Opinión

Perseverancia más que la inteligencia (Política en lo oscurito)

Perseverancia más que la inteligencia
Don Cedano estaba jalándose de los pelos, no era posible que un pequeño dilema se resolviera de una manera simple, ese dilema es: “la perseverancia vence a la inteligencia”. Así funcionan las cosas ahora, los inteligentes no podrán jamás gobernar al mundo, los perseverantes sí. Eso le da miedo a Don Cedano, ya nadie hace méritos, ya sólo se debe ser consecuente, como cuando convencías a la novia en aquellos días de Don Cedano, a base de mucho esfuerzo. Así ganó San Péjele, ¡Sniff!
Eso le trae a la mente a Don Cedano algunos chascarrillos, viejos como él y buenos como él… cómicos no tanto como él, pero funcionales, y les contará el primero que se le viene a la mente, es uno de Pepito, tal y como le decían a Don Cedano en la escuela preparatoria, pues se sabía unos chascarrillos buenos: Erase una vez pues, Pepito que vivía con su madre pobre, en una pobre casa, con pobres muebles y pobres alimentos. Así pobre como estaban, tenían el hambre de los pobres, o sea mucha y poco alimento. La señora madre de Pepito, pobre como era, un día se sentó triste y desfallecida, decidida a no darse por vencida por la pobreza, miró a su exigua granja y sólo tenía un raquítico pato, pero al menos si lo vendía le daría una semana de comida basada en frijoles… si se dieron cuenta, la mamá de Pepito no era Hondureña… así que decidió jugársela y le encargó a Pepito vendiera el pato.
Así salió Pepito rápido y de prisa a la primera casa que encontró en su camino y tocó decidido a hacer el negocio de su vida. A las diez veces que tocó Pepito, salió una exuberante dama, frondosa toda ella, tal y como deben ser todas las mujeres en una etapa de la vida, era grande de estatura, era grande en sus formas, vestía un precioso negligé rojo, transparente, que dejaba ver más carne de la que Pepito había visto en toda su pequeña vida. Éste con los ojos cual platos, abiertos enormemente no quitaba la vista del monumento a la sensualidad, el pequeño bikini brilloso de estoperoles le lanzaba destellos de erótica fruición a Pepito; aunque no sabía que era eso, desde luego, era un niño sano, y ella sólo lo cuestionó con la mirada firme y las carnes también, y con una mano le inquirió.
Al verla Pepito, sólo atinó a decir ¡Gulp!, y ella después atinó a decir: ¿Qué se te ofrece chamaco mugroso, muerto de hambre? Cuando Pepito escuchó hambre, no se preocupó de la discriminación, ni de su aseo, se preocupó en vender el pato y le dijo a la beldad: Le vendo el pato
– No necesito un pato. ¿Para qué lo querría?
– Mire señorita, es un hermoso pato, que le haría un hermoso caldo.
– No necesito caldos –Respondía la señora.
– Bueno, para que tenga usted alegría en su enorme estanque, que está tan solito y triste, además se lo limpiaría de basuras, porque este pato es buen limpiador.
– Resulta que tengo un ayudante que limpia la piscina.
– Este pato es mejor que eso, le podría cuidar la casa, hace más ruido que reguetonero en fiesta de primaria, ¡se lo juro!
– Tengo un buen mastín napolitano con un chihuahua que hacen más ruido que fiesta de barrio a las cinco de la mañana ¿Cómo ves niño? Así que puedes irte con tu pato.
La señora se volteó con la firme intención de meterse a la casa y pepito decidido a no dejar ir el negocio, se metió rápido antes de que cerrara la puerta.
– Ándele señito, le vendo el pato. Es rebueno para nadar.
La señora sorprendida por la rapidez de reacción del chamaco, se volvió hacia él y lo reprendió.
– Nadie te dio permiso de entrar a la casa, y ya sé que los patos son buenos para nadar.
