Una historia antigua… Pandora (Despertar de la tierra)

Una historia antigua… Pandora

Para aquellos versados en historias antiguas los sucesos premonitorios son un manjar de dioses, se les hace agua la boca y esperan ansiosos que los acontecimientos funestos sucedan en el ciclo de la historia para lanzar los “te lo dije”, arguyendo que estamos cayendo en nuestra propia trampa mortal, que nos tapona la consciencia, hablando del consumismo desde luego, así pues destinados estamos a morir por nuestra propia boca, las calamidades que se avecinan y que son causadas por nuestras propias acciones, son objeto de estudio y entonces aquellos versados en historias antiguas se solazarán en gritar a los cuatro vientos que eso ya estaba escrito y nos restriegan la cara con escritos antiguos, señalan a grandes voces que debemos regresar al origen mismo del hombre, al origen mismo de la humanidad, no regresar en el tiempo cosa imposible ahora, no es regresar en la historia, sino un retorno a la composición propia del hombre: al agua, a los minerales, a la energía, al origen desmenuzado en elementos de todo ese cascaron que nos envuelve, regresar a la tierra; en este momento se frotan las manos aquellos que saben de la historia del hombre, que saben lo que el hombre es y debe seguir siendo: solamente tierra transformada, ya que de ella viene, por ella vive, y en ella se transforma o muere, esos versados en historia antigua saben que el hombre tiene la edad misma de la tierra, pues es parte de la transformación del nacimiento de esta y su origen bien se remontaría con esta tesis al origen mismo del universo, en ello los versados en historias antiguas tienen mano cuando empiezan a desmenuzar las mismas y comienzan a ver que la historia del hombre ha sido trágica desde su nacimiento, pues se nace con dolor, y con dolor nos han educado, nuestra historia es ahora trágica porque se escriben las tragedias día con día, y poco se escribe de las comedias, pues la tragedia nos marca, nos hace revivir la historia, esa nuestra historia que está plagada de fatalismo y muerte, pero también tiene visos de esperanza y vida, como un aliciente para no desistir de medrar, no tanto que queme al santo, ni poco que lo ahume, y para no desentonar con aquellos versados en historia, y probar el origen de sus afirmaciones, quise indagar la razón que tienen en sentirse seguros de sus designios, así empecé revisando entre los libros viejos, y encontré un ejemplar escrito en el año 700 a.C., atribuido a Hesíodo, que es un poema escrito en similar composición al canto II de la Ilíada de Homero, ya lo había leído cuando el bagaje cultural que portaba era nulo, ahora es exiguo, pero es un escalón pequeño encima del conocimiento únicamente, para no desacordar al grueso de la población, recordé algunos pasajes que enuncia la tragedia, que nos viene atosigando desde antiguo, el libro en sí, es un trabajo hermoso desde su composición, y más por la enseñanza que nos deja y que al día de hoy, a la cual como bumerán estamos regresando, la historia empieza a repetirse. Hemos tergiversado tanto la información del origen y destino del hombre que le hemos creado un destino distinto al que debe ser, le hemos inventado un cielo, le hemos inventado un infierno, hemos creado la dualidad perfecta, y hemos construido la línea intermedia llamada limbo, donde nos perdemos la mayoría que no llegamos más que a la falaz mentira piadosa, en toda esa tergiversación hemos perdido el origen mismo del hombre, y para poderlo comprender se inventaron los mitos, muchos engarzados a la perfección en el inconsciente humano, todos destinados a recrear un pasado mejor, para explicar lo inexplicable, así fantaseamos con nosotros mismos, así en Hesíodo, el inicio de la explicación del origen de la tragedia, es la creación de Pandora, para ello el filósofo ensaya el origen de la tragedia, la lucha de egos, que es la eterna lucha de contrarios y con maestría la relata:

