Opinión

ARENA SUELTA

ARENA SUELTA
POR TAYDE GONZÁLEZ ARIAS

LA COMARCA

Cuando despedíamos el 2019, al igual que en otras anualidades, se regocijan los corazones en la esperanza y el deseo de un año venidero que nos pudiera sorprender, ofreciéndonos oportunidades, para que, en cada uno de sus doce meses, se nos presentasen tantas opciones que pudiéramos hacer nuestras, para cumplir cada una de nuestras metas, pero vino el 2020 y nos tomó por sorpresa. De modo que, los que se encontraban de viaje en Europa, no pudieron salir, por que tuvieron que quedarse en cuarentena; más aun los que estuvieron en China, pues se convirtieron en los sospechosos de primer orden por ser posibles portadores de un virus mortal.
La gran pandemia mundial que llegó de Asia, ya se extendió por todo el mundo, ha traído también pruebas de resistencia en todos los núcleos sociales y el año 2020 pasará a la historia por el mal recuerdo para muchos, por el sabor amargo para otros, sobre todo para aquellos que han visto partir a sus seres queridos. Posiblemente para quiénes aún siguen sin creer en la existencia del mal, ya para esta fecha, sí, sean víctimas del cierre de sus establecimientos, porque los despidieron o descansaron de sus trabajos.
Ciertamente, esta siendo muy complicada la vida para los mexicanos, pero más lo ha sido para quiénes se han tenido que quedar sin alimento, debido a que no pudieron salir a vender sus productos o porque el salario que percibían dejó de llegar. Como sea que nos esté tocando vivir esta emergencia sanitaria mundial, más de uno seguramente también ha sabido lo que es estar encerrado y demás preocupaciones, pues también han vivido crisis nerviosa, estrés, ansiedad y depresión; males que merman la calidad de vida y que nos hace mal vivir o mal estar situaciones que por sí solas, ya nos hacen víctimas potenciales, por este mal temporal.
Para evitar caer, debemos seguir mostrando fortaleza, hemos de llamar a los amigos y a la familia cercana o lejana y regresar a esas charlas largas en las que se vuelvan a revivir la luchas, las risas y las tardes, mañanas o noches en las que juntos jugaban, trabajaban o estudiaban. No hay lucha en la que, sobre un brazo o una mano para apoyarnos, no existe guerra que no sea más fácil de ganar si se tiene una buena artillería y ahora mismo ese equipo del que necesitamos lo tenemos en la casa, son los hijos, la pareja, los familiares y compañeros de vida.
No debemos dejarnos vencer por éste u otros des fortunios, no podemos darnos ese lujo, la vida y los propósitos que tenemos en ella nos deben motivar, los hijos o los que dependen de nosotros, o puede que seamos nosotros mismos, estamos hechos de materia selecta, somos fuente de vida, somos luz que ante cualquier sombra sigue brillando, cabeza que piensa en grande, pies que corren largas distancias, ojos que aman el bosque espeso que nos irradia aire puro, estamos hechos de pedazos de fé, de bondad, de todas las fortalezas que son tan fuertes como el diamante y valiosas como el oro.
No debemos caer en el pesimismo y considerar que no vale la pena seguir, o que lo apabullante de las malas noticias son por cosa maligna, o por culpa de unos u otros, antes consideremos lo que podemos dar y ayudar, para que las cargas pesadas que otros están llevando pueden aminorar si nos ayudamos entre nosotros. Consideremos que éste tiempo ha sido para volver a ser más humanos y más buenos, y que posiblemente debíamos detenernos un poco, para saber lo importante que somos, pero lo frágil que podemos ser si seguimos descuidando lo que nos constituye: la sana alimentación, la salud, el medio ambiente y sobre todo los demás, es decir, el dejar se pensar sólo en nosotros, o el egoísmo y la soberbia, y volver la vista al reciclaje, al cuidado del entorno y desde luego a ayudar a aquellos a quienes no les ha sonreído la vida.
Ahora vivimos con pandemia, con explosiones, inundaciones y comemos cáncer, porque los alimentos que hemos creído sanos los hemos hecho crecer con venenos, pero si el ser humano ha sido en gran medida el creador y motivador de muchos de los males que nos aquejan, entonces es posible que entre nosotros también éste la cura a las enfermedades.
Pensemos en la tribu, en la comarca, en los otros, si no queremos hacerlo por los que habitan en algún otro sitio del mundo, pensemos en los más cercanos: los hijos, los abuelos, los vecinos y vayamos creando una cadena de virtudes, que hagan que, antes de que venga algún mal, no exista posibilidad para que tenga vida nada malo sobre la tierra.

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