La vanagloria destruye la caridad

Agustín García Celis

Cuando observamos que las personas realizan obras sociales en la humanidad, nos damos cuenta que muchas de ellas si tienen esa intención de dignificar a los seres humanos, muchas de estas obras nos llevan a la reflexión sobre las intenciones por las cuales nuestras autoridades u algunas instituciones realizan una serie de acciones económicas, políticas y sociales en la colectividad.

Muchas de estas acciones quedan para la posteridad, grabadas en una placa, otras en las noticias de las redes sociales y en los medios de comunicación y muchas otras en planas enteras en los diarios de mayor circulación y en las revistas de más prestigio. Es precisamente un punto clave sobre esta reflexión, la pregunta: ¿Por qué cuando se hace una obra buena, me interesa que los demás se enteren? ¿Cuál es mi intención al dar a conocer mis obras altruistas en bien de la sociedad? ¿Será que busco la vanagloria y el reconocimiento de la población?

Para poder determinar la intención de esas acciones, analizaremos el término vanagloria. En este sentido podemos expresar que se trata de una palabra compuestas de “Vanus” (vacío), y el sustantivo “gloria”, que es equivalente a “fama”, “honor”. De aquí podemos decir que la vanagloria es la presunción de un individuo respecto a sus acciones, o también el valor que la persona se adjudica ante sus obras humanas. Referido de otra manera, pudiéramos expresar que es la gloria u honor que una persona se da a sí mismo.

La vanagloria atenta contra la humildad y engrandece la soberbia y el ego, además nos puede llevar a cometer el gran error de sentir orgullo de nuestras malas acciones y finalmente afecta la solidaridad.

El concepto vanagloria, también puede ser un arma de destrucción social, por ejemplo: cuando alguien se siente orgulloso de haberle hecho daño a alguna persona, de atentado contra los bienes humanos o realizar una serie de malas acciones a favor su persona, sin importar los derechos de los demás.

La vanagloria, en definitiva, se asocia al orgullo exagerado de una persona por sus propios logros, de tal manera que en sus discursos se apoya en esos reconocimientos para apantallar a los oyentes. Sin embargo, en varias de las situaciones esos discursos se vuelven vanos, carentes de contenido formativo y terminan por ser palabras llenas de egoísmo.

 

En el ámbito religioso, no quedamos exentos de la vanagloria, porque muchos pretendemos resaltar nuestras virtudes, acciones y posesiones frente a las otras personas, lo cual es una ofensa grave contra los valores que la persona debe haber adquirido y de los cuales debe valerse para no vanagloriarse de sí. Se considera una ofensa grave contra la humildad.

Una de las razones por la cual esto ocurre en la persona, es porque necesita atención o reconocimiento, lo cual de alguna manera le hace sentirse feliz y le ayuda a reafirmar su personalidad. No podemos definirlo como una cualidad, sino como un defecto que requiere atención y disponibilidad para superarlo. Este es el principal error, que los lleva a drogarse con el ego personal y cuando no se tiene, la persona puede caer en una fuerte depresión que los vuelve más intolerables y arrogantes, que se vuelven seres despreciables para la sociedad.

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