Despertar Poético

Despertar Poético

La vida del asceta


La soledad es contagiosa, se vuelve una salida al tráfago social que atosiga a los espíritus libres. Los espíritus esclavizados, que están apegados a todo aquello que la mente crea, tienen miedo a la soledad, gustan del ruido, gustan de la aprobación popular. El hombre libre buscará siempre la perfección del espíritu y la pulcritud del alma, buscará la soledad, en ella encuentra al Dios perdido en las ideologías múltiples que solo confunden al alma y borran las huellas en el camino del buscador.


Un día de septiembre, de un año lejano en el tiempo, subí a la montaña. Estaba hastiado de tanta frivolidad, la mente del hombre me había contagiado la idea de que todo aquello que sonara a modernidad debía ser elogiado y elevado a norma, mientras que la vida sencilla, armónica con la naturaleza, debería ser borrada de la historia del hombre; la técnica y la tecnología debían sustituir a las labores simples.
Por algo el hombre moderno era distinto al hombre anacrónico, ya no se peleaba por cazar venados, ni pescar en los ríos, ahora la pelea era por papel de baño en los supermercados.


La ciencia vencedora de las mentes débiles ganaba una batalla, ni siquiera era arduo el trabajo de la ciencia, bastó con poner a un monigote como el héroe salvado por la ciencia para que las mentes perdidas dieran por verdadero aquello que pregonaba. Esa técnica les funcionó hasta el 2018, algún personaje con reconocimiento nacional ponía en sus manos un producto, elogiaba su contenido y los resultados que abonaban a la comodidad del usuario y ese producto se vendería por si solo, así envenenaron a las mentes débiles. Alimentos, medicamentos, educación, creencias, todo era susceptible a ser vendido Busqué por todos los medios despertar del engaño a las personas, advirtiendo el daño del que serían objeto y no fui escuchado, las frases de que aquello que no se ve, no existe, eran propias de una ciencia que no tenía más sustento que un estudio que cualquier niño de primaria puede llenar como formulario para entrar a la sala de juegos de su preferencia y esa ciencia que demostraba que algún alimento era sano, es la misma que ponía en entredicho que no lo era. Luego entonces la ciencia ni tiene la verdad, ni es exacta, no debería ser aceptada como tal.
La ciencia debería de ser considerada como la palestra del engaño, donde el más poderoso gana por el poder de su dinero, con eso puede modificar todas las normas. Desde luego las normas se hicieron para poder asegurar la atención de los engañados, para que se sientan protegidos, se sientan atendidos y que lo que consumen cumple con algo, y que hay alguien que lo regula, si vas a la naturaleza, la única norma para alimentarte es saber la dosis de lo que te vas a comer, no se requiere de ningún organismo especialista en algo que norme el consumo.


En la naturaleza no requieres de supermercado, no requieres de psicólogo, pues no existe la tensión nerviosa, no existe el estrés, no existe la ansiedad. Si no entras en la dinámica del consumo de la modernidad, no entrarán en la dinámica de la ansiedad por un futuro que no entiendes, mucho menos si no te has encontrado, si no te has buscado, si ni siquiera has pensado en ti, porqué le dejaste toda esa responsabilidad a terceros, de niño a los maestros, tu salud a los médicos, tu paz a los gobiernos, tu alimentación a la industria, de nada te haces responsable, pues hasta del trabajo se hacen responsables otros, tú solo pones tu esfuerzo como un esclavo antiguo, que solo ponía su esfuerzo por comida.


Ahora te soltaron algo de hilo y te dan algunos satisfactores como premios para que sigas regalando tu esfuerzo, alguna televisión, algún teléfono, algún mueble más elaborado, algún inmueble, algo que te haga sentir que eres superior a algo, pero sigues siendo el mismo esclavo, trabajando cincuenta o sesenta horas a la semana, olvidándote de tu familia, ves poco a tus hijos, ves poco a tus padres, ves poco a tu esposa o marido, los padres se irán diluyendo en el tiempo, sin tener la atención de los hijos y justificarán eso por la cultura del esfuerzo, entenderán a su manera que sus hijos deben trabajar, y no podrán estar con ellos, y un día desaparecerán. Los hijos serán educados por la inteligencia artificial y cuando menos acuerden, no tendrán los valores que los hacen humanos, serán unas maquinas programadas para consumir únicamente.

La familia desaparecerá, porqué ya no sabrán como conformarla, porqué entenderán a la sexualidad de manera errónea y esa forma de entenderla estará sustentada por leyes y sentirán que es la nueva normalidad, como fue normal la esclavitud en otros tiempos. Por esas razones he decidido abandonar las ciudades, he decidido buscar la paz interior y la encontraré en algún lugar donde el hombre no destruya lo que el creador construyó, voy como los viejos nativos del norte de México, a buscar mi cueva para morir en paz, lejos de la tribu, para no provocarles pena, ni problemas y ellos se puedan dedicar a vivir sus vidas como su destino esté trazado.


Cuando iba saliendo de la ciudad sentí cierta nostalgia, la costumbre de tener todo a la mano me halaba y me provocaba ansiedad, pensaba que no podría sobrevivir más de dos días sin comer ni beber de lo que tenía el refrigerador, pero debía intentarlo. La naturaleza me empezó a calmar conforme caminaba, y siempre tenía la oportunidad de regresar a la seguridad del grupo, pero ya estaba cansado de gritar sobre el engaño, estaba cansado de alertar sobre la manipulación y nadie hacía el intento de salir de ella, todos se metían de lleno al oscurantismo.
Las iglesias ya no pregonaban la palabra de dios, solo pedían diezmo en nombre de dios; los políticos ya no ayudaban a los ciudadanos, solo daban migajas para simular que hacían algo por ellos; los médicos ya no sanaban almas, solo curaban cuerpos heridos; los maestros ya no enseñaban valores morales, alguien les cortó esa materia y les cambió la moral por otra más permisiva; las calles eran un tráfago de maledicencias enorme, no se respetaban entre ellos, se habían perdido en el camino, de nada servía que un viejo saliera a la calle a mostrarles el camino, si tenían la vista obnubilada y la mente con niebla.


Los habían dormido con el sueño de los justos, las enfermedades pululaban donde se suponía debería existir salud, si todos los alimentos y los medicamentos cumplían con las normas que alguien regulaba en bien de todos, y estaban en aumento las enfermedades de la mente, pero ya no se podían nombrar, se tenía que suavizar el lenguaje para no ensombrecer los seños frágiles de los cretinos, los trastornos sexuales, emocionales y sociales se volvieron problemas de salud pública, y solo se extienden justificaciones y placebos.
Este viejo no entiende porqué la sociedad ama el dolor y no busca en su propio cuerpo la salud y la paz, no las encontrará en ningún otro lado. Todos aquellos

que basan sus recursos en la ciencia solo les darán placebos que ocultarán el dolor por un tiempo, después se hará eterno.
Así, mientras reflexionaba, los árboles empezaron a surgir cual gigantes guardianes indefensos ante la potente maldad del hombre. La tarde estaba cayendo, el cansancio se iba haciendo latente, debía buscar algún lugar para descansar y repostar agua, y cerca no se veía algo seguro, elegí una gran roca, sobre ella extendí la cobija y me recosté, las estrellas empezaron a hacerse notar, podía verlas, pero no entenderlas, ¿Serían esas luces algún objeto tangible o serían ilusión como la que nos da la ciencia?, podrían ser el reflejo de algo lejano que se presenta en una enorme pantalla, como en el domo de un planetario moderno. Las veo discurrir lentas, pacientes, iluminando la bóveda.
El espectáculo es impresionante, muchas de ellas las conozco desde mi niñez. Por fin allí me he olvidado del hombre y sus eternas batallas para dominarse a sí mismo, por fin soy yo, el hombre completo, sin la necesidad de tener al ruido infernal de la modernidad.

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