Los tiempos idos, el retorno de los tiempos (Despertar de la tierra)

Los tiempos idos, el retorno de los tiempos

Poco a poco se van descubriendo los datos de las civilizaciones que movieron al mundo en épocas pasadas. Poco a poco, con ayuda de la tecnología, se van descubriendo más ciudades y edificaciones, símbolos de la existencia de civilizaciones que antaño sólo escuchábamos en los mitos. Mitos famosos los de  Lemuria y la Atlántida, mitos famosos del lejano legado de los Rama, o los mitos más cercanos a nuestra cultura: los Teotihuacanos, Olmecas o Mayas.

Cercana en el tiempo es el descubrimiento de la calzada de Bimini, o la ciudad perdida en el fondo del océano en las costas japonesas, o las ciudades Mayas en Guatemala perdidas en la selva, o la enorme ciudad de Angamuco perdida en Michoacán, México, o la nueva ciudad encontrada en la selva amazónica peruana y brasileña, apenas en agosto de este año 2018. En México se contabilizan 192 zonas arqueológicas restauradas por el INAH y que podemos visitar y más de tres mil vestigios aun inexplorados.

Poco a poco nos vamos dando cuenta de que no pertenecemos a un solo lugar, que no pertenecemos a un lugar específico como nación, somos descendientes de los hombres antiguos de muchas civilizaciones, somos hijos de la madre tierra sin nacionalidad, con cultura distinta, sí, pero sin nacionalismos; porque ya antes de nosotros llegar a estas tierras, habían otros que la habitaban y que perecieron. Ya antes de nosotros existían culturas tan grandes y fuertes como la nuestra, con toda la parafernalia de identidad y su propia cosmogonía avanzada según su propio criterio social. Ahora sabemos que somos sólo turistas de esta tierra, que pronto pereceremos para dar paso a nuestra descendencia, que en unos siglos buscará o encontrará por casualidad nuestros vestigios, nuestros huesos regados por el mundo, buscándoles una explicación o pertenencia, eso pasará cuando la rueda del destino reinicie el juego.

El hoy, el ahora, sólo es un paso para la eternidad de la tierra, mañana seremos una cultura perdida, que deseará ser reconocida en el mundo por otros turistas que también quieren lo mismo y mientras tanto, las mentes pequeñas se adueñan de una tierra y la fraccionan, lo que no saben que esto es pasajero. Cuando el día cero llegué se darán cuenta que la tierra no necesita ser fraccionada, ni dada en posesión de nadie, porque a nadie pertenece y nadie tiene pertenencia a un lugar específico, somos turistas vagando por la tierra, podemos amar cualquier lugar, pertenecer a cualquier lugar, aunque hoy tengamos títulos, esos mismos títulos podrán desaparecer del papel de un solo tajo cuando la tierra se canse de nosotros.

Somos ese alguien que busca pertenencia solo en las ideas, quien sea que así piense, pertenece a esta tierra, que nos acoge sin distingo. Debemos reconocernos en la historia, de todos esos vestigios, que vamos de paso, que aquellos Lemures, Atlantes, Teotihucas, Mexicas, Mayas, Mogoles, o Egipcios, que se apropiaron en su momento de las tierras donde se asentaron, no están para reclamar pertenencia, sólo pasaron. Así podemos deducir razonablemente que los ismos salen sobrando.

¿Por qué decimos que no pertenecemos a un lugar específico? Simple: el común cree que es mexicano, porque nació en el país México o vive en el país México, así pertenece y se siente parte de un lugar ¿Pero… desde cuándo lo es? En su subjetividad dirá: desde que nací, y efectivamente tendrá razón, ¿Pero el hombre en su conjunto, el ser social que trasciende las generaciones ¿Era Mexicano?: Desde luego que no. Los mexicanos aparecieron en el mapa hace apenas 200 años, antes parte del territorio sólo era conocido como Nueva España, y hace quinientos años ¿Éramos una mezcla de miles de países? Sí, pues la mezcla de naciones, reinos o países era vario pinta y no abarcaba el territorio que es hoy México, y no tenía una cohesión más allá de la zona dominada por los Mexicas y su triple alianza.

¿Qué éramos hace apenas 190 años? Cientos de reinos, eso éramos y ni siquiera podíamos decir que teníamos cohesión o pertenencia, pues cada reino era independiente, así que como México, somos un país joven. Las civilizaciones antiguas, de las que se están descubriendo cada vez más vestigios, proliferaron tanto como estamos proliferando ahora, se observan vestigios de grandes emplazamientos urbanos con un alto grado de tecnificación y de planificación urbana por todo el mundo.

En México tenemos la fortuna de contar con cientos de ciudades prehispánicas, que demuestran que fueron grandes constructores de la antigüedad, ciudades como La gran Tenochtitlán, Texcoco, Palenque, Chichen Itzá, Edzná, Zempoala, Cantona, Monte Albán, o Tecoaque, entre muchas otras son señales inequívocas que antes de nosotros vivieron personas con ingenio, y que perecieron en su época dorada, tal y como nosotros vamos a perecer y de ellos no queda alguien que reclame la posesión de sus antiguos emplazamientos pues se pierden en el tiempo, así nos perderemos. Entonces resulta vacuo el que peleemos por poseer algo que no nos pertenece, por algo que tenemos prestado y que por las ideas nos provoca muerte.

Los tiempos idos nos muestran que antaño existían civilizaciones poderosas, también nos demuestran que fueron vulneradas y que no pudieron sobrevivir a los acontecimientos que el universo les guardó, eso es más que suficiente para prepararnos y empezar a adquirir toda la información necesaria para sobrevivir al cambio que pronto se dará. Ya estamos más seguros de que la tierra y la humanidad se mueve por ciclos vitales y esos ciclos vitales nos enseñarán con sangre que somos sus pasajeros y que tenemos que colocarnos el cinturón, aquellos que no lo hagan perecerán.

El cinturón no es otra cosa que conocimiento, no es más que experiencia de vida, no es más que sabiduría para adaptarnos. Pronto la tierra será un erial con pequeños grupos tratando de sobrevivir y volviendo a recuperar la información de aquellos que pereceremos, mientras nuestras células seguirán almacenando información para poder medrar en otros cuerpos igual de perfectos, buscando la perfección de la mente, que es la que nos ata a los fanatismos propiciadores de la muerte, o… ¿Quizá sea parte de la evolución?

 

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