Despertar Poético

Despertar Poético 

Autor:​​​​​José Luis Valencia Castañeda

El camino

He vivido muchos años, la vida ha sido generosa conmigo, y no sé qué tan generosa será en el futuro, a pesar de ello, le estoy agradecido, he vivido todas las experiencias que un ser puede vivir: dificultades y buenos vientos. Los malos ratos, las malas experiencias, los golpes que la vida me dio, los dejaré para aquellos que tuvieron a bien dármelos, ellos podrán presumir que me pusieron el pie en la cara, eso me hizo madurar y creer en mí, me levanté con un nuevo saber, con el conocimiento de una nueva verdad, de una nueva forma de ver la vida.

Los malos ratos, son también parte de la vida, y son malos, únicamente porqué así los percibimos, porque en la vida nada es bueno, nada es malo, solo son acciones, solo son sucesos que vienen en cadena sucediéndose, uno a uno. Si por alguna razón uno entra en esa espiral de acontecimientos y sale con algún raspón, debemos agradecer, ya que la cicatriz que nos deje ese raspón, nos recordará que esa vereda o esa parte del camino no era lo correctoy cambiarás el rumbo, para dirigirte a mejor puerto, y el mejor puerto está allí, cuando te miras ante el espejo, lo ves, día a días convives con él, ese es el destino. 

El destino eres tú, el personaje que debe representar la novela llamada vida, si logras encarnar en tu personaje personal, si logras ser tú mismo, estarás en ventaja contra aquellos que siguen experimentando en vidas ajenas, que no saben cuál mascara elegir y se pierden entre el entramado del teatro de la vida, y miles caminan juntos comparando máscaras y se identifican, porque portan la misma mascara, creada en la misma fabrica llamada sociedad y caminan el mismo camino, cometiendo los mismos errores, creyendo que eso es normal, solo porque miles de seres no deben estar equivocados, sin embargo, no es así. 

Ahora sabemos que cuando sigues a las multitudes, cuando sigues a múltiples seres que comparten contigo muchas emociones y afinidades, solo estas siguiendo el camino al tártaro de la manera más recta posible. Cuando dejas las máscaras de fabricación en serie, cuando dejas de representar al personaje que crees te queda mejor y comienzas a descubrirte, las máscaras de serie te pareces fofas, sin lustre, simples, sin brillo, sin vida, sin emoción, pues en ellas las emociones son fingidas, porque tienes que representar lo que la mayoría quiere, porqué esa mayoría eso hace y te sientes cómodo, pero no feliz, no en paz. 

Un día, de hace treinta y cinco años, mientras leía bajo la rueda de Herman Hesse, me hacía las preguntas clásicas de los adolescentes: ¿Qué hago aquí? ¿Cuál es mi destino?, ¿Lo que estoy dándole de alimento a mi mente es lo correcto?, y asentía, confiando en mi buen instinto de lector nobel, apoyado por grandes lectores. Pero en cuanto más leía, me alejaba de la realidad que tenía al lado, ya no disfrutaba los momentos entre los amigos, porqué sentía que perdía mi tiempo, que las futilezas de ellos no eran compartidas por mi mente en proceso de maduración, que me estaba formado de una manera distinta. 

Empezaba a cuestionar todo aquello que estuviese en contra del hombre mismo, contra la vida, contra la naturaleza misma en todas sus expresiones. Me contestaba firme que mi vida en este mundo no era el simple destino de todos, el nacer, reproducirse y morir, debía haber algo más profundo que justificara que un ser como yo, que a corta edad empieza a alejarse de los placeres mundanos, como si ya los hubiese vivido antes, como si esas experiencias hubiesen sido sobreseídas, como si las complicaciones de pareja fuesen obstáculos puestos allí en un afán religioso para caer en la tentación. 

Así entendí las relaciones sociales, mis amistades se empezaron a reducir a unas pocas, las demás serían solo personajes representando una escena, en la que yo debía participar con un par de líneas, solo porqué coincidíamos en las líneas del tiempo, y al no tener un interlocutor, un fardo para recibir golpes, seguían su camino, en la búsqueda de alguien más afín a sus intereses. Así, leí a Nietzsche y me quedé con un mal sabor de boca, en “Así hablaba Zaratustra”.Cuando leía el sacrificio del Anacoreta, que se despedía de la sociedad, para irse a vivir en soledad, se me hacía algo extraordinario, algo que yo debía de hacer una vez en la vida, alejarme totalmente de todo aquello que sonara a escena mal planeada, donde entrarías sin tener un libreto, improvisando. 

