Mi credo laico personal.

Por Débora Hadaza

Creo en las equivocaciones. La vida impoluta y sin yerros no existe. Creo que decidir es equivocarse y está bien. Creo en equivocarme yo y no depender de las equivocaciones de otro, nadie merece tanta confianza ni tanto peso, que cada rumbo errado que siga sea el mío y nada más.

Creo en las contradicciones y en torcerse como contorsionistas para intentar ser coherentes. Creo en esos intentos de hacer una tregua entre las propias ideas contrarias, entre los propios sentimientos contrarios. Creo en las guerras intestinas internas, creo en las amnistías y los juicios sumarios, creo en las ejecuciones y perdones a pensamientos, sentimientos y creencias. La paz interna y la coherencia pacífica es para los tibios, para los que viven con los ojos y el corazón cerrado, para los que no creen hasta el final en todo lo que se puede creer.

Creo en los ojos de mi hija, en la sonrisa de mi madre, en los recuerdos de mi infancia, en las carreteras que he viajado, en los mares que me bañaron, en las camas que he dormido, en los espejos que he roto, en las ciudades donde he sido amada.

Creo que soy voz. Creo que soy escritora. Creo aunque dude, creo aunque nadie lea, creo aunque no sepa como seguirlo sosteniendo, aunque cuelgue de hilos de voces perdidas, de palabras caducas, de promesas vacías. Creo que no poseo nada sino lo que soy. No tendré nada cuando me muera sino los libros que deje escritos, que las palabras que deje dichas. No tengo herencia, no tengo casa, no tengo mucho más de lo que cabe en una maleta pero sigo siendo voz y sigo pensando, imaginando y escribiendo, eso de alguna manera me hace inmensamente rica.

Creo en la memoria y creo en el olvido. Creo en su juego cruel y amoroso. Creo que me miente la memoria y me engaña el olvido. Creo que cuando olvido algo es porque lo recuerdo demasiado, tanto que preferiría no hacerlo.

Creo en el amor. En todas sus caras, en todas sus formas. Creo en él aunque se disfrace de odio, de dolor, o de miedo. Creo en seguirlo cuidando aunque se las dé de temerario. Creo en avivarlo como al fuego, también en llevarlo como cajita de cerillos, guardado, discreto, pero vigente. Creo en la gente que me quiere, aunque no la vea, aunque no hablemos, aunque solo me quieran en recuerdo, aunque ya ni sea yo esa a quién quieren. Creo en la gente que quiero, aunque ya no sepa quiénes son los quiero. Creo en decidir siguiendo al amor, cueste lo que cueste. Creo que no es errado amar aunque sea equivocadamente, ni tampoco equivocarse amando. Mejor saber que uno falló estrepitosamente amando que por odio, que por indiferencia, que por vanidad. Creo que el amor es más fuerte que el miedo, a veces más fuerte que la muerte, a veces más fuerte que el dolor. Al menos a ratos.

Creo en la individualidad. No me gustan las manadas, no me gustan los sindicatos, no me gustan ni los grupos de whatsapp. Creo en soñar y trabajar con otros, en crear con algún otro que en cierto momento comparta la misma pasión. Creo en la divergencias, en el derecho de pensar y sentir distinto, creo que esas divergencias pueden coincidir y en la riqueza de contradecirse y discutir, de validar lo distinto y lo contrario. Creo en los tapices de muchos colores, creo en la riqueza de la variedad. Creo en el respeto. Creo en la

coincidencia. Creo en las mujeres y en el feminismo. Creo en mis amigos hombres. Creo que estar con alguien no significa mimetizarse. Creo que respetar a alguien es poder debatir, disentir, pelear y seguir respetando, y seguir queriendo.

Creo en mi cuerpo. Creo en mi inquebrantable paciencia. Creo en todo eso que mis padres construyeron en mí y no me deja desmoronarme. Creo en su fe en algo que creyeron que era yo que no me permite permanecer en el suelo. Creo en el nombre que me dieron. Creo en pelear por ser digna de ese nombre. Creo en mi cuerpo que se levanta, camina y avanza a veces a pesar de mí. Creo en mi cuerpo y en mi nombre.

Creo en la sonrisa, en la risa, en la música, en toda la música aunque en diferentes momentos. Creo que los viajes sanan. Creo en las pláticas hasta la madrugada. Creo en las palomitas con sal de gusano. Creo en las caminatas largas por los centros de las ciudades más bonitas. Creo en las tardes de lluvia y en los besos. Creo en los poemas viejos y nuevos. Creo que quién entiende tus referencias es un tesoro. Creo en las miradas y la complicidad, en cantar con alguien y que te cache y cacharle mientras improvisa. Creo en los juegos de palabras y los sueños. Creo en el inconsciente. Creo en vivir.

Para asuntos más trascendentes creo en el Credo Apostólico y suscribo el de Nicea y el de Westminster.

* Débora Hadaza es escritora, psicoanalista y mamá

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