Despertar de la tierra

Autor:José Luis Valencia Castañeda
Era un día fresco, miércoles temprano, Severo se levantó para ir al cerro, pretendía conseguir una planta que tiene la utilidad de reforzar al sistema inmunológico, de nombre Páracata. La planta, en las lecturas se dice es usada en la tierra caliente michoacana como medicinal, pero le gusta la tierra fría. Así, a las seis de la mañana salimos rumbo a Las Yeguas, que es una meseta baja ubicada a 20 kilómetros desde nuestro origen, pasamos por viandas, agua y la compañía del Guardián, un perro cruza de Pastor Alemán.
A pesar de ser temprano, las personas del campo ya andaban en sus labores, muchos ordeñando, otros limpiando sus tierras, el progreso de la agricultura había cambiado mucho los lugares que íbamos recorriendo, las antiguas tierras de Cacanguio, ahora estaban siendo invadidas por árboles frutales, la economía no para, y la economía es progreso y el progreso trae destrucción de nuestros bosques. Es una por otra. La moral nos dice que debemos alimentarnos y tener una vida cómoda, y la comodidad hoy la da el dinero, y la agricultura hoy está dando dinero.
El pueblo de Cacanguio tiene una historia triste, como todo el municipio de Nuevo Urecho, ha sido denostado, mal visto y menospreciado; sin embargo, es uno de los municipios con más historia que hay en el estado. Desde luego, con las excepciones de Pátzcuaro y Tzintzuntzan, que tienen similares fechas de aparición en la historia, pues el creador de la cultura purépecha salió de Urecho, un pueblo que tenía como par a Cacanguio y los dos aparecen en la relación de Michoacán como centros importantes de comercio, y desde donde el Rey Tariacuri derrotó a su suegro para salir y formar el mayor imperio existente en lo que llamaron el clásico prehispánico.
Sé que suena extraño que dijésemos que era el impero mayor, aún que el Azteca, y es que el azteca era pequeño, lo que era grande era su influencia basada en las alianzas y domino por la fuerza. Desde luego Tariacuri forjó el impero basado en la violencia y tributación, al que se sumaron después otros reinos con talente pacífico como los Tecos, de los cuales algunas estirpes prepurepechas provenían, junto con los uacusechas, que fueron los realmente creadores del imperio purépecha.
Posterior a la conquista aquí religiosa, Cacanguio paso a ser una hacienda, después un simple potrero, luego un pequeño poblado y hoy con escasas veinte casas polvosas, tristes como sus habitantes. Sentí algo de coraje, no por que algo me hubiesen hecho,sino porque no puedo entender el ¿Cómo pudimos destruirnos nosotros mismos?, si éramos unos de los territorios más importantes del país durante varios siglos, de aquí salió la mayor producción de arroz del siglo XVIII, de aquí salió la mayor producción de añil del país, de aquí salió la mayor producción de maíz del siglo XVIII, cuando la hambruna del 1737 aquejaba a una región muy grande.
Gracias al impulso de Calama, aquí en esta región se impulsó el sistema de riego, como experimento, pues anteriormente el maíz solo se producía en temporal.
El pequeño poblado apenas daba señales de vida, ningún alma encontramos en el camino, solo los perros salían a recibirnos con sus ladridos. Mientras la camioneta tragaba camino, el polvo nos respetó durante el trayecto debido a una atípica lluvia que había sucedido durante la madrugada, es pleno abril, debería hacer solo calor, pero no lluvia. En años anteriores las primeras lluvias iniciaban el 23 de mayo, así lo había registrado durante más de 30 años en obras, pero desde 2019 los tiempos habían cambiado, y nosotros los hombres necios que acusáis sin razón, sin saber que son la razón de lo mismo que culpáis, ni siquiera nos queríamos enterara y solo hacíamos comentarios sin importancia de la forma en que se comportaba el clima, de manera azarosa.
Desde luego no creo en el azar, sé que hay un plan cósmico para la tierra y que está en camino y el clima es parte de ese plan. Así, entre pensamientos y rabias contenidas y mal dirigidas, llegamos a El Naranjo, allí los perros nos corrieron al Guardian, que decidió mejor regresarse, al ver que no lo defendíamos de la jauría que pretendía detenerlo, aunque no mostraba ningún temor y los enfrentaba sin pelear, pero no encontró apoyo humano, entendió que no lo queríamos llevar.
