Zitácuaro

No tengan miedo

P. Agustín Celis 

1. «No tengáis miedo de los que matan el cuerpo, pero no tienen poder para matar el alma» (Mt 10, 28).

Estas palabras que una vez dirigió Cristo a sus discípulos en Tierra Santa, se extienden a lo largo de los siglos, a todos los cristianos. Se aplican a todas las latitudes y longitudes. Adquirieron un significado particular para aquellos discípulos de Cristo cuya beatificación celebramos hoy en Berlín… En la gran expresión de acción de gracias de la Iglesia, la Eucaristía, damos también gracias a Dios por haber dado a su Iglesia y al mundo testigos del seguimiento incondicional de Cristo y por cuya fe han vencido.

En su historia han enfrentado pruebas severas, pero no han tenido miedo «de los que matan el cuerpo». El terrible sistema totalitario trajo la muerte, con una crueldad sin precedentes, a aquellos que no se sometieron a dicho sistema. De esta manera intentaron dominar las almas. Sin embargo, nuestros mártires han extraído de las palabras de Cristo la certeza de que «no tienen poder para matar el alma». A partir de aquí entendemos su victoria. Alcanzaron esta victoria en la medida en que dieron testimonio de Cristo ante los hombres: «El que me reconozca ante los hombres, yo también lo reconoceré delante de mi Padre que está en los cielos» (Mt 10, 32).

Su fortaleza era el Cristo confesado ante los hombres. Cristo permaneció fiel a ellos incluso después del martirio. Él es su testigo ante el Padre…

2. Para comprender las condiciones en que nuestros dos beatos libraron su lucha espiritual, la liturgia se refiere al profeta Jeremías: «Oía la acusación de la gente: pavor-en-torno, delatadlo, vamos a delatarlo» (Jer 20, 10). Estas palabras fueron escritas hace dos mil quinientos años, pero resuenan como si se refirieran a tiempos recientes. El sistema utilizó el método del «terror en todas partes» para transformar a los hombres libres en informadores.

Jeremías es la imagen de Cristo y por medio de Cristo de todos aquellos que no han sido seducidos (cf. Jer 20, 10); de todos aquellos que confiaron en el poder de Dios y que lograron la victoria. «Pero el Señor está a mi lado como fuerte defensor, por eso mis perseguidores caerán y no podrán prevalecer» (Jer 20, 11). El Señor «libera la vida del pobre de las manos de gente perversa» (Jer 20, 13). En el texto del profeta Jeremías encontramos una referencia suficientemente clara a los dos beatos de hoy… Vivieron en tiempos de un terror sistemático. Vencieron gracias a su fe y a su confesión.

La prueba de un auténtico seguimiento de Cristo no son los aplausos del mundo, sino el testimonio fiel que damos de Cristo Jesús. El Señor no pide a sus discípulos una confesión de compromiso con el mundo, sino una confesión de fe, que les prepara incluso a estar dispuestos a ofrecerse en sacrificio. Bernhard Lichtenberg y Karl Leisner han dado este testimonio no solo con palabras, sino también con su vida y su muerte: en un mundo que se ha vuelto inhumano han sido testigos de Cristo, Camino, Verdad y Vida.

3. Cristo es el camino. Bernhard Lichtenberg y Karl Leisner aportaron este testimonio en un momento en que muchos habían abandonado el camino correcto, y por oportunismo o miedo habían perdido el rumbo. Quienes observan la vida de los dos mártires lo saben: su martirio no fue, en su itinerario existencial, un accidente del destino, sino la última e inevitable consecuencia de una vida vivida en el seguimiento de Cristo.

El coraje de su fe y su entusiasmo por Cristo deben ser un estímulo y un modelo especialmente para los jóvenes, que viven en un ambiente caracterizado por la incredulidad y la indiferencia. No son solo los dictadores políticos los que limitan la libertad; existe la misma necesidad de fuerza y ​​coraje para oponerse a las seducciones del espíritu de la época, que intenta orientarnos hacia el consumo y el disfrute egoísta de la vida o, en ocasiones, mira con complacencia la hostilidad hacia la Iglesia, o incluso conduce al ateísmo militante…

Bernhard y Karl nos animan a permanecer en el Camino que es Cristo. No debemos cansarnos, incluso si a veces este camino parece oscuro y requiere sacrificio. Tengamos cuidado con los falsos profetas que quieren mostrarnos otras formas. Cristo es el camino a la vida. Todos los demás caminos nos mostrarán rutas incorrectas o rutas erróneas.

4. Cristo es la verdad. Bernhard Lichtenberg lo testificó hasta su último aliento. Contra la mentira de la ideología nacionalsocialista, Lichtenberg declaró audazmente: «¡Mi guía es Cristo!». Todos los días rezaba en el recital de Vísperas «por los cristianos no arios severamente oprimidos, por los judíos perseguidos, por los prisioneros en los campos de concentración».

Reconoció claramente que allí donde la verdad de Dios ya no se respeta, la dignidad humana también se daña. Donde las mentiras dominan, las acciones falsas y malas siempre dominan: «las acciones de un hombre son las consecuencias de sus principios. Si los principios están equivocados, las acciones tampoco serán correctas … Lucho contra los principios equivocados, de los cuales necesariamente resultan acciones incorrectas», escribe en el acta de su primer testimonio ante los jueces nazis. Y también llamó clara y precisamente por su nombre a algunos de estos principios falsos: «… La eliminación de la hora de la religión en las escuelas. La lucha contra la cruz … la secularización del matrimonio, el asesinato intencional de vidas consideradas indignas para ser vividas (eutanasia), la persecución de los judíos …». Y a pesar de todas estas corrientes de pensamiento al final triunfará la verdad.

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