Despertar de la tierra

Despertar de la tierra 

Autor:​​​​​José Luis Valencia Castañeda

El lado oscuro de las ciudades

El 79% de la población en México vive en las ciudades. Muy alto, para el 46% del promedio mundial. México es un país urbano ¿Es malo o bueno esto? Para la evolución de la tierra es bueno, significa que la ocupación de tierra es menor, que si vivieran todos ellos en áreas rurales; pero malo, porqué se pierde la proporción de la vida. En las ciudades, el respeto por la tierra se basa en la poca de la que disponen, así los citadinos viven extrañando las áreas verdes, extrañan la naturaleza y en cuanto tienen oportunidad salen despavoridos, deseosos de paz. Pero al no tener los satisfactores que les da la ciudad, la prefieren por la disposición que tienen tan fácil de los satisfactores.

En el campo hay menos penetración de satisfactores, cada día la brecha se está cerrando, el campo está modernizándose y está acercando todos los satisfactores a sus terrenos. Eso no suena bien, la ciudad tiene un lado oscuro que hace daño al campo, pero también daña a las mentes de los seres que lo viven, la ciudad despierta las bajas pasiones y altera las emociones de los seres que la habitan, allí están ocultos los seres depravados, todos los defectos del hombre está encerrado en la ciudad, la ira, la codicia, la envidia, la pereza, la gula, la lujuria, la soberbia y la avaricia se ven por todos lados, contrastando con la tranquilidad que da vivir en el campo. 

Por un lado, puedes vivir cómodamente, con todos los satisfactores a la mano, pero con estrés, con exigencias sociales extremas, con presiones que no necesita, pero que se crean gracias a la convivencia tan estrecha con los vecinos.  

La ciudad, al igual que un ser vivo, debe tener un organismo sano, suministro adecuado y desalojo apropiado de sus desechos, nada de esto es posible sin afectar al campo, los suministros vienen del campo, los desechos van al campo, mientras los citadinos solo proveen dinero, algo que crearon para logran una dependencia del campo con la ciudad, al exportar las necesidades creadas, como los pasatiempos, las viviendas de lujo, los autos, la ropa de diseñador, los instrumentos de diversión, como juegos, bebidas, espacios lúdicos, han hecho del campo un dependiente férreo, que trabaja el mismo camino de las ciudades, sin aprender por completo de lo que las cuidades viven.

Por ejemplo, las ciudades, como la Ciudad de México, Guadalajara o Monterrey, tienen graves problemas con el manejo de la basura, con las descargas sanitarias, con el tránsito vehicular y la centralización de los servicios, pero no lo ve la mayoría de las personas, se lo dejan a los invisibilizados, los que administran estos servicios, los sucios de la ciudad, que se encargan de mantener el sistema biliar, el sistema de recolecta y el sistema de descargas. 

Las tres ciudades están cruzadas por drenajes profundos, las tres desalojan en cauces, los tres tienen sistemas medianos de potabilización que,extrañamente, a unos kilómetros de la ciudad, el agua ya no va tan sucia, y llega al mar en condiciones óptimas, mientras que las ciudades exigen cada día más agua, más comida, más electricidad, más servicios de entretenimiento para paliar la paz que no encuentran. 

Las mentes de los citadinos están cambiando paso a paso, los dos años de pandemia han modificado fuertemente la forma de ver la vida, aunque aún tiene inercia la venta de vivienda en las ciudades, los viejos están empezando a moverse al campo, en busca de la paz que las ciudades no les dan. Los que tienen la oportunidad y pueden hacerlo, se están dando cuenta que por mucho que los arquitectos, ingenieros y urbanistas hagan bonita una ciudad,nunca será tranquila, nunca será amable, es dura con sus habitantes, les exige tiempo, les exige atención, les exige interacción, les exige más de lo que ofrece. 

La misma sociedad, embotada, inventa día, tras días, miles de normas que deben seguir aquellos que aman la ciudad. Los arquitectos, con tal de darle un poco de espacio a la mente, diseñan edificios altos, para que permita usar más área verde en la base del edificio, para permitirle a los habitantes sentirse en paz, pero las ciudades verticales tienen otras limitantes, hay que generar espacios de estacionamiento, generar accesos vehiculares, generar servicios adicionales que consumen mucha energía, como elevadores, bombas para agua, sistemas eléctricos especiales, controles de acceso y circulación peatonal. 