– Ya ve señito, no le miento, también es bueno para graznar, se lo garantizo, oiga nomás.
Pepito le apretó salva sea la parte al pato y este lanzó un graznido fortísimo, eso espantó a la señora, que cambió su actitud de inmediato.
– Está bien chamaco, te voy a comprar tu pato, pero no vuelvas a hacerlo gritar así de feo, que vas a espantar a todo el vecindario; ¿cuánto quieres por el pato? –dijo ella recelosa, volteando para todas partes.
– No gritó, señito, Graznó, quiero un peso por él.
– Está bien, espérame aquí, voy por el dinero, si no te has dado cuenta, no traigo nada encima.
Pepito tragó saliva, la señora tenía razón al menos en eso. Y como la señora no regresaba rápido y Pepito ya quería terminar su negoció se metió a la casa por donde había entrado la señora, y no la vio por ninguna parte, se empezó a desesperar y empezó primero casi susurrando:
– Señito, soy Pepito, el del pato, sigo por aquí.
Decía esto mientras recorría la casa buscándola.
– Señito, mire, la verdad tengo prisa y mi mamá hambre, tengo que llevarle el dinero para comprar frijoles, por favor ya salga y le dejo el Pato donde usted quiera.
Llegó así a la recamara, y vio a la señora en salva sea la parte, enorme por cierto, y empinada ella sobre algo pequeño y regordete, encima de una cama enorme con sábanas de seda azules y blancas, muy suaves, y susurró de nuevo.
– Señito, soy Pepito, el del pato ¿Me recuerda?, estaba esperándola allá en la entrada, pero mire, tengo prisa, tenga su pato, sólo págueme y me voy.
El pequeño bulto de la cama soltó un grito como de niña espantada y se tapó la cara, la señora volteó molesta.
– ¿No te has ido re cabrón?
– No señito, aún no me ha pagado el pato, le estoy ahorrando la caminada a la entrada, ya ve que me dijo que iba por el dinero, y la verdad ya me quiero ir, pero no me ha pagado el pato, ni yo se lo he entregado. Mire, aquí lo traigo, tenga es suyo, sólo págueme y me voy.
La señora molesta se dirigía al tocador cuando escuchó un ruido de motor y la puerta de la cochera abriéndose. Se detuvo en seco y gritó:
– En la madre: Mi marido.
Sin saber qué hacer, se quedó tiesa y sólo atinó a gritar.
– Metete bajo la cama.
– ¿Pero señito? Sólo págueme el pato y me voy.
No iba a dejar pasar una oportunidad, estaba seguro de que casi lo tenía vendido. La señora lo metió a empujones bajo la cama prometiéndole que en un rato más se lo pagaba y que la esperara allí.
Pepito resignado y con la esperanza de la venta se quedó quieto un rato, mientras poco a poco se acostumbraba a la oscuridad, al acostumbrarse su vista, vio al pequeño bulto a su lado, comprobó que se trataba de una persona y le dijo:
– ¡Tss! ¡Tss! Oiga. Le dijo Pepito en voz baja.
– ¡Shhh! ¡Cállate por favor, o nos va a ir mal.
– Le vendo un pato.
– ¡Qué te calles carajo!, ¿No ves dónde estamos?
– Ándele señor, le vendo el pato, mi mamá y yo tenemos hambre y queremos comer frijoles una semana.
– ¿Qué no ves que estamos bajo una cama? ¿Cómo te atreves a quererme vender un pato?
– Tiene razón señor, pero es que me urge, deje ir a ver a la señora para que me lo pague y me voy. Así le digo que todavía está usted aquí, que ya le compre lo que le haya venido a vender, que también ya se desesperó.
– No, no, no salgas, dime cuanto quieres por el pato.
– Dos pesos
– Tomas los dos pesos y dame el pato. Se metió las manos en los bolsillos y la pasó dos monedas. –Pero no salgas aun.
Pepito estaba desesperado, no hacían nada, sólo estaban allí, así que decidió salirse.
