Despertar Poético

Presos

Somos presos de lo que nos enseñaron, hasta que decidimos aprender por cuenta propia, si pasas a ese estadio estarás a un paso del paraíso. La libertad es tuya, la habrás alcanzado, son pocos los que logran ese cambio, a pesar de que todos somos llamados, son pocos los elegidos. Nuestro inconsciente trabaja arduamente para llegar al llamado, pero es incapaz de desentrañar esa parte de la verdad. Cientos de filósofos se han adentrado tanto en el estudio de la conciencia del hombre, que han logrado descubrir las hebras que unen al cuerpo con la conciencia, y se han quedado maravillados de los prodigios que esto encierra, con ello nos dan las pistas para encontrarnos a nosotros mismos, como si no lo supiésemos, nos prestan un espejo y nos confrontan, para que nosotros en un ejercicio de mayéutica sepamos quienes somos.

 Carl Jung, uno de los más grandes filósofos de los últimos años, conocido más por la psicología que por la filosofía, alumno de Sigmund Freud, nos regala las señales más certeras del paso que debemos seguir aquellos que estamos presos en la parafernalia de la muchedumbre. Para alcanzar nuestra libertad, este filosofo señala que “hasta que lo inconsciente no se haga consciente, el subconsciente seguirá dirigiendo tu vida y lo llamarás destino”, y el destino será todo efecto de los actos realizados.

Hemos estado coaccionados sicológicamente para actuar como lo hacemos, hemos sido adiestrados para hacer lo que hacemos, hemos sido diseñados para actuar en contra de nosotros mismos y no nos enteramos, nos fueron encerrando como la alegoría de los cerdos salvajes, cuando el hombre quiso domesticarlos fue colocando bellotas en un camino que se dirigía a la aldea. Durante varios días les colocaba las bellotas, hasta que los cerdos se acostumbraron a tener comida segura, iban comiendo sobre el camino. Después el hombre colocó una cerca en la parte más alejada de la última bellota, hasta que se acostumbraron los cerdos a la cerca. Después colocó dos laterales, y durante algún tiempo siguió colocando bellotas con las tres cercas colocadas, menos la que cerraba la entrada, y los cerdos se acostumbraron a la cerca. Al final solo bastó colocar la cerca de enfrente y los cerdos ya no opusieron resistencia, y quedaron encerrados.

 Al hombre bastó durante mucho tiempo encerrarlos en el miedo y por el miedo permanecen dentro del corral, aunque sepan que la política y la religión son solo ideas, son solo percepción, dirán que son dos corrientes filosóficas necesarias para el mejor desempeño social y espiritual, y justificarán sus cadenas, justificarán el tener el pie en el cuello, señalando que no es tan malo, porque los deja respirar.

Cuando somos niños, nuestras mentes tienen la libertad de viajar, de ser, de razonar y de actuar. Conforme crecemos, empezamos a ser bombardeados por información que no necesariamente es útil para el desarrollo del hombre, es útil para intereses de ciertos grupos, y nos la hacen llegar entre las multitudes para reforzarla y hacerla útil. Cuando la muchedumbre da por confirmada una información, la divulga y se acepta. En ese momento nuestro subconsciente la graba como información válida, verdadera y útil, sin cuestionarse personalmente sí lo es, solo la acepta, por haber pasado el filtro de la muchedumbre, esa es la primera cerca, y se llama familia, la segunda se llama sociedad, la tercera educación y al final la puerta llamada necesidad creada.

 Así se forja el corral en donde nos metemos gustosos, y nos justificamos unos a otros, adulando el lindo color de los barrotes, adulando el brillo hermoso del candado con el que nos encerramos, besamos gustoso la mano de aquél que nos da de comer, consideramos próceres a personajes más siniestros que nuestra propia conciencia, y los justificamos diciendo que son humanos, solo que aquellos ya se acostumbraron a vivir de ti, te vampirizan, de chupan todo lo útil que tienes: dinero, energía, fortaleza y tus emociones. Te manipulan al grado de que adoras tus propios barrotes, te dirás preso de las circunstancias, a sabiendas que eres preso de tus propias debilidades, y las justificas alineándolas con las debilidades de los demás, de toda esa marabunta de personajes que se sienten identificados.

 Cuando la identificación debería ser la diferencia que tienes con los demás, derivada de tu nivel de conciencia. Ese que está regido por tu nivel de desprendimiento de la programación social, en la medida en que te sientes libre de elegir y de hacer, no elegir algo que ya eligieron por ti, sino aquello en lo que no tiene interacción la sociedad; por ejemplo, tu percepción del mundo, tu conciencia, tu pensamiento, tu vibración, tu circulo filial. Ese poderoso circulo que te protege. No las amistades por circunstancia, no los maestros y alumnos temporales y transitorios, sino lo que es eterno, la energía, que se transforma conforme aprendes las lecciones de la vida.

