Palabras Mudas (En México nada es lo que parece)

Palabras mudas.

Cuando uno crece solo, la compañía de alguien es algo que no es relevante para sobrevivir. Pero cuando crees estar solo y una voz te atraviesa los oídos eso es algo muy inquietante.

Todos los días me preguntaba: ¿Por qué mi madre me abandonó? y ¿Por qué mí padre no quiso hacerse cargo de mí? siempre que preguntaba a Miss Carlota me contestaba lo mismo:

  • No lo sé Antoine, no lo sé. Anda ve a jugar al patio para que te vean las parejas que vienen con intención de adoptar, para ver si lo hacen de una buena vez.

Antoine, vaya nombre de este chaval, no me imagino la de burlas que se ha de haber llevado.

En enero cumpliría seis, así que preparé mi ropa, dicen que es la edad de la suerte, me puse listo por si alguna pareja se acercaba, los atraparía con el pretexto del cumpleaños solitario. La estrategia perfecta.

Por fin. El día deseado había llegado, es domingo así que todos nos ponemos la ropa de gala, nuestro estilo es como el de la tienda de mascotas: bañar bien a los perros para que alguien decida llevárselos a casa. Así a nosotros, las mejores y más limpias ropas para que alguna pareja nos vea presentables y nos lleve a una casa limpia y cómoda y así dejar en paz a Miss carlota dormir plácidamente bajo el castaño.

Otro domingo, otro día de fracaso, puse mi mejor cara, mi mejor ropa y me porté muy bien pero las tres parejas se fueron sin mí, tengo mal aspecto o mala suerte -me digo a mi mismo frente a un espejo-. Debe ser lo segundo concluyo.

EL HORFANATO

Nadie de nosotros cree que los milagros existan, hasta que la paciencia se empieza a agotar, cuando ves que los años pasan y sigues hundido en esa marisma de caridades, llega el día que sientes la necesidad de pedir que existan los milagros, y pides uno con toda la fuerza que el alma nos permite, después de eso, es más fácil, uno empieza a creer en lo que sea.

Miss Carlota era ya anciana, andaría entrados los setenta años, más de la mitad de su vida dedicada a cuidar a los hijos que alguien no había querido criar por estar más ocupados disfrutando de la vida. Era buena, a todos nos quería mucho.

Recuerdo que había dos mujeres más, Sarita y Marianela, que se encargaban de la comida, del orden y  la limpieza. Mi habitación siempre fue la más ordenada, me gustaba ordenar con Jaime, fingíamos ser familia, así no nos sentíamos tan solos en el mundo.

Jaime es callado con todo el orfanato, pero conmigo no, a mí me habla mucho, le doy confianza porque también soy callado, conversamos hasta la madrugada o hasta que nos viene a callar la señora Sarita, que suele ser buena, pero cuando uno le interrumpe el sueño, se torna agresiva y nos agarra a chanclazos hasta que se duerme ella del cansancio o se duerme quien reciba la paliza.

En la clase de literatura que nos imparte miss Alejandra, yo soy el más listo, he leído  todos los autores que a ella le gustan, creo que le agrado, y ella a mí me agrada mucho, tanto que me sueño protagonista de las historias en clase contadas siendo ella la gran musa.

 

DÍA DE CAMPO

La brisa era fría, corríamos felices en la libertad del campo, resoplando vapor cual locomotoras fuera de control, en el césped se dibujaban pequeñas esferas de hielo transparente, Jaime con sus demás compañeros iban a la delantera, Miss Sarita y Miss Marianela resguardándolos como centinelas iban a la retaguardia, más por la lentitud de sus piernas y la carga de las canastas.

En el parque Yumca era posible acampar prolongada y pacíficamente durante horas. Tomamos el lugar cerca del lago de los patos. Las Misses nos dieron migas de pan para alimentarlos. Los patos peleaban cada espacio cercano a nuestras manos que podíamos sentir el aire de su batir de alas.

– Miss Sarita ¿Cree usted que Jaime tiene alguna posibilidad de… Ya sabe? –Preguntó Miss Marianela mirando a Jaime alejado unos pasos del grupo alimentando a un gran pato negro que lo seguía con afán.

– ¿De ser adoptado? Eso quieres decir, la respuesta es: Sí, Jaime es un niño muy bueno –Respondió Miss Sarita, sin despegar los ojos del Mantel que estaba colocando en el pasto.

– Pero… ¿Ha visto su comportamiento, en estos días? Es algo extraño.

– Nadie es extraño, solo somos diferentes Miss Marianela, él es un niño diferente, solo eso… Deberían de darle una oportunidad, yo lo haría, solo habrá que esperar a que le llegue.

– Y, ¿Por qué no lo hace usted?, tengo entendido que es…- De nuevo se quedó a media palabra Miss Marianela-

– Sí, soy viuda, -Dijo Miss Sarita mirando al cielo- Martin murió hace años y me quedé sin hijos, y si… Siento que me hace falta uno… – Cerró los ojos cuando dijo eso, mientras una lágrima corría lentamente sobre sus mejillas-.

– Perdón Miss Sarita, no quise ponerla en esta situación.

– No se preocupe Miss Marianela, hay cosas que con el tiempo dejan de doler tanto, pero no se olvidan, y el dolor permanece pero disminuye la intensidad.

– No quise incomodarla Sarita, se lo difícil que fue para usted el duelo –Dijo Miss Marianela tratando de justificar su intromisión-.

– Sí, lo fue. Si se está preguntando si lo fue también el de mi hijo… Si lo fue… fue incluso más duro que el de Martin. Mi hijo era alguien muy especial, ¿Sabe? Antes de morir me dijo que me amaba y que había sido la mejor madre del mundo. Tendría razón, fue la única madre que conoció.

– No… No sabía… Perdón Miss

– No se preocupe, Miss Marianela, la vida está llena de pérdidas y de cosas desagradables que nadie quiere que pasen. Pero no podemos desviar el destino, y en lo que usted sugiere, la respuesta es sí.

– ¿Se refiere a adoptar usted misma a Jaime?

Suspiró profundo, miró hacia el césped. Los niños jugaban felices, corrían en círculos por toda el área verde. Jaime rezagado en un rincón, sentado bajo un fresno con las rodillas dobladas rodeándolas con sus brazos, miraba a sus compañeros y reía consigo mismo.

  • Sí Miss Marianela, lo intentaré, buscaré la posibilidad de adoptarlo. Los dos estamos tan solos en la vida y necesitamos nuestra compañía, a él la suerte le ha sido adversa, tal como a mí.

Miraron largamente a los niños jugar felices en el pasto. Una lluvia tímida bajó del cielo mojando el mantel y las ideas. A pesar de la lluvia, el cielo estaba casi despejado de nubes. El chipi-chipi comenzaba a extenderse por todos lados, al poco tiempo un aire helado comenzó a calarles la piel.

EL MEJOR DIA

Recuerdo el mejor día en la vida de Jaime. Uno recuerda las cosas bonitas que le pasan a las personas quiere, por eso recuerdo de lo que le paso a Jaime, creo que era un 24 de agosto a las nueve de la mañana, ese día estábamos aseando el cuarto, como hacíamos todos los jueves antes de la lección de literatura. A esa hora llegó miss Sarita con el semblante nervioso:

  • Jaime, he tomado una decisión; ¡Te adoptaré!… Cuidaré de ti cuanto me quede de vida, eres muy especial para mí y te quiero como a un hijo, como al hijo que perdí hace dos años.

Jaime no pronunció palabra. Generalmente no hablaba ni siquiera cuando tenía hambre, por qué cuando uno quiere comer habla hasta de más por conseguir un pedazo de pan.

Yo tampoco dije nada, solo me fui en silencio, sin hacer ruido, me senté en el parquecito que está frente al orfanato,  me mecí en los columpios, mi overol azul se empezó a humedecer, al principio creí que era la lluvia pero luego me di cuenta de que estaba llorando, mi única familia aunque fuera de a mentiras, me estaba abandonando, me estaba preguntando si toda la familia abandona en eso andaba cuando llego Jaime con Miss Sarita, por primera vez lo vi sonreír. Estaba mudando los dientes de leche, con su sonrisa aflorando, asomó los que le quedaban de pie y  me estiró la mano para despedirse, se la tendí y le di un abrazo, después abracé a Miss Sarita.

– Antoine –Dijo Miss Sarita- Seguro que alguien te ha de adoptar, eres tan bueno, listo y guapo.

– ¿Entonces porque no me adopta usted Miss Sarita? Así podría hacerle compañía a Jaime.

– No podría con los gastos de ambos. Antoine, me encantaría llevarte, pero mi pensión no alcanza para tanto.

– Le prometo no comer tanto y trabajar en lo que sea para ayudarle a mantenernos, pero por favor no me deje solo –Suplicó Antoine.

Miss Sarita se limpió las lágrimas y me dio un beso en la mejilla. Se dieron la vuelta y vi que Jaime también lloraba, era un llanto quieto de quien no quiere ser descubierto, por temor a perder su última oportunidad.

Me quede parado viendo hacia la reja de la salida, el vigilante la deslizo hacia un lado y en cuanto pasaron le hizo reverencia con la gorra y cerró la puerta.

El ocaso

La comisaría era un local sucio y maloliente. Varios leguleyos estaban entretenidos entre legajos, pasaban sus dedos negros de tinta sobre fojas sucias y tachonadas de comida. En la sala de juicios estaba el fiscal revisando un expediente minuciosamente, a cada párrafo que leía movía la cabeza con un gesto de desaprobación, volteaba a ver al culpable y después al grande fajo de hojas.

– ¿Antoine… Por eso usted mató a Miss Sarita de esa forma tan despiadada?

– Fue Jaime el que me pidió que lo hiciera –Respondió Antoine.

– Usted me acaba de relatar que su amigo nunca habló

– Jaime usaba las palabras mudas que solo nosotros entendemos, por eso me dio la mano cuando se despidió. Fue la señal.

El día de mi ejecución Jaime estaba presente, sentado entre los espectadores, pensé en el espectáculo desagradable que sería para mí ver morir a alguna persona a propósito. Parecía una sala de circo, decía para mí -Ven morir a uno como si fuera un toro de lidia en el ruedo al final de la faena-.

Vi a Jaime sentarse al lado de Miss Marianela, él llevaba su camisa de gala y sus gafas de intelectual, presto para asistir a una función de teatro, lo veo y pienso -Los años le han sentado bien, lástima que haya tenido que matar a Miss Sarita solo para volverlo a ver… Es mi mejor amigo.

 

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

A %d blogueros les gusta esto: