María del Carmen Chimal Francisco

H. Zitácuaro, Mich. – María del Carmen Chimal Francisco es vecina de la comunidad de El Rincón de San Felipe, ha sido una mujer comerciante prácticamente toda la vida. Se ha dedicado también a las labores del campo.

Su labor para muchos ha pasado invisible; sin embargo, ella es una mujer que, a pesar de su edad, 76 años, lucha y trabaja todos los días para ganarse el sustento diario.

A Carmelita, como todo mundo la conoce, le gusta socializar, le gusta charlar. Además, también le gusta tomarse algunas bebidas para ponerse alegre. No importa, ella disfruta la vida a su manera.

Todos los días se le ve por el rumbo de la “Central”, donde acude a comprar sus productos, para posteriormente instalar su puesto sobre la calle Donaciano Ojeda.

Siempre se le mira sonriente y en otras ocasiones cabizbaja, tal vez sea el agotamiento, posiblemente porque duerme poco o porque se sienta triste o melancólica, lo cierto es que “La Carmelita” es parte ya del paisaje cotidiano.

A Carmelita no le faltan clientes, aunque algunos no la encuentran, porque luego se va para el puesto de jugos y licuados, donde toma un pequeño descanso, para luego continuar sus labores vendiendo sus productos, como chiles manzanos, hongos, verdolagas, entre otros.

Ella goza de una gran admiración de clientes y amigos, procura no faltar a su trabajo y el día que no asiste, se nota su ausencia, las charlas y anécdotas de Carmelita, a quien le encanta platicar y carcajearse de los chistes, bromas o “chascarrillos”.

Antes de irse a su casa, Carmelita regala algunos productos, que considera se puedan echar a perder pronto, ya que considera que es mejor regalar que tirar. Aunque ella obviamente no lo manifiesta.

En algunos momentos también tuvo su mal humor y se encargaba de correr a las “cubeteras” que se ponían frente a su puesto. Después su enojo se fue disolviendo, hasta que comprendió que también ellas hacían su labor, al igual que ella, ofertar sus productos del campo.

“Yo por eso no me caso”, dice Carmen y luego añade: “Para que no me regañen o me peguen”, más tarde suelta la carcajada. Así es Carmelita, aquella mujer que disfruta su trabajo de comerciante y aunque ella tiene 6 hijos, que tal vez la puedan ayudar económicamente, ya encontró en el comercio su manera de vivir a plenitud.

A Carmelita no le falta su desayuno, café o pan, más tarde llega la hora del almuerzo y se le mira “taqueando”, y luego hasta comparte su taco con el vecino o la vecina, para hacer amena la mañana.

Así es Carmelita, una mujer emprendedora, luchona, trabajadora, alegre y que su jornada laboral es quizás de más de 8 horas, ya que primeramente llega a la “Central” cuando, quizás, todavía está obscuro. Pero ya tiene programado su plan de trabajo y luego a descansar. Tal vez ni a descansar, tal vez se ponga a hacer servilletas, como a ella le gustan, bien coloridas, como las que hace en sus ratos libres, sentada ahí sobre un banco o bote y con el hilo y la aguja haciendo algunas flores y contribuyendo así al folclor michoacano.

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