 Las cadenas empiezan a desaparecer cuando ninguna prisión te es gravosa, y la minimizas, empieza a desaparecer, la cárcel se convertirá únicamente en un concepto, solo será semántica, cuando te conozcas y te identifiques contigo mismo, lo externo será accesorio, lo superior estará en ti.

Liberarte de las ataduras es más sencillo de lo que parece, la única complicación es uno mismo. En psicología te enseñan a que primero aceptes la enfermedad sicológica y después la empiezas a curar, de manera similar. Debemos reconocer que estamos presos de hábitos, que estamos presos de defectos, estamos presos de nuestros juicios, estamos presos de nuestra percepción, el liberarnos es solo la sicología invertida, los hábitos se modifican sustituyéndolos por el hábito contrario o que da resultados contrarios al que nos afecta; por ejemplo, si pintas negro y tu pensamiento es negro, solo cambia de color, así como si pensaras en maldad, es menester cambiar el hábito a bondad; si tienes un ego elevado, se puede modificar al ego que lo equilibra; si tienes la percepción de ti mismo de manera negativa, es empezar a modificarla de manera positiva, los decretos del Yo Soy, son útiles, porque ninguno de nosotros quiere decir Yo soy un tonto, Yo soy un inútil, a sabiendas de que nadie es tonto e inútil como para que la vida lo haya traído a este plano sin ninguna utilidad o destino.

 Evidentemente el destino lo podemos hacer favorable a nosotros con solo el cambio de hábitos, pensamientos, percepciones y atacando a los egos o los siete demonios que son los siete pecados capitales. Retirándoles la atención podrías quitarles poder, el poder de hacerte desgraciado, el poder de hacerte infeliz, el poder de hacer presa de tus propias debilidades. Con solo una vuelta de tuerca, estarás viendo la otra cara y te gustará, ya no estarás en la frecuencia de la negatividad. Hemos visto a lo largo de la vida como la cultura negacionista del mexicano promedio ha sobajado la moral, al encasillarlo en ser pobre para poder aspirar al reino de dios, señalando que la pobreza es un requisito. Lo que no le explicaron a esa multitud es que la pobreza no se mide únicamente en dinero, se puede medir en todas las proporciones que el hombre tiene en su conducta. Puede ser pobre de defectos, en ese momento manifiesta la riqueza en virtudes, la pobreza solo será un estado de ánimo que se puede modificar al tocar la canción que tenga los acordes positivos.

Debemos dejar esas cárceles mentales para convertirlas en jauja, donde la riqueza sea representada en todo lo que el hombre toque o piense. Ahora su percepción será de prosperidad y no de carencias, la palabra pobreza debe ser redireccionada, debemos ser pobres en todo lo que nos afecte, para que la riqueza de todo lo que nos eleva aumente, es quitar las rejas de nuestra propia desgracia, para convertirla en gracia, es dejar pasar la luz. Como el relato de la señora que todos los días se levantaba por la mañana, corría las cortinas y juzgaba la ropa tendida de la vecina, le comentaba a su marido -La vecina no lava bien sus sabanas, posiblemente no tiene para un buen jabón, o posiblemente no las sabe tallar, mañana iré y le enseñaré a lavarlas-.

Después de varios días criticando el aseo de las sábanas, sin hacer ninguna acción, el marido le responde -mañana le enseño a la vecina a lavar sus sabanas-. Al otro día, la señora corrió las cortinas y se sorprendió al ver las sabanas perfectamente lavadas y limpias, y le pregunta a su marido – ¿Fuiste a enseñarle a la vecina a lavar las sabanas? -, el marido, sin salir de la cama, le respondió -No, solo lavé los vidrios de la ventana-.

Así nosotros, debemos aprender a limpiar los vidrios de nuestra ventana, antes de juzgar al vecino, nuestra vista debe estar limpia, libre de impurezas. Así nuestra cárcel sensorial, de percepción y de defectos se irá derrumbando, y como el protagonista de Jalil, podemos estar en una cárcel verdadera sin siquiera darnos cuenta que existe, porque seguiremos siendo nosotros mismos, sin que nos afecte lo que el mundo juzgue, porque la percepción del mundo será de ellos no nuestra, la nuestra la tenemos que cultivar día a día.

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