Aparte de que los habitantes de una ciudad vertical, en caso de un sismo, de una pérdida de su habitación, se darán cuenta que no tienen más que aire, que les han vendido humo, que comparten un pedazo de tierra y que solo sirve si está en pie el edificio. Mientras que en el campo tienes, el campo completo, puedes admirar la belleza de la creación y tienes la oportunidad de vivir tus días más tranquilo, hay menos exigencias, menos tensión, menos estrés. 

Las ciudades ocultan todo aquello que las afea, la mimetizan con las prestaciones que da. Eso no quita que las ciudades ahora sean las que tienen mayor índice de inseguridad y violencia, hay una mayor cantidad de accidentes vehiculares, el precio de la tierra se volvió enorme, es prácticamente imposible encontrar terrenos para construir y cada día la especulación los encarece, por ejemplo, en una ciudad un departamento en alguna torre de departamentos cuesta lo mismo que una residencia en alguna ciudad mediana. 

En las ciudades los riesgos sanitarios son mayores, la contaminación, la polución, las partículas suspendidas, los humos, los vapores, los polvos sucios, las heces que pululan en el aire hacen de la ciudad un caldo de cultivo atractor de enfermedades, las aglomeraciones son alicientes también para la propagación de las enfermedades infecciosas, la saturación de espacios y la ineficiencia de los servicios, quitan el bienestar de la población, la contaminación audiovisual provoca serios problemas sicológicos, lo mismo pasa con la contaminación auditiva. 

A pesar de ello, preferimos que las ciudades sigan encerradas en sí mismas, con sus problemas propios, que se consuman a sí mismas y que permitan al campo seguir proveyendo de lo necesario para que vivan, que permitan a esos seres vivir la vida de mejor manera, al fin, los vicios de las ciudades son fácilmente permeables, los jóvenes se encargarán de replicarlos en cada lugar que vivan, solo los viejos, amantes de la vida, seguirán buscando la paz, encerrados en sí mismos, con sus costumbres austeras y simples, que les permitirán vivir muchos años, acumulando sabiduría y conocimiento, necesario para que las generaciones futuras tengan de donde nutrirse. 

Las ciudades, como todas las civilizaciones del pasado, tienen un ciclo de vida, la depravación y degeneración existente, tarde o temprano se vendrá abajo. La conciencia colectiva buscará deshacerse de todo aquello que lo dañe, pero aún no es hora, todavía falta que las ciudades sufran un poco más.Llegarán los días en que el agua escasee, en que la energía eléctrica esté restringida, en que sea difícil circular en vehículos, más de lo que ya es, y que de nada sirva vivir en lugares con alta plusvalía.  

Ese día entenderemos que todo aquello que creamos solo es ilusión, que la modernidad es ilusión, que la tecnología es ilusión, que las ciudades inteligentes no lo son, son solo aparatos creados para hacerte la vida más cómoda, y la comodidad se paga, y se paga caro, con la vida misma. En la ciudad, muchos ni siquiera tienen vida, viven viajando y trabajando, salen a las 5 de la mañana rumbo al trabajo, para entrar a las 8 de la mañana, salen a las 6 de la tarde y llegan a su casa a las 9 de la noche, cansados, con ganas solo de dormir, trabajan de lunes a sábado, el domingo lo usan para dormir tarde, hacer alguna tarea sencilla y volver a dormir, así se les van 20, 30 o 40 años de su vida.

La sociedad basada en la competencia les exige ser mejores cada día, tener más cosas cada día, el mercado los presiona a consumir más, a crear más basura y dañar cada día más su mente. El tiempo corre rápido, al igual que sus vidas, hacía un destino indefinido, hacia la nada, cuando llegas a viejo, volteas y solo atinas a sonreír, nada de lo que hiciste valió la pena, pues apenas viviste, apenas conoces a tu familia. 

Ya viejo, ves que ellos siguen tú mismo patrón, salen temprano, llegan tarde, y no tienen tiempo de vivir, en el campo, sales de trabajar, te bañas y sales al porche de tu casa y te pones a contar historias viejas, tan viejas como ellos, o tan viejas como la memoria que las guarda, vas y vienes un par de veces de la parcela, puedes llevar a la familia, puedes no ir, y el trabajo allí seguirá, para comer habrá. En las ciudades, si no tienes trabajo, no comes, en el campo, si no siembras no comes, pero si siembras, no necesitas dinero para comer, el campo proveerá. 

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *