MORELIA (ARENA SUELTA)

POR TAYDE GONZÁLEZ ARIAS

Cualquier hombre o mujer orgulloso de su origen, o dígase de otras maneras, el buen hijo, o el bien nacido en alguno de los pueblos de México y tal vez del mundo, gozamos de una especie de orgullo que se parece más al amor, demostrado hasta la presunción, al decir de dónde es uno o dónde vimos nuestra primera luz.

Si esa tierra es heroica, si goza de fama por que sus fundadores, o sus habitantes son reformistas, libres y de alto criterio demócrata, es aún más la satisfacción de presumir de dónde somos. De ese modo, y respetando la relevancia de la historia que tiene cada asentamiento social en el mundo, es que el mes de mayo representa para los michoacanos un momento de celebración, especialmente el día dieciocho, una vez que en el año de mil quinientos cuarenta y uno, se conmemora la fundación de la capital tarasca, construida en cantera rosa.

La tierra de la conspiración de Valladolid, el lugar en donde naciera, un treinta de septiembre de mil setecientos sesenta y cinco, el Generalísimo José María Teclo Morelos Pavón y Pérez, sólo conocido como José María Morelos, quien se preparara como sacerdote en el Colegio de San Nicolás y en que en el año de mil setecientos ochenta y nueve, ingresara al seminario del que se graduara como sacerdote, en el mismo sitio, en mil setecientos noventa cinco, ocupando más adelante el cargo de cura de Carácuaro hasta mil ochocientos diez. Ha cumplido este dos mil veinte, cuatrocientos setenta y nueve años de existencia.

Morelia, fue fundada en el Valle de Guayangareo, por disposición del Virrey Don Antonio de Mendoza, con el propósito de contar con una ciudad en la que residieran las autoridades civiles y eclesiásticas, y aunque contó durante toda su vida con la desaprobación de Don Vasco de Quiroga, quien prefería a Pátzcuaro para esta sede, una vez que éste ultimo murió, y sin ningún otro impedimento, es que se erige como capital.  

Los comisionados para llevar acabo la fundación de la capital del ahora Estado de Michoacán en aquel tiempo, fueron Don Juan de Villaseñor, Don Juan de Alvarado y Don Luis de León Romano, quienes trazaron asentamientos, solares, plazas y demás ordenamiento que diera como resultado dicho fin.  Mientras que Don Antonio de Godoy, siendo uno de los primeros pobladores se le dio la tarea de aperturar caminos, casas y calles, prosiguiendo en esta labor Don Juan Ponce.

La ciudad de Guayangareo, fue el nombre de la capital, hasta mil quinientos setenta y uno, y se llamó Valladolid a partir de mil quinientos setenta y siete, sin embargo, el Congreso aprobó un doce de septiembre de mil ochocientos veintiocho, que, en honor a Morelos, llevara el nombre de Morelia.

Desde su fundación la capital del Michoacán, sufrió de escasez y pobreza, mismas que fueron paleadas a la llegada de distintas ordenes religiosas, y al incremento de la actividad económica, así como por las construcciones de los conventos de San Francisco, San Agustín, El Carmen, La Compañía de Jesús y Santa Catalina de Sena. La construcción del acueducto actual que cuenta con doscientos cincuenta y tres arcos, que se remonta a los años de mil setecientos veintiocho a mil setecientos treinta, y el ámbito educativo por el auge que, hasta la fecha, y con sus propios problemas, ha tenido la Universidad Michoacana de San Nicolas de Hidalgo.

La capital michoacana llega a su cumpleaños con una serie de problemáticas, sobresaliendo lo relacionado a la inseguridad, problemas de vialidad, alumbrado público, comercio informal, entre otras, que sigue siendo la sede constante de manifestaciones que concluyen casi siempre poniendo en riesgo el patrimonio cultural de la humanidad con el que cuenta.

Estar en Morelia y disfrutar de esta joya colonial, es indispensable para conocer México, pues su riqueza gastronómica que va desde los dulces típicos conocidos como morelianas, los postres como los uchepos o los gaspachos y sus, sin iguales, zonas gastronómicas, como: el santo niño, la inmaculada o San Agustín, que cuentan con una oferta capaz de saciar los mas exigentes paladares.

“Maderear”, o caminar por la avenida más grande, que lleva por nombre Francisco I. Madero, permite que en fin de semana se disfrute de un espectáculo de luces y sonido, que acompañan el encendido de la catedral que tiene unas de las torres mas altas de América latina y que, de su construcción se cuentan las más increíbles leyendas, o disfrutar de los jardines de Las Rosas, la plaza de armas, la plaza Valladolid, la José María Morelos, el jardín de los Niños Héroes, o disfrutar de sus calzadas y empedrados, como el callejón del romance, harán que al sólo poner un pie en éste rinconcito de México, puedas enamorarte, no quieras irte o quieras volver pronto.

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