El camino de El Naranjo hasta Las Yeguas hicieron que entendiera el porqué nuestro municipio se hizo pequeñito, de tener más de 55 mil hectáreas a tener escasos 330 kilómetros cuadrados, que son unas 3,300 hectáreas, y es que nuestra población no entiende que la grandeza no se hace destruyendo, se hace construyendo, y entendieron que construir es tirar todos los árboles grandes que hay a su paso para sembrar pasto y meter ganado, aunque ni ganado tengan, aunque no construyan nada en años, pero sí usen la madera aunque sea de leña.
Esa mentalidad un tanto desviada de una idea de desarrollo y grandeza, es lo que nos ha empequeñecido, ningún empresario querrá invertir, si solo destruimos, ¿Quién se atreve a hacer unaserradero sustentable, si solo demolemos y no sembramos, ni siquiera la cantidad de recuperación?, ninguno, porque no es negocio. Así vimos cerros, tras cerros sin árboles, con mucha madera pudriéndose en el piso, con cientos de arboles destruidos sin alguna razón aparente, con caminos recién abiertos, no para sembrar, pero si para explotar las maderas. Los ojos de agua que antaño eran orgullo de los habitantes de la región, ahora estaban secos.
Iba cabizbajo, sin tener una propuesta en mente para mejorar la situación ambiental, que era más bien de consciencia colectiva. Don Casiano, que nos acompañaba, iba festivo, recordaba cada barranco, cada árbol añoso, cada peñasco que veíamos, allá había sido su tierra natal, perdido en el cerro, cerca del camino Real, por donde había medrado Jesús Cíntora y sus secuaces, allá en su tierra. Antes de que él naciera Cíntora tenía su cuartel, desde allí planeaba sus atracos, y allá guardaba sus riquezas robadas a las haciendas más desprotegidas.
A las de Lombardía y Nueva Italia no pudo robarlas, esas contaban con un buen pelotón bien entrenado de guardias privados, pero sí pudo robar en La Huacana, en Nuevo Urecho y varias cercanas, y murió cerca de la Zarda, muy cerca de su guarida. Todavía hay algunos que recuerdan la historia.
Don Casiano nos contó que relacionado a la lluvia de la madrugada, recordó el cuento de Don Chano, que le dijo ayer, y que relacionó hoy, que su mula, andaba muy inquieta, se tiraba de la reata con ímpetu, algo no común en un animal manso, dijo:- mañana va a llover, cada que pasa eso, la mula se pone nerviosa antes, y no quiere ni siquiera que la monte- y Casiano dijo que la mula de Don Chano predice el tiempo, pero aún no era tiempo de lluvia, por eso no le había puesto la atención debida, porqué ni era tiempo, ni creían que llovería, pero si llovió, y pensé, que efectivamente, los animales tienen el sentido muy desarrollado, mucho más que los humanos o al menos demuestran ser más congruentes, solo les falta hablar.
Cuando llegamos a la Zarda, buscamos al árbol llamado Paracata, a lo que íbamos en principio, no tanto a una lección del respeto y amor a la naturaleza, que esos dos hombres, Don Severo y Don Casiano, le tenían. Miraban cada árbol con emoción, quizá por la ola de recuerdos de su lugar de nacimiento, quizá porqué la sencillez de su alma los delataba. Cuando cortaron la rama del árbol, Casiano le dijo al árbol, con permiso, espero no te duela lo que estamos haciendo, y la cortó. Pocos son aquellos que les hablan a las plantas, y pocos entenderíamos que las plantas nos escuchan.
De la Paracata me comentó Casiano que la puedo usar como agua de uso, que consiste en hacer astillas la rama y meterla en un envase con agua, esperar a que se impregne y beber, puedo usar el tronco y la corteza. La usan para curar la gastritis, pero me la recomendaron para disminuir las crisis de alergias que sufro en temporadas. El nombre de la plana es Cassia Skinnery, en otros lugares la conocen solo como Paraca, es la misma y tiene el mismo uso.
Una vez obtenida la planta retornamos al origen, veníamos de espíritu festivo, la naturaleza nos había alegrado el día. Nos hace falta siempre un viaje con uno mismo, sin tener a más hombres a nuestro alrededor, solo arboles y aves, solos y la naturaleza, la tierra mostrándose tal y como es, para después en otra realidad, ver nuevamente la devastación y ver a la tierra como la entiende el hombre, la destrucción en su afán de poder, el poder de obtener dinero.