Opinión

Un grito sofocado por la por la opulencia

Pensar en los que menos tienen, es una situación que no podemos evitar, porque en ocasiones nos vemos sometidos a la carencia, ya sea materia o afectiva e incluso espiritual. La pobreza, se debe entender siempre en un sentido amplio, en los diferentes aspectos de la sociedad, no solo en las diversas clases sociales. Puesto que puede haber ricos en bienes materiales pero pobres en valores, incapaces de vivir proyectando el orden y la justicia social.

El servicio a los pobres ha de ser una tarea que no podemos postergar y que debiéramos preferir siempre desde cualquier administración. Esta obra no puede retrasarse.

El Papa Francisco, promovió la jornada mundial de los pobres, desde el año 2017, y en este año se llegó a la segunda edición, la cual ilumino con la frase “los pobres comerán, quedarán artos”. Esta acción tuvo replicas en las diferentes parroquias del mundo y se ha propuesto como una acción constante de la Iglesia en salida.

Todos somos llamados a ir al encuentro del pobre, del que padece necesidad. A ir al encuentro de las diversas situaciones de sufrimiento y marginación en la que viven muchas personas, que general mente los calificamos con el término “pobres”. Este es un término que pudiera no ser aplicado correctamente en cuanto se entiende literalmente, dado que hay diferentes clases de pobreza, sin referirnos a la carencia material. Todos hemos experimentado la pobreza en alguna etapa de nuestra vida, sin embargo, hemos aprendido a transformarla en un reto, en un desafío y muchos otros en un canto de alabanza y de acción de gracias al Señor.

Reflexionar en este tema, nos permite a nosotros, rodeados de tantas formas de pobreza, comprender quienes son los verdaderos pobres, a los que estamos llamados a dirigir nuestra mirada para escuchar su grito y reconocer sus necesidades.

Hace unos días, escuchaba el discurso de un joven que decía: “me prometí a mí mismo, que un día voy a ser rico”. Su discurso, partía de que por ser pobre no lo aceptaba la sociedad. Lo que en realidad pronunciaba este joven, es una carencia de amor, un corazón destrozado por su tristeza, la soledad que no había aprendido a vivir y sobre todo la exclusión que le lastimaba en su manera de relacionarse con los demás. Por eso hoy nos urge aprender a escuchar a los que son atropellados en su dignidad y, a pesar de ello, tienen la fuerza de alzar la mirada para pedir ayuda y ver en nosotros una luz y una palabra de consuelo.

Hoy en día, debemos aprender a escuchar a los que se ven oprimidos en nombre de una falsa justicia, y escuchar la voz del que se siente oprimido por las políticas o maneras de gobernar indignas de llevar este nombre, por que gobernar es estar a favor de la verdad. Abrazar el miedo de los que viven atemorizados por la violencia y son víctimas de la pobreza.

En virtud de esta oportunidad, de reflexionar sobre la pobreza en la sociedad, tema inagotable por unas líneas y palabras, surge el deseo de anunciar y proclamar que nadie es excluido del amor y la felicidad en este mundo, que a menudo pone su confianza en las riquezas materiales, llevando a las personas a luchar por el dinero, encerrando su existir en proyectos tan mezquinos que vacían la vida de sentido.

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