Los errores de la modernidad. (Despertar de la tierra)

Los errores de la modernidad

El hombre empezó a construir un nuevo castillo en el aire, que tiene sus basamentos en la soberbia de creerse superior a toda la creación. Se creó para sí mismo la imagen de omnipotencia y de omnisciencia, propia de un ser superior, sólo comparado con Dios. Señalando que sólo le faltaba la omnipresencia, su ego empezó a crecer hace mucho tiempo, por aquellas épocas cuando la Mesopotamia era el centro de la cultura, se sentía omnipotente, y… murió un momento, y renació cuando Egipto dominaba el mundo intelectual. Y… murió, y resurgió con la Alejandría y su insigne biblioteca, y murió.

 Después resurgió en el México milenario con el reino de Texcoco y sus enormes bibliotecas, poderoso, potente, prestigioso, omnipotente…y murió, ya en la Mesoamérica del siglo III, el hombre había experimentado con la fe, también experimentó con la creación de mundos de cartón, construyó fantasías, construyó pirámides de cristal, a las que les daba una connotación de blindadas e indestructibles, porque no tenía nada, ni nadie que lo desafiara.

Nada había más allá del hombre que no tuviera la connotación de dios que lo hiciera retroceder en sus pretensiones, aunque se llevara entre los pies a la misma creación. No había nada que lo contradijera y le hiciera equilibrar las pasiones que el ego le proporcionaba. Hoy sabemos que el ego y las pasiones sólo son percepción. Su percepción se basaba en que nada había que hiciera al hombre ser vulnerable y que lo destruyera, escudado en la ciencia, la naturaleza se postraba a sus pies, con su venía propia. El hombre destruía, denostaba, asesinaba, expoliaba sin que pareciera encontrar la medida a sus ambiciones, creíamos que antes de que llegara un gran golpe, el hombre terminaría con su hábitat.

Una vez consumada la modernidad, el ego del hombre llegó al cenit, las actividades alejadas de la naturaleza tenían más importancia que las de subsistencia, los que cultivaban su comida vivían pobres y abandonados, los que no sabían generar ni su alimento, eran los portadores de la egida, se creían poderosos y portadores del poder, se creían dios. El humilde campesino, aquel personaje olvidado, por fin tuvo su recompensa, y que mejor que salud y tranquilidad.

El hombre moderno, encumbrado en el alto trono de la prepotencia, su reinado iniciaba sólo para terminar, en un espacio de tiempo muy reducido. El poder del hombre fue demostrado cada día, todos los días, matando diariamente a millones de seres vivos, para alimentación y placer, haciendo desaparecer miles de esos seres en un lapso de tiempo también muy corto. Tanto plantas o animales han desaparecido, ya por asesinato, ya por deforestación para uso de madera, o en deforestación para hacer campos de pastoreo. Las matanzas de animales para alimento o para uso de piel, ya no importaba el concepto o uso, pero ya no era para sobrevivir, o para alimentarse, sino para hacer negocio. Han muerto miles de organismos inertes ya en la expoliación de suelos, para uso de minerales, como para construcción.

Todo pareciera algo normal en un mundo que aceptó a la industria cómodamente porque le daba otras “libertades”, y otros “beneficios”, no sólo alimentaban un cuerpo, alimentaban el “ego” y esto último fue la misma herramienta que lo hizo poner pies sobre la tierra, y cuando el hombre creía que tenía todo a su favor para ser el supremacista, le dieron un golpe fuerte, que lo mandó a la lona. Y quién lanzó el golpe, fue un ser insignificante, un organismo diminuto lo obligó a parar, de pronto el castillo de cristal se rompió en mil pedazos y el ego del hombre se sintió acorralado y herido, y todavía falta romper el basamento moral que lo sostiene, para darle el golpe mortal. Falta quitarle ese aire que lo mantiene en la fe de la supremacía.

 La fe pronto empezará a desfallecer, pronto habrá una modificación radical en la consciencia social mundial y los que no se adapten perecerán, no pasarán la prueba ni los fuertes, ni los inteligentes, sino los resilientes, los que se adapten a los cambios; porque vienen muchos cambios más, la tierra no deja de moverse, no deja de temblar, no deja de señalarnos que el fin de esta sociedad está próximo. No sólo se vive a prisa, el tiempo tiene prisa por pasar, esto apenas empieza y terminará cuando la tierra logre el nuevo equilibrio y el nuevo hombre esté completamente adaptado a su nueva vida. El mundo como hoy lo conocemos perecerá con el hombre viejo, el hombre violento. El nuevo hombre será capaz de fundirse con la tierra y ser uno con ella, tal y para lo que fue hecho.

 Las epidemias no es otra cosa que un regulador, es el ciclo que se cierra, creado o no por el hombre, es creada por la conciencia de la creación para poner las cosas en su lugar. Así podrán venir otros seres insignificantes en tamaño, pero más poderoso en su acción que lograrán marcar un antes y un después en la conciencia colectiva. Ya estamos viviendo la tercera guerra mundial, el hombre deberá perecer, y no tendrá mucho a donde voltear para culpar a las naciones, se perderán en especulaciones, pero es preámbulo del ego de la ira para florecer, y terminará rápido, ya saben el camino, pues basta un ser pequeño para matar de miedo a la humanidad entera.

 Vean como un organismo pequeño paró a la sociedad de tajo y puso ante el espejo a millones de personas, descubriendo sus más bajos instintos, los malvados acrecentaron su maldad, los bondadosos acrecentaron su bondad, mientras el hombre lucha por la supervivencia y por crear una nueva moral, el planeta ha empezado a respirar un aire más limpio, empezó a hacer el trabajo para el que está destinado, animales y hombres empezarán a vivir en un nuevo paraíso, donde podrán convivir en plena paz, aunque para eso tenga que destruir a aquellos que no han entendido el mensaje, sólo es cuestión de ver las señales, y ya están muy claras.

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