Editorial

¿Serán palabras de amor?

¿Serán palabras de amor?

P. Agustín Celis

Todas las personas podemos desarrollar diferentes actitudes o valores morales en favor de la sociedad. Somos capaces de ser fuertes en momentos de desastres y destrucción, podemos vivir la sobriedad cuando así lo amerita la situación, podemos actuar con laboriosidad social cuando hay necesidad. Somos una sociedad capaz de desarrollar virtudes en favor de los demás. Pero para orientar positivamente y de manera adecuada todas nuestras acciones es necesario hacer presente el amor.

Esa capacidad de emprender acciones en la sociedad, surgen del dinamismo de la caridad. Ya que, mientras no se haga presente el amor, todas las acciones sociales serán incapaces de edificar una vida en común. Por eso, podemos decir que la templanza de una persona que pretende destruir el orden social no lo hace por virtud, sino bajo el efecto de la embriagues de su ego. No podemos decir que actuamos virtuosamente si no está presente la caridad.

La vida de cada ser humano, se exige así intrínsecamente hacer presente el amor en cada una de sus acciones. El amor es el criterio que nos permite valorar de manera positiva o negativa las acciones de una persona. No podemos entender que ciertas acciones de algunos actores sociales son positivas o se hacen por amor cuando están basadas en la ignorancia, la cerrazón y la violencia. No podemos catalogar como buenas las acciones donde no se hace presente el amor en bien de los demás, sino que con violencia pretendemos imponer sobre los demás ciertas obligaciones.

Sin embargo, hay actores sociales que piensan que su grandeza está en la imposición de sus ideologías al resto, o en la defensa violenta de la verdad, o en grandes demostraciones de fortaleza. Pero algo así sucede en nuestra humanidad, a base de descalificaciones, de culpar a los demás y a punta de “sombrerazos” pretendemos mejorar la sociedad.

Todos necesitamos reconocer que lo primero es el amor, lo que nunca debe faltar al emprender acciones o iniciativas de ley es el amor, nunca debemos poner en riesgo el amor y el mayor peligro es no amar cuando pretendes ayudar a la sociedad.

Haciendo un intento de precisar en qué consiste la experiencia de amar, se puede explicar que es como un movimiento que centra la atención en el otro, es reconocer la dimensión social del hombre, es vivir en la alteridad humana que nos obliga a pensar en otro antes que en uno mismo, considerando al prójimo como uno consigo. Esta dimensión social afectiva que se presta al otro, provoca una orientación a buscar su bien gratuitamente.

Podemos analizar las acciones sociales si parten de un aprecio, o de cuanto valoramos al que recibirá todas nuestras acciones. En definitiva, si todo esto no se hace por medio de la caridad, otros son los intereses de tanto discurso, de cada una de las acciones sociales y si queremos escandalizarnos ¿Cuáles serán los intereses de sus iniciativas sociales?, seguramente el proselitismo que raya en un régimen egocentrista y que no es amigo de la verdad y mucho menos hace presente el amor.

El amor implica entonces algo más que una serie de acciones benéficas. Las acciones brotan de una unión que inclina más y más hacia el otro considerándolo valioso, digno, grato y bello, más allá de las apariencias físicas o morales. El amor al otro por ser quien es, nos mueve a buscar lo mejor para su vida. Sólo en el cultivo de esta forma de relacionarnos haremos posibles la amistad social que no excluye a nadie y la fraternidad abierta a todos.

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