Las leyes mienten la naturaleza no (Despertar Poético)

Las leyes mienten, la naturaleza no

El hombre ha estado buscado incesantemente la felicidad, ha recorrido mar, cielo y tierra, para encontrarla. Pareciera que no la encuentra y que algo muy arraigado en su subconsciente le dice que no lo encontrará jamás, ¿Será para el hombre una simple quimera? Sabemos que el fracaso de las misiones que buscan la felicidad estriba en que la buscan muy lejos y la creen ver en paliativos, en remedos de felicidad que dan lapsos denominados felices; como, por ejemplo, disfrutar una golosina, un buen chiste, una buena comida o un buen viaje que relajan nuestros sentidos y nos hacen olvidar por momentos las vicisitudes de la vida. Pero después de pasado el efecto del paliativo la cara se nos vuelve a descomponer y el ceño descompuesto, la cara cejijunta vuelve para convertirse en nuestra nueva máscara, a pesar de que intuimos que la felicidad somos nosotros y ese nosotros en la integración de todas nuestras personalidades en una sola que permanezca incólume ante todos los sucesos denominados buenos o malos, allí estriba la felicidad.

En nuestros días, el hombre común sigue tratando de satisfacer sus emociones o deseos mediante paliativos, no conoce otra manera de ser feliz y no buscará otra en su conjunto porque no le conviene. Hoy, el ser infeliz con la esperanza de ser feliz es lucrativo, mueve la economía, mueve al mercado, mueve al ingenio, y alguien se beneficia de eso, son los grupos de poder. Umberto Eco, decía sobre eso que “raramente se tiene en cuenta el hecho de que, dado que la cultura de masas en su mayor parte es producida por grupos de poder económico con el fin de obtener beneficios, permanece sometida a todas las leyes económicas que regula la fabricación, la distribución y el consumo de los demás productos industriales”, aunque para lograr todo ese mercado se tenga que ahorcar a la razón y se libere la mendacidad del hombre común o de las masas.

¿A qué nos referimos con esto? Simple: el hombre se tiene que mentir para poder ser feliz, el hombre tiene que hacer leyes a modo para poder ser feliz, aunque sepa de antemano que esta felicidad sea sólo temporal o paliativa, porque atiende sólo a emociones creadas por él mismo de manera temporal, es razonable pensar que no podrá salirse de esta espiral decadente sin atender a la primera ley universal hermética, como sería una salida de esa situación mental que lo ciega a satisfacer sus emociones. Sabemos que el hombre si se propone una tarea la puede cumplir sin problema, sólo con que se lo crea, pues si una persona es capaz de crearse un habito mediante la repetición de una acción, esa misma persona es capaz de descrearlo, pues la primera ley universal señala que todo es mente, todo es mental, si tú te puedes crear una imagen en la mente, tú puedes borrarla, o puedes crear otra distinta, es cuestión de raciocinio.

Pero el hombre no razona cuando de satisfacer emociones en una ilusoria y hasta romántica búsqueda de felicidad se refiere, que bien podría hacer es quitarle los necios sueños a su corazón, con eso avanzaría mucho más en su búsqueda.

Comentábamos que el hombre se tiene que mentir para encontrar la felicidad, pero esa mentira siempre la llevará a otra más grande, pues está basada en sueños necios de hombres necios que quieren contraponer la naturaleza a sus pretensiones, como si la naturaleza se doblegara a las leyes del hombre. El hombre común o la inefable multitud nunca tendrá la razón ni por mucho que repita sus mentiras se convertirán en verdades, grandes pensadores a través de los siglos así lo constatan, Paul Valery señalaba que “todo lo que ha sido creído por todos siempre, tiene todas las posibilidades de ser falso”.

Jung mencionaba que “las multitudes se alimentan de epidemias psíquicas”, y Schopenhauer describe con maestría  lo que sucede con nuestro pueblo en su búsqueda de la felicidad: “la multitud es tan ignorante que prefiere antes lo nuevo que lo bueno”, en ello vemos claramente el fracaso espiritual de la modernidad, vemos el fracaso en la salud de la modernidad, que si bien ganamos en longevidad, no en calidad de vida, vivimos más, sufrimos más, la ecuación más simple, estamos atados a una gran mentira, la gran ramera del comercio nos atosiga, nos ahoga con su consumismo, busca todos los intersticios para lograrlo y generalmente lo logra, porque trabaja con las emociones y con la ignorancia colectiva.

En nuestros días, en nuestra modernidad, lejos de estar más preparados, las nuevas tecnologías nos han vuelto más ignorantes y dependientes, nuestra memoria depende mucho de los aparatos que usamos, la usamos cada vez menos, aunque haya personajes que lo vean positivo, que el hombre moderno debe ser apto para saber buscar y encontrar información, no para memorizarla, esperemos que cuando venga el gran apagón tecnológico no nos quedemos pasmados viendo como la vida se nos va de las manos por ser unos inútiles y dependientes de las grandes empresas de tecnología, grandes cimientos de las nuevas grandes mentiras que el vulgo cree y difunde.

Una de estas mentiras plasmadas en leyes, son las leyes de identidad de género, que castiga y sanciona a quién cuestiona sobre su veracidad en el cambio de sexo, podemos ver a los hombres o mujeres que se sienten felices cuando tienen en sus manos un documento que los acredita como un personaje de distinto género, cuando se les da una nueva identidad; sin embargo, no existe el cambio de sexo,  la ley miente, la ley sí lo menciona y miente, tal y como cada uno de estos personajes se miente a sí mismo. Mienten quienes hablan del cambio de sexo, sean médicos, sean periodistas, sea, quien sea. Sabemos que, si alguien niega ante la sociedad moderna y avanzada que esto haya pasado, puede ser denostado y hasta remitido a la justicia, por discriminar o por ir contra la ley del cambio de sexo.

Entre el común, mentir no es un delito, salvo que sea bajo juramente ante la justicia, pero mentir en la calle, no es un delito, salvo para las iglesias que lo consideran como pecado, pero en materia de ideología de genero es delito decir la verdad; por ejemplo, si uno dice que no existe el cambio de sexo, porque en verdad no existe, lo que existe en realidad es un cambio estético o cambio de apariencia en las personas, el cambio de sexo no existe, pues si un hombre quiere disfrazarse de mujer o una mujer quiere disfrazarse de hombre, tiene toda la libertad de hacerlo, pero objetivamente sigue manteniendo su misma naturaleza. Un hombre es hombre al nacer y seguirá siéndolo hasta la muerte, lo mismo sucede con las mujeres, y un hombre que se disfraza de mujer simplemente está haciendo un cambio de apariencia, vivirá su vida siendo hombre y morirá siendo hombre, con o sin operación de “cambio” de sexo.

Podrás decir no existe el cambio de sexo y podrán argumentar: “no es posible, si hay una ley que lo avala”, cierto, pero esta ley está en desacuerdo con la naturaleza, por lo tanto, esta ley miente. Ninguna ley del hombre podrá modificar por decreto a una ley de la naturaleza. Un ejemplo tangible, es que, si el hombre en su gran sapiencia deroga hoy la ley de la gravedad, por más que un hombre se lance de un edificio de cinco pisos flotará por esa razón.

Siguiendo esa misma lógica no existe el cambio de sexo, como tampoco existe el matrimonio homosexual, pues el origen de la palabra matrimonio viene del latín matrimonium, con prefijo matrem (madre) y monium (calidad de), es la calidad que se le da a una mujer para tener hijos de un varón, algunos puristas señalan que matrem viene de matriz, por ello señalan que matrimonio deriva de la potencialidad del vínculo por el cual existe al potencialidad de la maternidad, lo que excluye a las personas del mismo sexo a tener esas cualidades y legalmente así está expresado, el llamado matrimonio entre ambos sexos viene siendo sólo un contrato entre particulares, pero que se eleva a calidad de mentira para mantener a las mentes “progresistas en paz”, pero no pueden mentirle a la naturaleza de las cosas, todo lo que sea capaz de vender, todo lo que sea capaz de dar votos, todo lo que la muchedumbre en su infinita ignorancia crea que le es benéfico, será respaldado por leyes, que no dejarán de ser solamente leyes del hombre, que en su completa ignorancia creará como cualquier otro paliativo en su eterna búsqueda de la felicidad,

 

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