Bien se ve que no hay solo una clase de lucha: en el mundo son dos: una, aplausos tendrá del varón que la advierta, censuras la otra; respiran aliento contrario. La una acrecienta la guerra y discordia dañina, ¡Cruel!, no hay mortal que la quiera, sino que, forzados por ley de los dioses, dan honra a Discordia insufrible. A la otra, engendróla, primero, la Noche sombría,  y el Cronida, señor de la altura que mora en el cielo, la asentó en las raíces del mundo, utilísima al hombre. Ella incluso despierta al trabajo al de brazo remiso; Anhela trabajo quien mira al varón opulento que se afana en labrar y plantar, y poner bien su casa. Y envidia el vecino al vecino que busca, afanoso, caudal: Esta lucha sí es buena a los hombres. Y envidia el ollero al ollero, y lo mismo el artista al artista, como pugnan mendigo y mendigo, cantor y cantante.

 

Si fuese simple la apreciación de la lucha de egos, bastaría con la lucha de contrarios, en determinado momento habría un ganador, aunque le perdedor pagase con su vida, allí terminaría la tragedia, sería sencillo, un trabajo simple, pero la vida del hombre ante los ojos de los dioses no tendría que ser así de simple, debe tener complicaciones e implicaciones, más en los tiempos viejos que enmarcan el mito, pues los dioses antiguos eran mercaderes de hombres, vivían asediándolos y envidiándolos, los dioses eran más humanos y con defectos humanos actuaban, los dioses les escondían la vida y el secreto de la eternidad a los hombres, tan es así que el hombre habría podido trabajar un solo día para obtener hacienda para todo un año, sin necesidad de continuar trabajando de continuo, pronto estaría bajo el techo fresco de su casa y sus aperos guardados, pero el dios supremo Zeus colérico por las acciones de Prometeo les ocultó la vida, y el fuego, más Prometeo amoroso del hombre robó nuevamente para ellos el fuego de la misma morada de los dioses, para dárselo a los hombres, engañando nuevamente así al poderoso Zeus, y la única manera de  manifestarse del “piadoso dios” fue encolerizándose y maldiciendo a Prometeo y al hombre, gritaba desde el Olimpo furiosamente “A ellos (al hombre) en lugar de fuego, les daré un mal, con el que todos se gocen de corazón, abrazando a su vez su propia ruina”, ordenando entre risas malévolas a Hefesto dios del fuego y de la forja que mezclase tierra y agua, y modelase un cuerpo hermoso y adorable parecido a las diosas inmortales con voz y fuerza de un ser humano, después mandó a Atenea diosa de la habilidad para que la instruyese en sus labores de tejido de primorosas telas, después le ordenó a Afrodita, la diosa del amor que le imprimiera un deseo y ansias devoradores en la práctica sensual, posterior le solicitó a Hermes el mensajero que le imprimiera espiritu de perra y corazón ladino, todo dentro del cuerpo de una casta virgen, al final la diosa Atenea le ciñó la cintura, mientras en el cuello, las gracias divinas y la augusta persuasión le pusieron collares de oro alrededor del cuello, y las Horas colocaron sobre su cabeza guirnaldas con florecillas, mientras el mensajero Argifonte colocó mentiras, palabras falces y un corazón ladino, según los designios de Zeus, una vez creada el heraldo de los dioses (Hermes) la dotó de palabra, y él mismo le dio el nombre de Pandora, ese nombre lo eligió porque todos los moradores de las mansiones olímpicas (Olimpo) obsequiaron con tal regalo (Pan), procurando la ruina a los hombres que de pan se alimenta, una vez concluida la creación de Pandora, Zeus mandó a Hermes buscar a Epimeteo para entregarle sendo regalo (Pandora), Epimeteo significa pensamiento tardío o retardado, y como tal se comportó, el veloz mensajero Hermes entregó a Epimeteo el regalo, que no reaccionó a lo aconsejado por su inteligente hermano Prometeo de “nunca aceptar regalo de Zeus Olímpico, y devolverlos en cambio a su origen, para evitar así el mal a los mortales, más Epimeteo advirtió la celada celestial demasiado tarde, cuando ya tenía el mal consigo, y es que antes de eso, el hombre vivía libre y lejos de males, de la