Janamu de la iglesia de Ciudad Altamirano: el mensaje de nuestros antepasados

Noé Israel Borja*

-Una ventana a la cosmovisión de los naturales de Pungarihuato antes de la llegada de los españoles

-El autor investiga el posible significado de los Janamu o petrograbados empotrados en los muros de la iglesia Catedral

A pesar de la importancia de Ciudad Altamirano, que hasta 1936 llevó el nombre de Pungarabato, no había un libro de historia de dicho lugar. Así como hay pueblos que saben a desdicha, hay pueblos con mala suerte que nunca han contado con un historiador que escriba la vida y el pasado de su gente. Altamirano, desde aquí le quito lo de civitas porque cada día nos acercamos más a la barbarie en este chapaleo de democracia encabezada por los Salgado, padre e hija que mantienen la alianza del gobierno con el crimen organizado, a saber: el monopolio que se ejerce sobre el comercio y productos de la canasta básica y los desvíos de los dineros del erario público. La cosa viene de arriba, del disimulo y la chabacanería del presidente Andrés Manuel López Obrador. No nos espantemos, las vueltas a la barbarie son comunes en la historia de las sociedades, pero eso no nos debe hacer callar por más que nos los señalen con el dedo; bueno, esta es mi primera digresión, como les decía, Altamirano solo contaba con monografías, información dispersa en libros y archivos, la gran vena de la tradición oral, pero no contaba con un libro que naciera de la verdadera vocación de historiar. Un pueblo con suerte, mencionemos el más ilustrativo: San José de Gracia, Michoacán que en 1925 vio nacer a Luis González y González, hombre que escribió la historia de su pueblo, un pueblo de ganaderos, de apenas dos mil habitantes, esa pequeña localidad, González y González con su libro Pueblo en vilo, la sublimó a una entrañable historia universal. Ahí don Luis nos enseñó que el arte de historiar, quiero decir: escribir historia con rigor científico, no debía prevalecer nada más en la Ciudad de México y en otras principales Urbes, si no que teníamos que escribir lamicro historia. Pero la vida es difícil y esta disciplina no tenía que ser fácil, pocos pueblos pueden ufanarse de contar con un libro que los sobreviva.

Con la energía del investigador acucioso y nutrido de la vocación natural de historiador, don Carlos Arias Castillonos entrega en este día grande, quiero decir el día en que los pungarabatenses festejaban a su santo patrono San Juan Bautista tanto con la religiosidad milenaria como con el regocijo de una población pacífica donde todos se conocían. Por él tiempo en que el autor nació, la nostalgia hace pensar en unos 800 habitantes, pero eran algunos miles ya; Altamirano era un valle redondo de calor, con el río chiquito recorriéndolo por un costado, con sus montes a los lejos y tupido en los alrededores de los cañaverales del lugareño Jacinto Zavaleta. Bueno, don Carlos Arias nos entrega este libro intitulado: Iglesia de San Juan Bautista Pungarihuato(Pungarabato) y sus Janumu: el mensaje de los antepasados.

Para escribir este libro partió desde el principio, porque en el 2019 publicó su primer libro: Apuntes para la historia antigua y colonial de Pungarihuato. El afán de don Carlos es contar la historia sin anteojeras y sin apasionamientos. Contar las diferentes versiones ateniéndose a las fuentes. Intrépido como debe ser un hombre que se aventura en los libros y expedientes, da sus propias hipótesis. Cualquiera diría que el rigor científico le viene porque es universitario. Es doctor en Administración de Empresas por la Universidad de Guanajuato, pero yo me he hecho de la idea, y tengo razones fundadas para ello, que ese empeño por entregar a sus paisanos un trabajo riguroso y verídico, es porque desde niño escuchó muchas historias de nuestros pueblos. Más aúnsiendo ya adolescente universitario escuchaba aquellas historias de que Coyuca había sido un señorío Purépecha y que el príncipe Irepan había sido enterrado en las faldas del cerro Chuperio. Atento a estas historias imaginaba una historia portensosa de nuestros pueblos. Pero al correr de los años, descubrió que esos datos eran falsos porque los historiadores locales cayeron en la trampa o no supieron leer la obra literaria, y por tanto de una imaginería insospechadadel libro: Michoacán, paisajes, tradiciones y leyendas de Eduardo Ruiz Álvarez que fue publicada en 1900. Tal revelación no lo desanimó sino se le acendró en el corazón para un buen día sacarlo a plaza. Terminó sus estudios, hizo todos los posgrados posibles, vivió en tierra remotas, formó una familia y vivió como profesor y académico. De vez en cuando entrenaba sus dotes de cantante, porque su padre fue un músico que hizo época con el “Tropical Altamirano”. Su nombre artístico aún resuena en la vida cotidiana: “el chiquichá”. A todo esto una música le venía de sus años de adolescente, una suave música que le insinuaba que tenía que escribir la historia de su pueblo. Así fue que empezó a pergeñar las páginas de su primer libro. Debo decir que aparte de músicos, pertenece a una familia de historiadores. Víctor Manuel Arias Castillo, su hermano menor, desde queregresó a Altamirano después de titularse en la UNAM como licenciado en Economía se ha dedicado a investigar y recopilar documentos y material fotográfico, fungiendo él mismo como fotógrafo sobre el acontecer de nuestra gente. A él le debemos la monografía Pungarabato que escribió junto con José Espinoza Quiroz. Además de la compilación de la obra de Manuel M. Reynoso, reunida en el libro Alma de plenilunio. Y esperamos su historia de Pungarabato de la segunda mitad del siglo xx.

