Personaje de la Semana

“Monchito” 

H. Zitácuaro, Mich. – Partió físicamente “Monchito” hace unos días, se supo que estaba delicado de salud y en las redes sociales se pedía en oración por él. Se encontraba en el Hospital Regional de esta ciudad, donde llevaba algunos días. Lo cierto, es que fue un personaje muy apreciado y estimado por la sociedad.

Muchos lo recordarán por comprarle periódicos, revistas ydiscos, incluso hacía mandados a cambio de una gratificación.

No se conocía mucho de su vida personal, pero hay una historia de uno de sus familiares, quien la compartió de manera anónima y cita que Ramón estuvo viviendo en los Estados Unidos, ganándose el pan con el sudor de su frente, trabajando.

Se cuenta que un pariente en el “norte” le ayudó a poner un puesto de chacharas, durante ese tiempo le iba bien económicamente.

Se desconoce por cuánto tiempo estuvo y bajo qué circunstancias llegó a ese país, donde muchos le llaman “el sueño americano”.

El día que retornó a Zitácuaro, tenía dinero para comprarse un terreno y luego hacer algunos cuartos, historia que compartió a algunos conocidos. Le aconsejaron que se fuera a vivir a la casa de la familia, que no comprara nada y que mejor compartiera lo que se había ganado. Se desconoce qué pasó después, lo cierto es que rentaba una casa.

Aunque tenía problemas de comunicación, eso no era impedimento para dialogar con la gente. Su personalidad sencilla, sociable y alegre le abrió muchas puertas, al grado de que la sociedad le tenía en gran estima.

En cierta ocasión se le pidió que fuera él, el Personaje de la Semana, para ello Ramón acudió a un puesto de periódicos y ahí un par de amigos le escribieron algunos datos personales, como lugar y fecha de nacimiento.

No hubo mayores problemas de entendimiento y luego soltó tremenda carcajada cuando se le preguntó que si tenía novia.

A manera de anécdota, se menciona que en cierta ocasión una mujer, con la cual vivía, le pidió que le sacara muebles para su casa. Sin embargo, en determinado momento no tuvo para pagar, por lo que la tienda o mueblería quería embargarle. 

Finalmente ese pariente que le ayudó a cruzar a los Estados Unidos le ayudó a salir del “apuro” económico.

“Monchito” nació en Zitácuaro, el 25 de marzo de 1956. Empezó a trabajar a temprana edad vendiendo chicles y dulces. 

La desigualdad social en la que vivió lo obligó a desempeñarse como ayudante de limpieza en cantinas, otras veces vendía jugos, refrescos y tortas.

Estos han sido algunos ejemplos en los que su esfuerzo y tenacidad lo llevaban siempre a seguir adelante.

Algunos burócratas o empleados de oficina o bancarios veían a Ramón como una persona eficiente, inteligente y trabajadora, por lo que lo enviaban a “mandados” y recibía su pago.

Su pasión por las ventas y don de emprendimiento lo llevó a ser uno de los mejores vendedores de periódico impreso.

De tal manera que éste fue uno de sus oficios principales, vendedor y repartidor de periódicos y revistas.

Caminar por las calles, ofertando sus productos, era su gran alegría, ya que la gente le saludaba de manera cordial y amable.

Todas las mañanas se le observaba que desde temprana hora iniciaba su jornada laboral, hacía también alguna pausa para tomar sus alimentos, como desayuno, almuerzo y comida.

También le gustaba tomarse sus bebidas, aunque en ocasiones se excedía. Pero al día siguiente volvía a retomar sus actividades de manera normal.

Sobre si tuvo o no estudios académicos, Monchito llegó a tomar clases en la primaria Benito Juárez, con el objetivo de aprender a leer y escribir.

Se supo que no vivía en casa propia, por lo que tenía que pagar de su bolsillo por alojamiento, es decir, el pago de la renta y otros servicios más, como luz y agua.

Ramón Morales se convirtió en parte de la historia de Zitácuaro y junto a él hay otras más, de personajes que también partieron, como el famoso “Chusmita”, FernanditoAvilés y otros más, que permanecen en nuestros días, como “Totón”.

Cabe mencionar que Ramón llegaba a las oficinas de “El Despertar” cada fin de semana, los sábados, como no se le entendía cuántos ejemplares quería, utilizaba su mano y con su dedo escribía el número en la mesa.

Siempre era bienvenido en cualquier oficina, banco, espacio público y en cada hogar al que asistía, ganándose el sustento diario y a compartir sus vivencias personales.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *