Editorial

Una paz en proceso sostenible

P. Agustín Celis

 Cuando pensamos que la paz debe ser un proceso que perdure en la sociedad, se requieren unas bases sólidas, renovables y amigables con el ambiente social y cultural. Aunque el concepto de paz sea el mismo siempre, pero sus basamentos deben estar bien anclados en los procesos sociales, como en los individuos y en las instituciones.

La paz sólo es sostenible si empata en los procesos culturales. O sea, si se hizo una lectura adecuada del compromiso y se ha propiciado un ambiente de conformidad y confianza, en las actuales y venideras generaciones. Siempre debe haber esa comprensión del proceso de paz por todos los ciudadanos, al grado de que asuman ellos el compromiso con la paz.

Por otro lado, la paz es verdadera y perdurable si se ve sustentada por el mayor número posible de personas; es decir, que entre más ciudadanos asuman como suyo el proyecto de paz, esto será como una manera de vivir y entrar en los valores culturales y cívicos de la sociedad o de la nación que promueva la paz.

Ante esta iniciativa de sembrar la paz en las estructuras humanas, es absolutamente indispensable la democratización de las instituciones, para que ellas representen el pensamiento maduro de la sociedad. Es indispensable que las personas aprendan a participar y a dar a conocer sus necesidades insatisfechas por los medios adecuados y siempre positivamente en proceso de paz.

Muchas veces escuchamos en los discursos políticos la promoción de la paz. Pero para dar solidez a la paz se deben reforzar los cimientos de las instituciones democráticas, para que no haya necesidad de recurrir a la violencia, para que se sepa escuchar y atender las aspiraciones políticas de todos. No podemos desdecir ninguna intención en favor de la paz, ya que cada vez que alguien actúa con los medios o procesos de paz, siempre nos dejará una enseñanza a los demás.

La paz ha de llegar a ser un motor del desarrollo humano, para una sociedad más justa, democrática y libre, una manera de dinamizar la vida de las personas, con creatividad, pero sin caer en el desprecio de las estructuras pasadas y mucho menos en el extremo del sarcasmo de vivir desquiciados, pretendiendo suplantar la paz por intereses egoístas y corrientes de pensamiento subjetivo.

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