MÉXICO EN LLAMAS. (ARENA SUELTA)

TAYDE GONZÁLEZ ARIAS

El país (México), se encuentra entre fuego, cenizas y humo, las tomas aéreas en las que se observa al territorio nacional ardiendo, hablan por sí solas. Sin duda que se trata de un estado de emergencia, que muestra la maldad del hombre y la incapacidad de las autoridades para hacer frente a los incendios forestales. Bien valdría la pena que se considerara un fondo de desastres por las afectaciones serias y enormes que están teniendo nuestros campos, así como la aplicación de castigos ejemplares a quienes de manera ventajosa encienden fuego para beneficiarse con el cambio de uso de suelo, o incluso sólo por absurda diversión.

La indiferencia con la que algunas personas aún ven el tema de la afectación ambiental es reprobable, a sabiendas que no es un asunto (el del cuidado del entorno), de un sector o de una parte de la población, sino de todos los que vivimos en el único planeta que aún tiene condiciones para la preservación del ser humano, y que sin embargo seguimos dañando.

El tiempo se esta acabando y duele hasta la rabia pensar en que se busquen recursos para detonar la industria petrolera, el comercio u otros sectores y no se fortalezca el sistema de protección civil, las brigadas forestales, los núcleos rurales y toda dependencia encargada de la preservación de nuestros bosques, selvas y montañas.

¿Cuántas hectáreas más tienen que quemarse? ¿Cuántos arboles deben desaparecer? Para que los gobiernos comprendan que no hay otro mundo, que no hay más tiempo y que no hay dinero que valga para garantizar nuestra existencia como especie, que lo que se pueda invertir en el cuidado del medio ambiente. Es necesaria la dotación total de todo instrumento que puedan requerir las mujeres y los hombres que se dedican a apagar o sofocar los incendios, deben además hacer esta actividad tan valiente con un salario y condiciones propios de la actividad en la que entrega la vida, por garantizar la de todos los demás. Es gravoso y da pena, que municipios de México, pequeños y grandes no tengan entre su personal en nomina a protectores de bosques, o que quienes los tienen carezcan de indumentaria y artefactos para realizar de manera correcta su labor, o que siendo territorios grandes sean sólo dos o tres personas las que integren los equipos anti incendios forestales.

El territorio nacional arde, se encuentra en llamas, y algunos preocupados lo expresamos, pero a otros pudiendo hacer por la tierra, teniendo la tarea y la potestad de destinar recursos al cuidado de los recursos naturales del país, han de pensar que la quincena es mágica, que el cargo político es para siempre y que lo único que necesitan para respirar, es un fajo de billetes, carros lujosos y mansiones.

Hoy más que nunca es necesario el cambio de cultura social, para que no se considere menor tirar cualquier tipo de basura en la vía publica, o en donde no se deba hacer, este cambio requiere conciencia total, exige la expresión de gratitud a la madre tierra que nos ha permitido habitar en ella, por lo que debiéramos devolver un trato amoroso, un apapacho y no continuos azotes, no quitarle pulmones, brazos, corazón y alma.

Es urgente que cada poblado del mundo tenga un plan y grupo de vigilancia para actuar a la menor afectación del medio ambiente, mismo que sea apoyado por la iniciativa privada y el gobierno, en el que si es necesario se pague como merecen a los que salvan vidas y en donde exista apertura para los que de manera voluntaria quiera también cuidar de la tierra.

La labor del guarda bosques, como de los protectores del medio ambiente, requieren una mayor valoración y es tarea que sólo debe desempeñar quien tenga vocación de servicio y sensibilidad, además desde luego de los conocimientos necesarios para hacer frente a las valientes tareas que conlleva dicha acción. Respecto a los gobernantes, al parecer es necesario que ahora pidamos entre las cualidades de quién quiera representarnos, una concepción a favor del cuidado del medio ambiente, o de lo contrario se corre el riesgo que gente sin pena ni gloria siga sentado y con las manos sobre de un escritorio, pensando que no es importante o que no pasa nada, cuando las llamas estén acabando con árboles, plantas y animales, que son necesarios y básicos para poder seguir como “seres humanos”, existiendo.

 

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