El escándalo del negocio de la caridad

p. Agustín García Celis

La palabra caridad deriva etimológicamente del latín Caritas, Charitas o Caritatis que significa amor. También la podemos definir como una clase de solidaridad o actitud que impulsa a la persona a sentir interés por las demás personas, un interés que mueve los sentimientos a sentir el deseo de ayudar al prójimo, especialmente a las más necesitadas y desprotegidas.

Hay varias maneras a través de las cuales podemos definir el concepto de caridad, pero sobre todo se entiende que la persona toma una actitud que lo impulsa a hacer el bien desinteresadamente, y sin esperar nada a cambio.

Debemos remarcar que caridad, aunque se asimila a la actividad de altruismo, filantropía, no es igual a la caridad. Porque en esta actividad filantrópica, muchas veces es llevada a cabo por un compromiso, porque esa es una labor, o es parte del encargo que le hizo la sociedad a una institución o persona. La cual realiza esa actividad bajo compromiso o con los recursos de otro y no los propios. Por eso dista mucho del concepto de caridad.

La caridad es un impulso que surge del corazón del hombre, como un amor puro, incapaz de realizar una obra solidaria con la intención egoísta de acallar la conciencia, sino que la persona siente el compromiso con el prójimo, porque en él ve reflejado su ser, al grado de sentir la necesidad de la otra persona como si fuera una carencia personal.

Por eso, no podemos realizar obras de caridad como un negocio, porque no es una simple ofrenda para silenciar la conciencia, porque la caridad tiene su esencia en Dios mismo (Jn 4, 8) y debe realizarse con gratitud por las cosas buenas que nos han pasado a lo largo de la vida, o llegar al grado de entender que hemos recibido bendiciones de Dios para compartir con los que menos tienen.

Si consideráramos la cariad como un favor, una prestación, o un acto de solidaridad, seriamos parte de las acciones humanitarias y la caridad sería para nosotros como un empleo, que a cambio de un salario o de un beneficio tendríamos que hacer esas obras humanitarias.

En nuestra sociedad, hay un sinfín de instituciones o personas que ayudan a la sociedad. Sin embargo, muchas de ellas se benefician de los dividendos y de los recursos que llegan a dicha institución, al grado del escándalo en el que se toman fotografías en situaciones meramente ficticias o haciendo todo un montaje en el que la persona resalta sus sentimientos de altruismo y minimizando de varias maneras la gravedad de la necesidad.

No debemos llegar al escándalo de transformar la caridad en un negocio, y por el contrario, debemos centrarnos en la necesidad de la otra persona y no en mi necesidad, centrarnos en la carencia del otro y no en mi capacidad de dar. Todo esto nos puede llevar a pensar en esos momentos donde se hacen promesas, que muchas de ellas no se cumplen y también en que varias de esas promesas están basadas en lo que yo considero o tomo la decisión de dar. Un ejemplo es cuando pretendemos regalar ropa a una familia a la que, lo que le hace falta es empleo, alimento y educación. Pretendemos regalar zapatos cuando hay un estómago vacío, que lo que pide a gritos es comida. No debemos hacer caridad como un negocio, porque no se puede negociar con la necesidad del otro

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