– Ya me voy, en la casa me está esperando mi mamá para ir a comprar frijoles con estos dos pesos, de seguro se pondrá feliz de que su hijo haya realizado un buen negocio con el pato, a la vez estará triste, pues es la única propiedad que nos queda.
– ¡No te vayas niño! –Le dijo el hombrecillo, espérate un poco más. –Le dijo en voz baja –Afuera se escuchan voces, no te vayan a espantar.
– No le hace, necesito ir a llevarle esto a mi mamá.
– Espérate otro ratito.
– Está bien, esperaré otro ratito.
Pepito, empezó a cantar despacito una canción de Gabilondo Soler –“La patita”, de canasto y con rebozo de bolita”. Una mano le tapó la boca y le urgió:
-¡Shit!, ¡Cállate muchacho, nos van a descubrir y nos van a rapar.
Pepito se calló, mientras con los ojos contaba las tablas de la cama, dirigiendo su vista desde su cabeza a los pies, empezaba a desesperarse, de pronto, se acordó de su pato y le dijo al señor, tocándole tímidamente el hombro con el dedo índice, incrustándoselo insistentemente.
– ¡Señor!, ¡señor! Tsss… Tsss… ¿Me escucha?
– Si ¿Qué quieres? Le dijo molesto en voz baja.
– Le compro un pato ¿Tiene uno por allí?
– ¡Oye recabrito, si bien sabes que tengo un pato, me lo acabas de vender hace cinco minutos, aparte estamos debajo de una cama ¿Qué no ves?
– ¡Ah!, bueno, entonces… ¿Me vende un pato?
– Que no, te lo acabo de comprar.
– Bueno, entonces me voy, que tengo que comprar un pato para mi mamá, nos vemos luego, aquí está muy oscuro y aburrido.
– No, no, espérate, te vendo el pato si quieres, dame los dos pesos.
– No señor, ese pato ha estado encerrado y está estresado, ya salió de la agencia que es la casa de mi mamá, ya se devaluó, vale ahora cincuenta centavos, además está enfermo de claustrofobia, no ha comido ni bebido en mucho tiempo.
– Está bien, toma el pato y dame los cincuenta centavos, pero estate quieto.
…Al poco rato.
– Señor… Tsss… Le vendo un pato, vale tres pesos…
… Al poco rato…
– Señor… Le vendo un pato…
Ya muy tarde, casi al anochecer, antes de la misa de las seis para ser exactos, llegó Pepito con cien pesos y el pato, su mamá le solicitó una explicación sacada de manera muy convincente, chancla en mano.
– Pero mamá, así hice el negocio, mire, fui a la casa de esa señora ricachona y me metió a negociar con una persona que es de sus confianzas y para que no sospechara nadie del trato, nos metió a negociar bajo la cama, el señor me dio los dos pesos, después el señor estaba urgido de vender el pato, pues bajo la cama ¿Para qué lo quería?, supongo que era mal negociador y terminé trayendo todo esto a la casa.
– No te creo –Le recriminó la mamá –Siempre has sido lenguaraz y mendaz, déjame los cien pesos, pero ahorita mismo te vas a confesar con el padre Arsilio y vamos a regresar el pato, el dinero no, porque ese lo necesitamos, pero si lo vendiste, el dueño debe de poseerlo, vamos.
De otra manera más convincente tal y como las madres son, de la patilla halando llevó a Pepito ante el confesionario. Este caminando muy ordenadito, con pasos sincronizados y de puntitas, como si fuese bailarina de ballet, con la cabeza ladeada y las patillas rojas, bien apercolladas por la mano de su madre, bien convencido pues, llegó Pepito ante su confesor el Padre Arsilio.
– Ave María Purísima.
De un sopapo la madre de Pepito le refrescó la memoria.
– Sin pecado concebida padre.
– Dime tus pecados hijo.
– Ninguno, padrecito, se lo juro por diosito que está allá sufriendo feo en esa crucesota de madera, se lo juro.
– ¿Entonces para que requieres la confesión hijo?
– Yo no padrecito, es mi madre la que quiere que me confiese –En ese momento, cual rayo de la creación, le cayó un sopetón a Pepito que le acomodó las ideas y el peinado –Bueno figúrese padre que fui a la casa de esa señora rica, la que vive por mi casa, la de las flores, una señora muy rica, ya lo dije verdad, bueno, fui a esa casa a vender un pato, una encomienda que me dio mi mamá, para poder con ese dinero comprar frijoles, y la señora muy rica por cierto, me metió bajo la cama para que lo negociara con una persona que estaba allí…

– Con que tú eras el del pato, muchacho desgraciado, devuélveme los cien pesos, que son de las limosnas…
Ven porqué le da miedo a Don Cedano, que la persistencia le gane a la inteligencia, y tristemente eso nos pasó con nuestro presidente recién estrenado, no ganó por inteligente, si por persistente, y sobrada persistencia también el desmentir sus desmentidos, tanta persistencia en sojuzgar sus dichos, tratando de recomponerlos, diciendo que lo sacan de contexto y que los interpretan a la conveniencia del interlocutor, no la de él, lo que sí, esa persistencia, le ha dado ya once triunfos al hilo y va por el doce, el primero fue la cancelación del NAIM, los otros diez fueron el tren maya, la refinería en Tabasco, el tren en el Istmo, plantación de un millón de árboles, pensión a adultos mayores, becas a personas con discapacidad, becas a jóvenes sin empleo, becas a todos los estudiantes de bachillerato, atención médica a personas de bajos recursos, y ampliar la cobertura de internet gratuito, los ganó por un pelito de rana calva, con apenas 91% o 98%, por poco los pierde, total ya estaban acordaos y autorizados por su dedito, y en el ejercicio de su poder, que ahora es casi plenipotenciario, los ganó, a ley, con cerca de in millón de votos ¿Para qué quiere más?, con que voten sus fanseses basta.
Ahora su nuevo proyecto es ir por los delegados federales quitando los virreinatos a los gobernadores, eso sí duele, ya Silvano en nuestro estado se bajó y señaló a la federación como el patrón de los maestros, va en serio San Péjele, y va por más, ya tiene un relajo, los chairos alucinan jauja, y como dice el meme, los milenillas descubren el muro de Berlín, pues proponen dividir al país, a un lado los ricos y al otro lado los seguidores de San Péjele, llamados socialistas, lo que si tiene nerviosos a varios por allí, tanto que están reduciendo las inversiones en la construcción, algo a lo que le sabe Don Cedano y como diría Confucio “En un país bien gobernado debe inspirar vergüenza la pobreza, en un país mal gobernado debe inspirar vergüenza la riqueza”.
Si San Péjele sigue haciendo apología de la pobreza y avergonzarse de la riqueza, llegaremos a ser mal gobernados, si lo dice Confucio, debe ser cierto, y lo acaba de decir hace poquito, ya ven que tenemos memoria de corto plazo, jaja, bueno, se le olvida a Don Cedano que sus siete lectores los auscultan muy seguido, yo les digo a mis lectores que los políticos no me son muy gratos, y no me dan mucha confianza, tanto que sólo me sentaría a la mesa de un político a comer con él, si me invita y paga la comida de su bolsa, no vaya a ser como Morón que andaba en Yate, invitado por supuesto, no vayan a pensar que se está gastando el dinero de los impuestos en esas cosas, tampoco vayan a pensar que el empresario los invitó con algún interés, fue de a grapa, por puritita solidaridad, de cuates pues, esa frase la dijo el máximo exponente de la filosofía contemporánea, el gran Marx, no se confundan chairos, hablo del Groucho, recuerden que Don Cedano es fifi, y se va del lado de los ricos, algo se le debe de pegar, aunque sea una rectoría en su casa… ¿Qué no?

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