Mejor callate Que te calles (Arena suelta)

Muchas son las personas  ávidas de ser escuchadas, es larga la lista que muestra ésta necesidad, y quizá valga la pena más de lo que creemos, entregar un poco o mucho de nuestro tiempo a los que quieren decir algo lo digan y nosotros les escuchemos.

La necesidad de hablar, para darnos a entender, es muy parecido al  comenzar a dar nuestros primeros pasos, para después sostener el andar por la vida. La creación de la ideas en la mente, los amores, los desamores, las penas y las alegrías, todas se pueden contar, y hasta el más callado o seria, tienen cosas que contar. Aunque hay momentos en los que la lengua no puede esperar, se trata de cuando la invasión de las emociones,y de la conciencia o la razón, confabulan para que urgentemente tengas que contar algo con rapidez.

Nunca sabemos en donde vamos a encontrar al ser que te pueda escuchar, sin juzgar, sin preguntar o poner en tela de juicio lo que quieras decir.

Creer que en la familia o en los amigos es donde vamos a encontrar a los mejores escuchas o de donde vamos a recibir los  mejores consejos, no siempre es una verdad, pues resulta que en los lugares menos esperados puedes cruzarte con alguien que te brinde el tiempo y la confianza para poder hacerle saber tus temas, especialmente cuando ya no pueden esperar.

Es muy importante valorar a los que te rodean, incluso si nunca les has visto o si consideras que no les volverás a ver jamás. Entregar respeto, atención y ser receptivo, procurará que de regreso encuentres algo más. Es increíble lo que podemos aprender al escuchar, y los consejos, apapachos o conocimientos de los que nos podemos impregnar de los demás.

Las palabras son inspiración, para quien así las aprecia, son guías para los que las necesitan y son protesta para quien está disgustado. Pero también hay los que dicen palabras para engañar, a esos sería mejor carecieran de los órganos necesarios para pronunciar. Es bueno detectarlos para no caer en su telaraña brutal. Sin embargo, así como las primeras palabras que son claras al salir de la boca y  tan dulces como el mamá o el papá, las que se  aprendan después sean tan  buenas como esas primeras.

Hay un valor inigualable, en la práctica del habla, porque además de ser la comunicación por excelencia, es solo de boca en boca como mejor se vende y como más se compra, además que la tradición oral guarda la riqueza de culturas milenarias, que en base a sus tradiciones y costumbres se resisten y viven, regadas por todo el mundo.

Así como para hablar tenemos una sola boca, y para escuchar dos orificios, atendamos a la naturaleza. Hablemos lo necesario y escuchemos lo doble, respiremos  lo doble y usemos  los dos hemisferios del cerebro; eso nos hará humanos.

Mostremos en todo momento empatía por los otros, seamos cálidos con quienes se acercan para que les escuchemos, no sólo por cortesía, sino porque existe una posibilidad muy amplia de que los lleguemos a necesitar también.

Usemos las palabras más comunes y simples, las que pensemos, sí, pero sobre todo las que más podamos sentir. Entreguemos los dos oídos a los que se conducen a nosotros buscando que les escuchemos. Hablemos cuando sea necesario, sin olvidar que en muchas ocasiones es más valioso guardar silencio que hablar.

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