dura fatiga y de enfermedades dolorosas que dan a los hombre muerte, pues el hombre envejece pronto en la desdicha, sea pues la mujer retiró la tapa del gran vaso de las calamidades y se esparcieron por el mundo, quedando únicamente la esperanza al fondo del mismo, pues no alcanzó a salir al ser tapado el frasco antes, por ello son incontables las penas que vagan entre los hombres, pues la tierra está llena de males, llena la mar, morbos caen sobre los hombres, llevando dolor a los mortales, así Zeus quitó la voz al hombre, no hay modo de esquivar los pensamientos del dios, que regaló al hombre funesta caja por medio del tardo Epimeteo, procurando la ruina a los hombres que de pan se alimentan… Así empieza Hesíodo, hace 2718 años ha, señalando que los ciclos fatídicos se cumplen y que el hombre no modifica su pensamiento global, sigue cayendo en las argucias de los que le desean el mal, se volvió un Epimeteo, mientras el hermano, el Prometeo inteligente y hábil poco se deja ver, no sé si al menos es una regresión, pareciera que los males se nos eternizan, sin embargo en el estudio de las razas encuentro la razón por la cual despotrican los conocedores de la historia antigua, allí es donde saben que todo es regresión, que ya está escrito el destino, y el bardo se lamenta de no poder continuar su vida dentro de esta quinta raza descrita por él y por los aztecas, y por los mayas y por los gnósticos, allí los conocedores de la historia antigua señalan que ya está cercano el tiempo del cambio, el inicio de una raza nueva, y no entiendo porque Hesíodo quería vivir más en esta época, no antes, no después, en el mito de las razas, la quinta raza, a la que pertenecemos le llamó la raza de Hierro, el fatalismo continua después de que Epimeteo recibiera a Pandora y está abriera la caja de las calamidades, que al parecer están llegando a su fin, o el inicio de un nuevo ciclo, dice Hesíodo en el mito de las razas “ ¡Ojalá no me tocara vivir a mi vez entre los hombres de la quinta raza! ¡O muerto antes, o nacido después! Pues ahora es la raza de Hierro. Ni de día cesarán de sufrir fatigas y miserias, ni dejarán de consumirse por la noche, en que los dioses les darán insoportables angustias. Más, con todo, también estos verán mezclados algunos bienes con sus males. Zeus pondrá fin a sí mismo a esta raza de perecederos hombres: cuando nazcan con las sienes blancas. El padre no será parecido a sus hijos, ni los hijos a su padre. Ni el huésped será ya querido por el huésped, ni el amigo por su amigo, ni el hermano por su hermano, como antaño. Despreciarán a sus padres tan pronto como envejezcan. Se quejarán de ellos, profiriendo frases injuriosas— ¡malvados!—, ni siquiera por los dioses sentirán respeto. Y a sus ancianos padres les negarán el alimento debido por haberles criado, gentes cuyo derecho es la fuerza; cada cual saqueará la ciudad de otro. Ningún valor tendrá el juramento, ni la justicia, ni el bien, y honrarán más al ejecutor de crímenes y violencias. El derecho estará en la guerra y la conciencia no existirá. Atacará el cobarde al varón valiente, hablándole con torcidas razones, a las que pondrá falso juramento. A los infelices hombres, sin excepción, los acosará la Envidia de siniestros ecos, gozadora del mal, la de odiosa faz. Entonces será cuando, en busca del Olimpo, abandonando la Tierra de vastas rutas, en blancos velos envueltos sus hermosos cuerpos, Conciencia y Vergüenza subirán junto a la progenie de los Inmortales, huyendo de los hombres.

Solo tristes dolores quedarán para humanos mortales: contra el mal no habrá defensa. El poeta no desea vivir la etapa de frivolidad y muerte, si es premonitorio, sabremos que estamos en esta etapa, Zeus desapareció del listado de dioses vivos, murió en el consciente colectivo, dejó paso a otros dioses, igual de rencorosos, dispuestos a dejar abierta la caja con la esperanza refundida en los bordes para no dejar morir al hombre con el odio asentado en su mente, las penas, males y enfermedades son para la vida.

 

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