Despertar de la tierra

Despertar de la tierra

Despertar de la tierra       

Jugando a ser dios

La ingeniería del siglo XVII siguió vigente hasta finales del siglo XX, la imagen de dios estaba muy sobrevalorada en la mente del colectivo. Esa sobrevaloración hacía que dios pareciera un mero ente dador, sin respetar la sana comunicación y la intercomunicación de energías vitales. El hombre plantó a dios en un pedestal y comenzó a interpelarlo, a exigirle y a sobajarlo a simple médico y sanador de toda suerte de malestares del hombre. El dios omnipotente, omnisciente y ubicuo pasó a ser una mera marioneta en la mente del hombre, el hombre en su sed de sobreponerse al hombre mismo, le puso frente a dios a su más fuerte adversario para ayudarlo a jalar almas para sí. Así, el demonio o el diablo estaba permitido presentarse ante los hombres malos como premonición de una vida de terror después de la muerte.

 Así se mantuvo la sociedad presa de los miedos, presa del terror a lo desconocido y al terror empezó a catalogarlo como obra del diablo, y a las obras buenas o convenientes como obra de dios. Después vinieron muchas calamidades que hicieron al hombre dudar de la existencia de dios, ya que en su desesperación el hombre pedía y rogaba a dios le concediera todos los dones que no podía obtener por ignorancia, o por temor a lo desconocido. Día a día el hombre pedía y pedía y dios no concedía, parecía que los ruegos eran insuficientes, inicuos. Ante esa falta de respuestas claras, concisas, el hombre empezó a dudar de la existencia real de dios.

 Así, el hombre hambriento de poder, empezó a socavar la conciencia del hombre sencillo, le dijo que dios no escuchaba, que no lo entendía, ni lo atendía, que sus plegarias no serían escuchadas. Empezó a menospreciarlo, a atosigarlo y a jalarlo para usarlo en beneficio suyo, abusó de su ignorancia y lo humilló, así algunos hombres al verse adorados por los hombres sencillo, gracias a que les regalaban migajas, que su dios no les daba, se sintieron dioses, sentían que la obra de dios era insignificante ante sí, ellos sí daban respuestas y atendían plegarias, y así se erigieron en déspotas y dictadores, y la muchedumbre los empezó a alabar y a ver como tales. Así el hombre, desconociendo a dios, empezó a sentirse dios y empezó a modificar toda la creación que tenía a su mano: modificó las aguas, las hizo de colores, de sabores, deformó su estructura para su solaz, y cuando empezó a escasear, empezó a cosecharla, creía que todo era posible sin la ayuda de dios, pues el hombre era ahora el dios.

 En los Emiratos Árabes aumentaron las precipitaciones mediante la dispersión de sustancias químicas que favorecieron la condensación, a pesar de que las sustancias son consideradas dañinas para la salud humana. Efectivamente, hicieron llover, ¿A qué costo?, al de la salud humana. Sí, pareciera que generar el líquido vital fuese dar paso a la vida, pero también para la muerte. Pero eso no se dice, eso es malo. Lo bueno, es ver agua. El hombre en su afán de ser dios, modificó los alimentos, creó plantas resistentes a la sequía, plantas resistentes a las plagas, creo plantas que producían más granos que cualquiera que era conocida, se sintieron dioses alimentando a millones de bocas.

Lo que no dicen, es que la tierra ya no tolera a estas plantas, necesita a sus plantas originales para equilibrar su entorno, pero no son negocio. Entonces, la tierra tendrá que buscar el equilibrio de otra manera, y la manera es mandando plagas, pero eso no se dice, te enseñan a decir únicamente los triunfos. El hombre en su afán de ser dios, modificó a los animales para su fin: alimentarse, clonaron animales, modificaron la estructura de los animales, para hacerlos más musculosos y que el hombre comiera más músculos de animales, los modificó, para crear el mismo tipo de ser, para tener solamente a los mejores, despreciando a los demás, que son parte importante del equilibrio, y la tierra se desequilibró, pues las plagas de plantas aupadas en el uso de las semillas modificadas y en los animales modificados, sufrieron de plagas, provocadas por ese desequilibrio.

 El hombre, en su afán de ser dios, una vez experimentado con animales empezó a experimentar con el hombre mismo, ha querido hacer al superhombre. No sobre aquel superhombre mencionado por Nietzsche. No, sobre otro superhombre. Aquél resistente a los golpes, a las sequías, a las lluvias, al hambre, al dolor, de fácil curación, de difícil enfermedad. Un hombre equipado para la guerra, porqué el hombre ascendido a dios en la tierra, no es eterno en la materia, y busca en el superhombre alguna cura para la enfermedad llamada muerte y es capaz de vender su alma con tal de lograrlo. Más los homúnculos siguen sin despertar a la vida consciente, son mero pedazos de carne, como los animales modificados para alimentar a la creciente población, así como los granos que son modificados, que son meros depósitos de harinas, que serán usados como alimentos, aunque no alimenten, aunque solo llenen.

 El hombre en su afán de ser dios, modificó los suelos, integrándoles fertilizantes, y los hizo estériles, pero eso no se dice, el triunfo es que los suelos son ricos y dan alimentos, el fin, justifica los medios. El hombre en su afán de ser dios modificó el aire, lo usa como medio para dispersar los venenos que se dicen son beneficiosos para el hombre, porque matan a los seres indeseables, que maltratan sus alimentos, lo usa como conducto para que alimenten sus motores, usando el oxígeno para quemar los combustibles. Eso es bueno, es progreso, pero no dicen que esos elementos son veneno para sí mismos, y que el progreso, cuando de verdad te alcanza, es cuando estás postrado en una cama tratando de respirar el aire que modificaste, pero que no puedes aun regresarlo con un antídoto que te abra las vías respiratorias.

 El hombre juega a ser dios, cuando se proclama salvador de almas, vendiéndoles a las personas la idea de que dios vino y los eligió, y son ahora sus representantes. Más no les dirán a sus adeptos que dios existe en cada ser vivo de la creación, que cada persona es el dios vivo y que su representación está en las obras de cada ser. Los animales, plantas y minerales no necesitan a dios para ser, ellos son dios, dan sin esperar nada a cambio, cumplen la excelsa función de ser seres dadores de vida, y vida son ellos, con el dios interior apurándolos en la creación de más vida y su forma de ser vida es apoyada por aquellos a los que les da vida, se reconocen en los ciclos propios de la naturaleza, saben cuándo actuar, cuando no hacerlo, saben cuándo medrar y cuando hibernar, miles de seres vivos esperan pacientemente el día en el que deban aportar su trabajo, miles de semillas están hibernando a cientos de metros bajo la tierra, miles de minerales están multiplicándose, o muriendo fuera y dentro de la tierra, miles de animales están ocultos en la oscuridad a la espera de aportar su simiente para que la tierra cumpla su ciclo.

 Solo el hombre, el inefable hombre lucha contra sí mismo queriendo ser, sin saber que camino elegir: el de los hombres, o el de los dioses. Mientras le llega la inspiración, el hombre vulgar jugará a ser dios, aun a costa de la vida de él y de quienes lo siguen. Habrá sí, siempre habrá hombres que serán los cimientes para la nueva raza, aquellos que han reconocido al dios que llevan dentro, que viven en armonía con la creación, que traen la luz interna encendida y cuidan de la tierra, porqué la reconocen como igual, ellos encontrarán el camino que los libre de las pesadillas que la naturaleza les prepara, no como castigo, sino con reacción al equilibrio que necesita. Mientras la muchedumbre seguirá a sus dioses, hombres a la espera de que les resuelvan la vida, sin preocuparse por sí mismos, seguirán a líderes que les prometerán la vida eterna, les prometerán la panacea de salud que buscan, y a pesar de eso, seguirán muriendo y seguirán buscando fuera de sí mismos a un dios que los proteja, alejándose de toda idea de dios, usando sus pensamientos de manera negativa, usando los recursos de manera inadecuada, destruyendo la vida en la tierra en un afán de progreso, esos morirán sin encontrar la paz en su mente y vagarán errantes hasta que la rueda de la eterna muerte se pare y los dirija hacía otro derrotero.

 Gracias a ellos veremos aumentos, de muertes por inundaciones, muertes por sismos, muertes por desplomes de edificaciones, muertes por el uso de la tecnología, muertes por el afán de poder y querer mantenerse en el pedestal de dioses, muerte por el uso de alimentos inadecuados y modificados, ya sean semillas o carnes, el destino es la muerte de la sociedad, aunque tengamos en la mente que la muerte es parte del ciclo de vida, la muerte les será más ruda, más cruel, más fuerte, más dolorosa, y sentirán que la muerte solo será la de la carne, no la del espíritu, esa no la creen, ni la toman en cuenta, el espíritu lo dejan para los amantes de lo desconocido, para otros, que no son ellos, para la muchedumbre, la vida es solo una, y el crecimiento o derrota solo se da en esta. Por ello hay que agotársela, y lo harán, y tendrán lo que les corresponde, jugar a ser dios no ha traído paz a la tierra, ser dios en sí mismo, nos da paz interior, nos hace uno con la tierra, nos hace olvidar que las guerras solo se dan en la mente de los hombres y que los hombres son los únicos capaces de pararlas, mientras no encuentre a dios en sí mismo, buscará a dios en algo más, que no será malo encontrarlo en alguna otra creación, lo malo está buscarlo en la imagen de otro hombre.

Debemos de dejar de jugar a ser dioses, y dejar a la creación manifestarse y curarse a partir de hoy, la tierra no soporta más, el destino nuestro será perecer, pero hay maneras de hacerlo, como simples y comunes mortales o como verdaderos maestros.

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