Ficciones II

Ficciones II
Antonio Dega
Los dioses del papel
La emoción que representa otro día soleado es inexplicable para la mayoría de escritores que me acompañan este viernes por la mañana. Estamos bendecidos con la virtud de la palabra, la magnifica y pura dirección de convertir nuestros pensamientos, anhelos y ficciones en un universo en donde podemos intervenir en las decisiones de nuestros personajes, podemos forjar su carácter, profundizar en sus emociones, diseñar su rostro y su corporeidad y su sonrisa y su belleza o misteriosa presencia. De algún modo u otro, puedo afirmar que nosotros los escritores somos dioses jugando a diestra y siniestra con las cualidades de la realidad que decidimos crear.
Por mucho tiempo, y hasta el día de hoy, me atrevo a decir que gozo con diseñar sus días sombríos, generalmente noches, y sus aspectos y auras totalmente misteriosas y engañosas. Pero hasta este momento, en el que incurro a escribir mi segundo texto perteneciente a las ficciones, caigo en cuenta que pocas veces le regalo un día soleado y esperanzador a mis personajes. La voz interior que dicta las características de mis textos conduce a vidas decadentes, vidas carentes de sentido o en una interminable búsqueda del mismo. Quizá para cada uno de nosotros hay un Dios diferente, un escritor sobre las inmensas nubes de nuestra mente escribiendo cada detalle de nuestras propias realidades, realidades en donde hay longeva luminosidad o constante tormento y desconsuelo. Quizá para esos dioses solo somos piezas en su obra literaria, obra teatral o un simple juego, en donde intercambian desinteresadamente el orden factorial a su antojo. O quizá para cada uno de nosotros hay un número establecido de experiencias favorables, infortunios, decenas de peripecias o una grata, pero breve estancia en su papel, todo esto a expensas de la siguiente oración que decidan escribir.
Las condiciones humanas, según señalan algunos ensayistas sobre las obras mexicanas del siglo pasado, son de constante decadencia, desesperanza y una agobiante espera de la muerte. El día soleado es selectivo, pero la música suena para todos, suena en estos instantes para este Dios creador de realidades. Para este momento génesis observo el baile de los coloridos, en medio de las cotidianidades más sencillas y aburridas, que con la mano de un divino interventor puede convertirse en un melodioso y enérgico momento de danza, de besos y abrazos, donde converge el éxtasis humano por la única dicha de vivir el momento, enamorados de lo bueno, disfrutando lo malo, resonando en los rincones más arbitrales, esperando concluir este breve, pero profundo pensamiento sobre lo que somos capaces de crear los visionarios, los que no estamos dispuestos a cerrarnos a una simple visión, un destino escrito que puede romperse cada instante que deseemos mirar al otro lado del horizonte, cuando deseemos profundizar nuestra visión en medio de la noche o encandilar nuestros ojos por la luz del sol, del siempre naciente sol.
En cada texto sobre la identidad y sentimientos de los escritores nos encuentro como seres rotos, seres que son capaces de curar sus heridas a través de las letras. El día de hoy acepto y defiendo la idea de poder describir un radiante sol, una hogareña playa, un roce de arena semejante a caricias. Hoy el escritor escribe a la belleza de la vida, la belleza de ser infinitamente improbable y, ante todo pronóstico, respirar aquí y ahora.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

A %d blogueros les gusta esto: