Las deportaciones van contra la justicia de Dios y el derecho

Mateo Calvillo Paz.

Dios hizo los bienes del planeta y los destinó para todos los hombres. Las leyes humanas no pueden limitarlos a una raza privilegiada.

Donald Trump presidente del país vecino poderoso y rico se ensaña contra los pobres mexicanos y los expulsa de su territorio.

No es presidente es un perseguidor como el imperio romano que martirizaba a los cristianos. Es la Bestia que pintan en el Apocalipsis.

Es impresionante y satánica la sed de poder y de sangre y la falta de un corazón de carne que hace insensibles a los tiranos frente a la dignidad de la persona y el dolor infinito de los que sufren y sus familias.

Hay quien le aplaude porque tienen el mismo mal de la ceguera, soberbia y xenofobia. Está ahí el colchón, que se va adelgazando, de los fanáticos que lo llevaron al poder.

Hay quien piensa que tiene razón porque los mexicanos y otros migrantes entraron sin documentos violando la ley. Así llegaron los colonizadores sajones y fueron recibidos con honor por los indígenas. Ya entonces masacraron a las poblaciones indígenas.

Está claro como la luz del mediodía que la razón no les asiste, si atendemos al derecho de los pueblos a disfrutar de los bienes de la tierra.

La tierra es de todos. Finalmente las fronteras que fijan los hombres son algo tan arbitrario, irracional, contrario a las razas y sus intereses Las fijan los tiranos, las trazan los vencedores.
En su actuación, Trump no procede por principios, no se guía por un código de ética humana y menos cristiana. Se guía por la ambición imperialista, prepotente, explotadora.

Un presidente en el mundo, en sus relaciones ad extra, tiene como misión buscar la paz para todos los habitantes del planeta que es imposible si falta la armonía entre todos los pueblos.

Los presidentes que valen son sabios. Una fuente eterna y honda de sabiduría es Dios.

El hombre abandonado a sus caprichos, cuando se guía por su olfato y estado de ánimo se convierte en un monstruo irracional y feroz, necio, desatado en acciones absurdas, asesinas, destructoras.

En la Revelación se traza un perfil sublime del rey. El secreto de su grandeza está en servir a los pobres, a los humildes, a los débiles para los que debe ser como un papá, debe ser representante de un Dios bueno.

La sabiduría del presidente se muestra en la administración y distribución de las riquezas que produce la tierra.

La propiedad privada sirve para normar la posesión y usufructo de las riquezas naturales pero es un invento de los hombres y está condicionada a un ordenamiento superior y anterior de quien creó el universo y le dio un ordenamiento perfecto.

El hombre entiende a fondo sus problemas a la luz de Dios, la verdadera y firme solución la encuentra ante Dios.

El gobernante debe encararse con Dios y aceptar sus leyes. En los hechos, por el contrario, los presidentes lo “utilizan” para adornarse. Como cuando Trump habla de orar a Dios.

Dios establece la verdad de la creación sin ambigüedades, con toda claridad. “El mundo le pertenece a Dios”, afirma el Éxodo. “La tierra me pertenece” afirma Dios en el mismo libro. El salmo 23 proclama solemnemente: “del Señor es la tierra y cuanto la llena”.

El pueblo de Dios es prototipo de los pueblos. En la Sagrada Escritura, en libros fundantes como el Levítico, Dios legisla, dispone clara y definitivamente la posesión y uso de la tierra. Da normas concretas para su enajenación y su rescate.

La tierra que los colonizadores sajones y europeos arrebataron a los pueblos indígenas, americanos y en gran parte a México, no es sólo de los güeritos, es de todos. Los mexicanos lo han entendido y han colonizados grandes territorios fundando pueblos mexicanos que ya nadie podrá arrancar. Pienso en Sturgis, Indiana.

Las deportaciones son una injusticia, un pecado que clama al cielo, así como todas las formas de violencia con que se realizan. Es una medida, despótica, sin fundamento inteligente, un crimen de laesa humanidad que atenta contra la justa convivencia de las naciones.

Ante estos crímenes es esencial la defensa enérgica, valiente, digna de nuestras autoridades. Hacen mucho daño los funcionarios blandengues, cobardes, que se refugian en el diálogo. Y cuando informan usan una retórica fantasiosa, vanidosa, sin auto crítica. Aquí debe salir el orgullo mexicano.

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