Cultura

Violencia actual, parte de la cultura

Elefante

La película comienza con la escena de un paisaje urbano, una calle en un barrio lleno de árboles, evidenciando por el color del follaje, que la temporada es otoño. Es este camino un auto se mueve en zigzag, golpea algunos autos estacionados, casi atropella a un ciclista. Aparece John, se baja del auto, es el copiloto, adolescente rubio, viste una playera amarilla con un estampado en negro de un toro. Su padre es quien va al volante, en estado de ebriedad, razón por la que John decide conducir hasta su escuela.

Así comienza “Elephant”, un filme de Gus Van Sant , que relata las historias entrelazadas de Elias, Nate, Brittany, Jordan, Nicole, Michelle, Alex, Eric y John. Con una maravillosa fotografía, planos secuencias, escenas que juegan con el tiempo, articulando en una sola la narración la de todos los personajes, se describe en un impecable guión cinematográfico los relatos previos al momento clímax… la masacre en la escuela secundaria de Columbine High School de 1999.

Van Sant afirma que este filme no intenta dar una explicación, un sentido, a la violencia del hecho, pretende que el público se pregunte por qué cosas así pueden producirse. Su aproximación a la historia intenta ser más poética que explicativa, sin imponer al espectador una orientación sobre lo que debe pensar.

En la vida real, y no en la ficción del cine, los autores de la masacre de Columbine High School fueron Eric Harris y Dylan Klebold. A Harris se le diagnosticó sociopatía, un trastorno de la personalidad, que evita mostrar empatía por otros, ni remordimiento por sus acciones. Klebold sufría una profunda depresión, ambos habían sufrido un rechazo general por parte de sus compañeros de la institución educativa.

El 20 de abril de 1999, Harris y Klebold entraron en la escuela armados con escopetas, un rifle Carabina Hi-Point 995TS de 9mm, una pistola Tec 9 de 9 mm, dispositivos explosivos caseros y una bomba de gas propano de 9 kg. Asesinaros a 12 alumnos y un profesor, hirieron a 24 alumnos, los tiroteos se llevaron a cabo en el estacionamiento, la cafetería y la biblioteca. Después se suicidaron… Eric Harris se disparó en la boca, y después Dylan Klebold en la sien.

Federico G.

La escena se lleva a cabo en una secundaria, Federico G., de 15 años, está sentado en un rincón de su salón de clase, dos de sus compañeros se acercan para decirle algo al oído. Entonces Federico sentado saca una pistola calibre 22 de su mochila, dispara contra un compañero, se levanta para dar el siguiente disparo contra su maestra… da un par de tiros sin sentido por todo el salón. Da dos disparos sobre una compañera, se trata de dar un tiro en la sien pero se queda sin balas, regresa a la mochila, saca las balas, carga la pistola y se da un tiro en la cabeza.

Este relato no corresponde a la escena de una película, es la descripción del video de una balacera ocurrida en el Colegio Americano del Noreste en Monterrey. Donde la génesis, como muchos de los males que afectan, es la violencia, que se ha convertido en parte de los códigos sociales y culturales en los niños y adolescentes.

La violencia se ha convertido en un fenómeno colectivo donde los individuos se influencian de manera recíproca, a través de un determinado esquema de creencias y forma de vida, traspasando de los personajes en la ficción hasta la realidad. Y es que los temas de la delincuencia, violencia y narcotráfico son cotidianos; tan cotidianos que ahora no solo es parte de la cultura, es cultura. La misma que los niños aprenden por medio del internet, los video-juegos, la música, los videos musicales, la televisión, las series, pero sobre todo por el contexto familiar y social en el que crecen.

La relación entre las personas conforman una sociedad que a su vez determina su identidad cultural, así lo que uno hace o piensa influencia al otro y crea ideologías, que son determinantes en los menores de edad. Este uso intencional de la fuerza o el poder físico contra uno mismo, otra persona o un grupo o comunidad, impulsa el crimen en un escenario de consumo.

Tanto Elephant como la historia de Federico G. son representaciones de cómo la identidad se mide con parámetros cuantitativos. Donde los símbolos representan la legitimación de la violencia, de las expresiones, percepción que es sumamente difícil de modificar o desaparecer. Producto de la modernidad capitalista, del consumismo, de lo neoliberal, es la contracultura desde la lógica de la identidad. Como todo proceso de cultura, ha formado su propio simbolismo y forma de comunicación, de la violencia actual.

Verónica Loaiza es arquitecta, artista visual y gestora cultural. Directora de la asociación civil Contenedor de Arte. contenedordearte@gmail.com

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