la religión, pero frente a tal circunstancia preguntó por los pasos a seguir a la partera, quien de inmediato solicitó contar con total autonomía en sus decisiones, y esperaba con urgencia la respuesta del padre.
¡Haga usted todo lo que tenga que hacer! Contestó Don José Ramírez, pero no terminaba de entender a qué se refería con aquello del problema del…Pecado Mortal.
Clara y precisa en su postura, la vieja partera serrana explicó que estaba enterada de que su esposa Chanita se había huido con él, en contra de la voluntad de sus padres, y que ahora ella enfrentaba las consecuencias y estaba pagando aquella grave desobediencia familiar ocurrida en Ciriquicho, Gro; hasta donde había llegado a dar clases por primera vez el profesor, y en consecuencia, tan pronto la conoció, se enamoró de ella, muy a pesar de que ya estaba comprometida con el señor Sánchez, quien levantada una casa de adobe, morillos y teja para tal fin.
¡Sálveme a Feliciana, sálvemela, cueste lo que cueste! Respondió el aturdido maestro.
Muy bien, respondió la experta mujer costeña, de fino perfil afroamericano y dueña de grandes conocimientos, aunque muy de cerca era vigilada por un médico empírico del pueblo y gran amigo de la familia, Candelario Villaurrutia, quien se había declarado incapaz de participar en el alargado parto que mantenía en ascuas a la población expectante, y las rancherías cercanas de El Pochotillo, Las Cruces y Llano Grande.
La partera ordenó hacer dos agujeros en el suelo para que ahí se colocaran las patas delanteras del camastro de Chanita, y de esa forma contar con un grado de inclinación favorable al posible parto, además ordenó se cortaran algunas varas del tamarindo que se localizaba fuera de la casa escolar y que se Las entregaran ya peladas. Con las varas en la mano, la partera sacudió cada una de ellas y dijo que así estaban bien, y solicitó a la concurrencia presente que rezaran y pidieran a Dios para sacar adelante aquella descomunal tarea en que pendían de un hilo las vidas de dos seres humanos.
Ya para el amanecer del día 10 de octubre, la suerte estaba echada y a la mano tenía la partera suficiente alcohol, varios candiles de petróleo, agua caliente, vendas y mucha disposición para dar el paso final del parto, y por ultimo solicitó que Chanita fuera atada de sus manos a unos soportes colocados en la pared, y solicitó que la dejaran sola.
Con la cama ya inclinada y atada de manos, resaltó el blanquísimo y abultado vientre de Chanita Ortuño, quien azorada seguía los pasos de la decidida partera que se declaraba lista a concluir aquella inusitada tarea, y para ello colocó un pañuelo en la abierta boca de la mujer y le pidió toda su colaboración para sacar a su producto de la panza.
Se persignó la partera y se daba cuenta del silencio sepulcral que había en todo el rancho, y solo se escuchaban susurros de rezos y oraciones de la Tía Febronia, hermana del profesor, y de don Pacita y Rosita Mayo, vecinos de la familia que reclamaba el derecho de ser padrinos del recién nacido, si se lograba el milagro.
Un chasquido rompió el silencio de la madrugada, era la vara de tamarindo que con fuerza cruzó el vientre de Chanita la partera y dejó marcada una rojiza mancha en el voluminoso vientre, y enseguida paso al otro extremo, y sin dejar de observar los estertores de su clienta, asestó un segundo y brutal varazo de la parturienta, de tal forma que sobre la piel quedó marcada una cruz, una perfecta señal de la cruz, tal vez de carácter divino, la que de forma providencial desbloqueo el sistema cerebral de Chanita, quien en rápida respuesta expulsó a la criatura que con extremo cuidado recibía en sus manos el Profesor José.
¡Había nacido aquel día 10 de octubre de 1948 el niño Angelito! Sano y salvo, y de inmediato cuatro bandas de música “costeña-chilena”, conocidas como “Las bandas del chile frito”, avisados del arribo del hijo del profesor dieron rienda suelta a un jolgorio de algunos días donde de nuevo se sirvió “chilate” y Mamá Chanita me daba la vida.
*Con enorme aprecio para el recuerdo de mis padres José y Chanita, que de esa forma resolvieron la primeriza contingencia.