“Tata Lázaro”

Lázaro Cárdenas nació en 1895, en Jiquilpan, Michoacán, hijo de Dámaso Cárdenas, un comerciante. La escuela no era lo suyo, en 1908 la dejó para ayudar a su padre y al año siguiente se convirtió en meritorio en la oficina de rentas del lugar, su habitual silencio le ganó un apodo: “El mudo”.
En 1911 murió su padre, dejando a esposa e hijos en una precaria situación económica. A los 15 años Lázaro se convirtió en el jefe de su numerosa familia.
En 1913 la revolución llegó a Jiquilpan, aunque la madre lo envió a refugiarse con un tío, el joven Lázaro se unió a los rebeldes que peleaban contra Victoriano Huerta, dos años más tarde en Sonora conoció a Plutarco Elías Calles y la simpatía fue mutua, el maestro en busca del discípulo, encontró al alumno que buscaba un padre, lo llamaba con cariño “Chamaco”.
Con los sonorenses Cárdenas combatió a Pancho Villa, a los Yanquis, y tras regresar a Michoacán a los bandoleros que asolaban su estado natal.
En 1920 se adhirió al “Plan de Agua Prieta”, proclamado por Adolfo de la Huerta, en contra de Venustiano Carranza, quien se había internado en la sierra de Puebla, pero el general Rodolfo Herrero se le adelantó, salvando a Cárdenas de participar activamente en el magnicidio.
En 1928, a los 32 años, Lázaro llegó a la gubernatura de Michoacán, ahí impulsó la reforma agraria y en cuatro años repartió más tierras que los otros gobernadores en los 10 años anteriores.
Cárdenas ejerció el poder con un sentido paternal, solemne y serio, infundía respeto y simpatía. Los indígenas tarascos le llamaban con el sobrenombre perfecto “Tata Lázaro”.
Tras el asesinato de Álvaro Obregón en 1928 comenzó el “maximato”, Plutarco Elías Calles, el jefe máximo, sin ser presidente dominaba el poder ejecutivo. En 1930 Cárdenas se convirtió en presidente del recién fundado Partido Nacional Revolucionario (PNR), antecesor del PRI.
Aunque en los años siguientes significaron algún conflicto entre Cárdenas y Calles, éste confió en “El chamaco” y lo eligió candidato a la presidencia en 1933, el primero de diciembre del año siguiente, Lázaro Cárdenas tomó posesión de la presidencia de México.
Pero Cárdenas no estaba dispuesto a ser un presidente más del “maximato”, más de un año le tomó desplazar del gobierno a Calles y a los callistas, pero al fin el 9 de abril de 1936 envió al jefe máximo al exilio, no rompía así sólo con el jefe de la revolución, sino con su padre político.
A partir de aquel momento Lázaro Cárdenas puso en marcha el vasto programa social que ensayó como gobernador de Michoacán, su gobierno se concentró en la repartición de tierras que acabó de manera definitiva con los latifundios y estableció el ejido colectivo como principal forma de tenencia de la tierra en el campo.
El éxito de la reforma agraria fue enorme en términos políticos, no tanto en los económicos. El gobierno cardenista tuvo una importante presencia en el plano internacional, en 1936 se pronunció a favor de la república española y cuando ésta fue derrotada admitió a miles de refugiados de la guerra civil, su llegada a México significó un enriquecimiento del panorama cultural, debido a que muchos de ellos eran intelectuales destacados.
1938 el impulso nacionalista del gobierno de Cárdenas vivió su momento culminante, en respuesta a la negativa de las compañías petroleras extranjeras de acatar un fallo laboral de la Suprema Corte de Justicia se decretó la expropiación de sus bienes. La constitución de 1917 comenzaba más de 20 años después a tener efecto.
Aquel mismo año de1938 el PNR se convirtió en PRM y el 1946 se convertiría en el PRI. Al plantearse la “sucesión” en 1940 la decisión lógica de Cárdenas, parecía ser su mentor, el radical y explosivo Francisco J. Múgica, sin embargo terminó por inclinarse por su antiguo y fiel lugar teniente, el moderado Manuel Ávila Camacho.
Al terminar su gobierno, Cárdenas apuntó en su cuaderno de memorias: “Me esforcé por servir a mi país y con mayor empeño al pueblo necesitado, cancelé muchos privilegios y distribuí, en buena parte, la riqueza que estaba en pocas manos”, decía la verdad.
Durante los años de la Segunda Guerra Mundial Cárdenas desempeñó el cargo de Secretario de la Defensa, sin salir del PRI se convirtió en figura tutelar de la izquierda en México y también fuera del país.
En 1960 Fidel Castro lo invitó a La Habana para participar en la primera conmemoración oficial del asalto al cuartel Moncada.
Lázaro Cárdenas falleció en la Ciudad de México el 19 de octubre de 1970.
“Nuestro presidente también ha caminado por estos senderos, contaba una indígena de la sierra de Oaxaca. Otros presidentes han tenido miedo de venir. Tenemos mala reputación, pero Lázaro Cárdenas no tiene mido. Él va a todas partes. Cuando estuvo aquí, ni siquiera se juntaba con sus compañeros; montaba a caballo y se dirigía a visitar nuestras cosas y a platicar con nosotros”.
Su devoción por los indios, por los campesinos, por los marginados fue su mayor virtud. Con investidura presidencia o sin ella, siempre se mostró generoso y paternalista. Su modo de ejercer el poder era indiscutible: hombre de autoridad, ganada con inteligencia y una serie de estrategias políticas que consolidaron su poder, gobernó con respeto por la vida y dignidad humanas, alejado de la violencia de los regímenes sonorenses de Obregón y Calles.
Sin llegar a convertirse en otro “jefe máximo”, una vez fuera de la presidencia, la figura de Cárdenas se agigantó. Hasta el día de su muerte. Tuvo una importante influencia moral en la vida pública mexicana. Para la clase política encarnó los principios más puros de la revolución: nacionalismo, tierra y libertad, justicia social.
Fue un baluarte de la izquierda en momentos en que los nuevos gobernantes con sus flamantes proyectos económicos se alejaban de las necesidades del pueblo. A lo largo de los años supo escuchar, y se tomó su tiempo para hacerlo. Indudablemente, fue el último estadista mexicano.

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