Disculpen estas disgresiones, pero eran importantes para entender la persona de Carlos Arias Castillo y aterrizar en este su segundo libro.

La iglesia de nuestra ciudad es la obra más importante de nuestro suelo urbano. ¿Quién no ha traspasado su puerta al sol y luego se ha paseado por los costados y en el atrio, admirando la luz tenue de las nueve de la mañana, esas mañanas como hechas de oro, protegiéndonos de la calor agobiante debajo de sus árboles, escuchando el tañido de las campanas de nuestro corazón? Hasta hace poco supe que sus muros tenían petrograbados. Sentí toda la carga de la historia de nuestros antepasados… ruidos… voces… murmullos que salían de entre las grietas de esos muros. ¿Qué me querían decir esas voces? Había un gran hueco de historia de mi pueblo que desconocía por completo. Chambón como soy pasaron pocos días para que se me pasara tal inquietud y nada más, como de refilón, me acordaba cuando veía caer las sombras sobre los muros. Pues, señoras y señores, de eso trata el libro del doctor Arias Castillo, de desentrañar esas voces, de cuestionarnos qué mensaje nos quisieron dejar los peones albañiles que, lo más seguro, afirma el autor, con el disimulo de los caciques, encargados de la encomienda, y la tolerancia de los mendicantes agustinos, encargados de la obra, deliberadamente dejaron ese mensaje de alguna cultura, don Carlos no se aventura en afirmar que de los purépecha, que habitaron estos suelos. Como quiera representan: “… la fusión entre el templo cristiano y la yácata purépecha…”

De los janamu o petrograbados empotrados en los muros de lo que hoy llamamos La Catedral parte esta interesante historia. Que se agranda en el tratamiento de su contexto, de la vida de fray Juan Bautista Moya, de los hombres sin nombre que construyeron con sufrimiento, esos añejos muros, de la historia de la propia iglesia. Con datos esclarecedores nos cuenta el estilo plateresco de nuestra iglesia, nuestra iglesia dicho como monumento arquitectónico. Este libro está hecho, lanzo mi hipótesis, contra la ignorancia y el desinterés de los habitantes. Está hecho contra la iglesia, que ahora nada más se ocupa de inculcar su doctrina, cada día más con tácticas del protestantismo. La iglesia, la gente que está frente a ellos, desde hace muchos años perdió el interés por el Arte, por la escultura, la pintura, la arquitectura, la literatura. Perdieron el interés cuando antes eran la cultura, muchos de sus agentes eran generadores de cultura desde el punto de vista humanístico.

Este libro está hecho en contra de los historiadores académicos y a favor del público lector. Porque es un texto sin ínfulas academicistas que puede leer el lector promedio. Al enemigo hay que agarrarlo en su sistema. Don Carlos ha dejado su departamento de doctor en Administración y Contabilidad para meterse en la de los historiadores y darles un ejemplo de escribir un libro a ras del suelo, para interesados y especialistas. Sienta un precedente porque es un material original y bien escrito. Entre la frialdad y la prosa soporífica del especialista que no sale de su cubil de universitario y la brusquedad del historiador aficionado que nada más vacía los expedientes, don Carlos domeña y tritura bien la información para plasmarla con buen oficio, con la tinta del manantial generoso de su corazón que ama la tierra que lo vio nacer.

Complementaria es la propuesta que hace don Carlos alsignificado de la palabra pungarihuato, a saber: “lugar de bellos plumajes”, al cual se refiere como “… ilógico, antihistórico y absurdo significado…” Y propone,apoyándose en la Relación de Michoacán, que la referencia histórica del nombre sea: “cerro, lugar o sitio en donde se encontraba el señor emplumado…”

Este libro, como documento de investigación, cumplirá en parte con la función de los janamu o petrograbados. Estos constituyen “un mensaje silencioso pero visible, escribe Arias Castillo, con la intensión de que fueran identificables… una forma de resistencia ante la pérdida y desaparición de la cosmovisión de su mundo religioso; de sus valores y creencias.” Así Iglesia de San Juan Bautista Pungarihuato (Pungarabato) y sus Janamu: el mensaje de los antepasados tiene la intención que las nuevas generaciones de la región del medio Balsas conserven la memoria y la historia de su pueblo.

Iglesia de San Juan Bautista Pungarihuato (Pungarabato) y sus Janamu. El mensaje de los antepasados. Carlos Arias Castillo. Universidad de Guanajuato. Pp. 122.

Texto leído durante la presentación del libro el 24 de junio en las instalaciones de la Universidad Vicente Guerrero de Ciudad Altamirano.

*(Altamirano, 1982) Autor de los libros Ahí viene el Marihuano y El muerto que nos llegó de Estados Unidos

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