Entendía claramente que toda improvisación conlleva un riesgo y el mayor de esos riesgos es la muerte y yo no quería morir sin saber cuál era mi destino, lo tenía que descubrir. Así que me avoqué a leer y leer, con una mira fija: “toda la lectura o experiencias que me toque vivir hoy, son la preparación para una vida futura”, y tenía razón, ni los amigos que abandoné y los dejé tomando solos, los dejé ir a las fiestas solos, a los que dejé pelearse con la vida solos, ya no existen, muchos han muerto, otros tantos se han olvidado de mí, y aquí sigo, caminando en un camino alterno, aledaño, con u derrotero distinto, como si no fuésemos el mismo ser social, que convive y paga sus impuestos, como si algo nos diferenciara. Eso me daba ánimos y me obligaba a seguir ese camino.  

Recuerdo que una de mis ensoñaciones era que la diferente máscara que usaba yo, me permitía ir por ese otro camino, lateral al de los demás. Veía la fila enorme e interminable de personajes con la misma máscara, sonriendo, bailando, brincando, sufriendo, llorando, gritando, embelesados de sí mismos, caminando hacía un hoyo profundo, negro, siguiendo los pasos de los demás confiados en su acompañamiento. Al sentirse acompañados, creen que su dolor es más ligero, si es asumido de la misma manera por los demás, como si ese mismo dolor existiera eternamente y que no hubiese un camino distinto.

Cuando por alguna razón, alguna de mis amistades se interesa por conocer mi vereda, se le hace tediosa, sin alma, pues voy solo, y decide reintegrarse al rebaño, mi camino, lo veo y pasa al lado del hoyo, lo rodea y no entiendo por qué no lo ven ¿Qué será lo que los ciega? Ya viejo, caminando a la orilla del precipicio donde caen todos aquellos que usaron la misma mascara, me entero, que es eso: la máscara que eligieron es la que los ciega, si tan solo se la hubiesen quitado y se hubiesen colocado la propia, se habrían dado cuenta que al lado del camino que los lleva a la destrucción hay otro, más limpio, menos transitado, más cómodo, más plano y más longevo. 

Eso te permite identificar el destino de tu alma, así me pasaba los días, viendo pasar a las personas, dejándolas morir sin intentar ayudarlas, algunos me preguntaban: ¿Por qué no las ayudas si tienes una forma de ver la vida mejor? Yo siempre respondía, nadie de los que ves caminando en el amplio camino de las emociones entenderá el camino del espíritu, nadie que camine cegado por las mil mascaras que tiene que representar en la vida, podrá ver su verdadera esencia, entenderá lo que el personaje quiere interpretar, después regresará a la senda en donde se siente aplaudido, acogido, ensalzado, así entiende la vida, no tiene caso desperdiciar tiempo y esfuerzos intentado desenmascararlo, el irá siempre eligiendo el camino de las emociones. 

Sé que se acordará de mi cuando las moiras estén con las tijeras en sus hilos, cuando el guardián del espíritu santo esté a su lado, allí empezarán a temer y recordarán que había un loco que caminaba al lado de los cuerdos y que los cuerdos morían por su locura colectiva, mientras el loco, iba solo, feliz, por un pequeño caminito, disfrutando del paisaje, de la naturaleza, platicando con todos los seres invisibles de la tierra, como si fuesen grandes camaradas, sin embargo, hoy, cuando el que recoge la mies está a su lado, quieren ser los locos, que siguen vivos, caminando en la senda iluminada por el sol y dejar de lado ese antro oscuro que infunde terror, que muchos le llaman muerte y que yo, de este lado le llamo trascendencia. 

Allí es donde veo la importancia de las lecturas, de la manera en que alimenté mi espíritu, a pesar y en contra de la voluntad de la colectividad.  

Si ya en la adolescencia criticaba al sistema educativo por ser cuadrado y rígido, se imaginan hoy, que no dependo de él, que no me importa como sea, si yo aprendo a mi manera, busco y elijo que leer, que escribir, que comentar, sin las restricciones del pasado, que reprimían la imaginación y el desarrollo armónico de las facultades espirituales, emocionales o físicas.

Para mí la educación escolar era solo un escalón que se debía subir para poder comer, para poder entender a los demás, para poder convivir sin tener que aislarte como Zaratustra, porqué las experiencias que te hacen grande y le dan sentido a la vida, son las que vives presionado por las mentes fatuas de las multitudes, si logras sacar del fango a uno, tu vida tendrá sentido, porqué ese uno, podrá ser el salvador del mundo. 

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